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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
7
Terror. Comedia Un científico descubre en Skull Island un ejemplar muy extraño de mono rata al que acompaña una terrible maldición, según los nativos. El ejemplar es trasladado a Nueva Zelanda para su estudio. Por otra parte, Lionel es un joven que vive con su insoportable madre, que no aprueba la relación que acaba de comenzar con Paquita, la hija del tendero. Cuando los dos enamorados realizan una visita al zoológico, ella les vigila en secreto, y ... [+]
8 de octubre de 2010
42 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué días aquellos. Los de “Smells like teen spirit” y “Enter sandman”. ¿Os acordáis? Un bebé llamado “Los Simpson” daba sus primeros pasos, Michael Jordan era el Rey del Mundo, los Ramones seguían todos vivos y tipos como Sam Raimi o Peter Jackson no eran más que dos gamberros callejeros que no sabían distinguir un ordenador de un cortacésped o una motosierra. Cuesta mucho recordarlo, lo sé, pero antes, mucho antes de embarcarse en lujosas y mastodónticas superproducciones a todo software, este entrañable par de cafres andaban sueltos por ahí, riéndose a carcajadas hasta de su propia sombra, arrojando petardos encendidos en los buzones del cine de terror y huyendo después a todo trapo con los celosos guardianes del rigor y la corrección cinematográfica pisándoles enfurecidos los talones.

Pero aunque a ambos les unía su intención de reventar desde dentro las costuras del género mediante la mezcla salvaje de risas y hemoglobina, cada uno tenía su especialidad. A Raimi le dio por sabotear las clásicas historias de malvados y diabólicos espíritus venidos de ultratumba para juguetear con los cuerpos que ocupaban. Jackson, en cambio, prefirió triturar las de muertos vivientes hambrientos de carne humana y sedientos de sangre fresca. Allí donde no llegaba uno, estaba el otro para completarle. Debo reconocer que siento debilidad por Raimi, tal vez porque sé de un buen camarada (polaco, por más señas) que lleva un tiempo luchando, como el gran superhéroe Ash, contra oscuras y malignas fuerzas que tratan en vano de doblegarle, pero si algo hay que reconocerle a Jackson es el empeño que puso ya no en ir más allá de toda norma de buen gusto, sino de cagarse directamente en ellas. No ha habido, que yo sepa, nadie más guarro que él.

Cuesta hacerle entender a alguien que no haya visto este engendro lo cochino, divertido y demencial que puede llegar a ser, cómo va desmadrándose progresivamente desde su convencional excusa inicial hasta la inenarrable bacanal de tripas final, el reguero viscoso y sanguinolento de escenas desacomplejadamente salvajes que deja para el recuerdo: el loco paseo con ese tierno zombie-bebé por el parque o el tronchante kárate a muerte en el cementerio son sólo dos momentos estelares de una peli en la que, si se rasca un poquito, no es difícil captar la nada complaciente y ácida mirada que Jackson arroja sobre una sociedad, la neozelandesa, que se tacha aquí de racista, hipócrita y ultraviolenta.

A pesar de todo lo dicho, debo admitir que sus últimos minutos, los del Gran Túrmix Final, se me hicieron algo largos. Aunque, bien mirado, la culpa seguramente fue mía, por no seguir los consejos de algunos usuarios, que recomendaban, muy sensatamente, ver esta peli de noche y en compañía de unos amigotes y una buena provisión de latas de cerveza. Yo la vi al mediodía, recién llegado del curro, hambriento y con una hamburguesa con tomate delante. Y de postre, natillas. Para que veáis qué burro soy y qué mierda de cinéfilo estoy hecho.
Normelvis Bates
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