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Voto de Daniel Quinn:
10
Drama. Romance Alexandre es un joven burgués cínico y egoísta que vive en París. Se encuentra en un fase nihilista de su existencia: no estudia, no trabaja y apenas se interesa por los libros o por la música. Lo único que le interesa son las mujeres y, además, vive a su costa. Poco a poco va formando con Marie y Veronique, a pesar de la inicial resistencia de ambas, un atípico 'menage à trois', que, para él, es absolutamente satisfactorio porque ... [+]
13 de noviembre de 2005
98 de 108 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el mayo francés del 68 supuso una revaloración del concepto de utopía, su posterior fracaso arrastró a una generación hacia el nihilismo y la decepción. Eustache nos muestra este sentimiento a través de tres personajes de distinta condición, que sólo tienen en común una cosa: el dolor. Y este dolor se nos muestra con toda su sinceridad, sin trampas, sin enfatizar, dejándonos a solas con él, mirándolo a la cara con todo su desgarro. Los personajes son tremendamente locuaces, pero también saben escuchar, y escuchan en silencio, interiorizando cada frase, cada monólogo, y haciendo suyo el sentimiento que impregna el celuloide.
La película parece comenzar retratando el estado de ánimo de esa generación devastada por la ilusión maltrecha, pero llega mucho más allá, hasta el fondo de la condición humana, revelándonos la complejidad que cada persona esconde detrás de su frivolidad. El protagonista, un burgués cínico, egoísta y caprichoso (y cansado, sobre todo cansado, de vuelta de todo), va desnudándose poco a poco, dejándo caer sus máscaras para que veamos la desesperación que en el fondo le corroe.
La narración es austera, en una acción casi inexistente a lo largo de sus casi cuatro horas plagadas de diálogos maravillosos y escenas antológicas. Cada plano corre el riesgo de un salto al vacío, pero llega a su destino indemne, sin una magulladura, fortalecido por una naturalidad que invade la cinta de principio a fin. La ausencia de música extradiegética contribuye a crear esa atmósfera opresiva, agónica y axfisiante, pero esto no es provocado mediante trucos formales, sino a través de un verismo que llega al alma de los personajes y del espectador.
La mamá y la puta es una película crepuscular, apocalíptica, que retrata el fin del mayo del 68, el fin de la nouvelle vague y, en definitiva, el fin del mundo. Tiene la pasión del mejor Truffaut y la inteligencia de Rohmer y, de esto no cabe duda, resulta bellísima de principio a fin, intachable y veraz en su retrato del sufrimiento y la impotencia.
Daniel Quinn
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