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Aventuras. Drama Superproducción entre Venezuela y España que relata la figura del militar y político venezolano Simón Bolívar (1783-1830), uno de los principales artífices de la independencia de los países latinoamericanos frente al imperio español en el siglo XIX. (FILMAFFINITY)
8 de enero de 2017
35 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está claro que cualquier acercamiento a una figura o episodio histórico venerados por la progresía mundial requiere para la digestión de las masas una alta dosis de mentira. Pero lo que me he encontrado en "Libertador" es tal cúmulo de falsedades, omisiones, tergiversaciones e invenciones para hacerle la pelota a un personaje tan siniestro como Simón Bolívar (Edgar Ramírez), que se queda uno alucinado. Es que prácticamente todo lo que sale es mentira, excepto generalidades del tipo de existió un tal Bolívar, hubo una guerra o Venezuela se acabó independizando. El que quiera conocer un poco a este caudillo militar tiene que salir despavorido de este trabajo, sólo apto para comprobar el grado de desfachatez al que se alcanza en la tarea de manipular. Es lamentable que un liberal ortodoxo con muchos gestos autoritarios, cosa compatible, se haya transformado ahora por medio de la mentira en un "socialista" (lo cual no quiere decir que el socialista es bueno y el liberal-demócrata malo, son ambos detestables aunque peor el primero), según el chavismo y otros iluminados. ¿Acaso saben que Karl Marx lo definió como "el canalla más cobarde, brutal y miserable”?, ¡Qué gran definición para este repugnante tipejo! Dicho esto, como cinta de aventuras no está mal hecha, incluso tiene un apartado técnico saludable además de la breve presencia de la bella María Valverde, pero es que la mata su absoluto desprecio por la realidad histórica.

Estoy seguro que un experto podría localizar cincuenta gazapos, incluso cien, pero yo os voy a señalar los aspectos más oscuros del personaje, convenientemente ocultados por Alberto Arvelo Mendoza. Por ejemplo, de cómo un tipo que va de libertador acabó como dictador en Colombia y en Perú, expulsado de sus propio país por déspota. Nos venden que luchaba por los oprimidos cuando en realidad, como buen terrateniente criollo y esclavista, lo que deseaba era explotar sin ningún miramiento a negros, mulatos o indios. Con razón la mayor parte de esta gente luchaba por la Corona. Pero sigo, ni rastro en este panegírico falaz de sus muchos crímenes, como el decreto de guerra a muerte contra los españoles en Trujillo en 1813, en el que ordenaba la ejecución de todo peninsular o canario, lo que se tradujo en miles de muertes. O de cómo mandó fusilar a opositores, como el mulato Píar; a oficiales enemigos derrotados, a 38 tras su victoria en Boyacá (1821); o a simples realistas encarcelados por el mero hecho de oponérsele. En este sentido, ordenó en febrero de 1814 la ejecución de más de 500 presos en Caracas, casi 400 en Valencia y más de 300 en La Guaira. Lo más "curioso", pero que en realidad es perfectamente lógico, es que encontramos otra vez en la misma persona al genocida y al amante entusiasta de la libertad. Es decir, una vez más se demuestra que el crimen es la otra cara del liberal-demócrata.
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