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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Comedia. Drama Estados Unidos, años 30. Durante la Gran Depresión, un vagabundo es reclutado por un partido político de su ciudad para colaborar en un fraude electoral. (FILMAFFINITY)
24 de noviembre de 2011
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que ya habéis votado y que os habréis quedado tranquilos porque un nuevo timonel guiará nuestro barquito a través de la Tormenta Perfecta, no estará de más que alguien os explique cuatro cositas sobre los políticos. No seré yo quien lo haga, desde luego, aunque ganas no me falten de sentarme sobre la cabeza de más de uno y apretar con fuerza los glúteos para que experimente en sus propias carnes la manifestación más profunda de esa voluntad popular con que todos se llenan la boca sin empacho. La de ese siniestro caradura que colecciona premios de lotería y aeropuertos sin aviones pero con suculentos contratos y comisiones, por ejemplo. O la de aquel otro jeta que, con apenas cincuenta años, podrá pasar el resto de sus días sin dar un palo al agua y paseándose en limusina tuneada de castell en castell. (Es lo que tiene ser ex alto cargo, amigos: apretaos el cinturón que en el mío me voy quedando sin agujeros.)

No, no quiero ser yo quien hable, dejad que me muerda la lengua. Quien va a explicaros cositas parecidas a esas es el gran Preston Sturges en su primera peli como director, donde se nos narra la historia de Dan McGinty, un simple vagabundo que inicia su fulgurante carrera política votando treinta y siete veces en unas elecciones municipales y que gracias a tan alto servicio a la democracia ejerce, sucesivamente, de matón, concejal, alcalde y gobernador, siempre a las órdenes de un jefe mafioso enamorado del hormigón, que controla –por si las moscas- tanto al partido en el gobierno como al de la oposición. Una fantasía, sí. Todo muy irreal. Una caricatura. Ja, ja. Fijaos si es irreal que empieza y acaba en una república bananera en la que se habla castellano. Y, por si fuera poco, el protagonista descubre un día que tiene conciencia y que la gente de la que tanto habla existe realmente y necesita un techo y comida. Es entonces, justo en el momento en que el político empieza a obrar rectamente, cuando las cosas se tuercen. Lo dicho, pura fantasía.

No sé, creo que deberíais empezar a estar indignados. No por esos trileros repeinados que dos días después de las elecciones y agarrados a un buen puñado de escaños van y te bajan el sueldo desde el helicóptero oficial. No por los rateros bronceados que enseñan la dentadura y esconden las facturas de sus trajes. No por los que –puño en alto, parias de la tierra- obran el milagro de prejubilar al que nunca trabajó. No por el que azuza contra el inmigrante y se postra de rodillas ante el banquero. No, no deberíais estar indignados por eso, sino por no haber aprendido nada, por haberos dejado pisotear el cogote una y otra vez y haber dado después las gracias, porque tenga que ser una comedia con más de setenta años a cuestas la que os abra los ojos y os muestre de qué pasta están hechos, desde hace décadas, los supuestos guías de esta y cualquier otra nación, ahora que la tormenta (siento decirlo) no ha hecho más que comenzar. Agarraos bien fuerte donde podáis. Ahí viene la primera ola.
Normelvis Bates
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