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Argentina Argentina · S.A. de Padua
Voto de Vespasiano:
10
Drama Tras abandonar Dogville, Grace se dirige con su padre a Manderlay, una plantación de Alabama, donde ambos son testigos de los horrores de la esclavitud y la segregación. Segunda parte de la trilogía "Visiones de América", en la que el director danés ofrece su punto de vista sobre un país que nunca ha visitado. (FILMAFFINITY)
19 de enero de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lars Von Trier es el último de los grandes genios del cine de fines del siglo XX y el primero del XXI: no creo que haya, actualmente, un director que proponga reflexiones tan altas y acertadas sobre la condición humana a través de los "increíbles" diálogos y de las vivencias que mantienen sus protagonistas en todas sus películas: Manderlay, en este sentido, sigue la dirección de "Dogville", "Los Idiotas" y "Bailarina en la oscuridad", por ejemplo. No hay un momento en ésta o en cualquier otra de sus películas en que no sintamos un cachetazo, un malestar estomacal o una desesperante deseo por escapar hacia cierto "paraíso" (más mental que real, para Von Trier). Hay una tensión constante entre el "individuo" y "los grupos" en todas sus películas antes mencionadas. Sus temas son más o menos los mismos, aunque los argumentos de los films no lo sean en absoluto. Siempre hay chivos expiatorios sobre los cuales cae "la injusticia de los seres humanos" (la mujer que se come la comida de la niña enferma, o la propia Bjork en Bailarina en la oscuridad), momentos de arrebato de "la razón" de sus protagonistas (Bjork, Kidman y Howard), "inocentes criaturas" que se convierten sorpresivamente en monstruos, personalidades camaleónicas, etc. En esta película, Bryce lleva a cabo una empresa por la que no siente más que un interés ególatra, que es el de demostrarle a su padre que el "mundo sería distinto" si hubiera más personas voluntaristas y filantrópicas como ella; sin embargo, el final de la película nos muestra hasta dónde hay un ápice de realidad en esa fantasía. Demoledora y amarga como pocas -sólo comparable, quizás, con Dogville-, pero sin llegar al histrionismo escénico.
Vespasiano
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