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España España · Granada
Voto de Nadja:
8
Drama En Berlín, Oren, un ingeniero constructor israelí, se encapricha del pastelero Thomas. El romance ni siquiera parece haber empezado cuando Thomas descubre que Oren ha muerto en un accidente de coche en Jerusalén. Thomas viaja allí sin saber exactamente qué es lo que está buscando. Descubre que la mujer de Oren, Anat, es propietaria de un café, y esta le ofrece a Thomas un empleo de lo más básico, consistente en limpiar y fregar cacharros. (FILMAFFINITY) [+]
14 de octubre de 2018
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Juzgamos a las personas por su sexo, raza, nacionalidad, creencia religiosa, género y orientación sexual. Como si el ser humano fuera algo tan fácil de clasificar. Como si los engranajes del alma y del corazón humano formaran parte de un estante donde todo debe estar siempre bien clasificado y dividido. Las fronteras mentales que establecemos para reclamar nuestra autenticidad y poder separarnos de los demás son aun peores que las físicas. Limites mentales que nos encierran en una idea errónea del mundo que nos rodea, para al final dividirnos.
El repostero de Berlín va mucho más allá y nos recuerda que el cine son emociones. Que a veces debemos abandonar la lógica y guiarnos por el corazón, disfrutar de lo que nos rodea a través de los sentidos, deleitarnos con los placeres más cotidianos de la vida.
Y es que no solo somos los sitios donde nacemos. También somos los lugares que visitamos a escondidas y con sumo deleite. Las personas a las que les entregamos nuestro cariño y ternura. Y cuando nos marchamos, raudos y veloces, de este mundo incomprensible, dejamos una parte de nuestro ser alojada en el interior de cada una de las personas a las que hemos amado.
Esa es nuestra herencia para el mundo. Un montón de besos y te quieros que ya no saben a nada. Un hogar cálido que se vuelve gélido y que solo consigue recuperar su textura inicial a fuerza de conjurar las sombras de lo pasado.

Oren y Thomas viven el inicio de un apasionado romance en Berlín, donde el primero está de viaje de negocios y el segundo reside. Deben separarse pronto, quizá demasiado pronto. Sin ninguna despedida ni respuesta. Thomas, con el alma rota, deberá recobrar los pedazos de su amante y buscar los porque en un inesperado viaje hacia el lugar de origen de Oren donde conocerá a su mujer, una viuda que regenta un café, y a su hijo, un niño que se encuentra perdido sin la figura paterna.

La película de Ofir Raul Graizer goza de una fotografía exquisita, una banda sonora perfecta y una sensibilidad y elegancia innatas que hacen que todo el que la observe detenidamente caiga bajo un hechizo del que es difícil despertar.

El repostero de Berlín nos reclama inmaculados como un niño de pecho. Sin ningún prejuicio aparente o idea preconcebida. Desnudos de toda apariencia.

Porque si deseamos penetrar con honestidad en la historia que presenta, lo debemos hacer con la inocencia oculta de la mirada de Thomas.

Esa que solo pertenece a los niños y a los ángeles. Seres para los que no está hecho este universo tan terrible.

Comencé esta película sin saber muy bien que me iba a encontrar y su historia me ha cautivado.

Muchas personas no la comprenderán pero es una de las narraciones más bellas que he visto en la historia del cine.



¿Y es que el amor no es eso?


¿Habitar en todos los lugares donde tú has estado?


¿Amar cada uno de los rincones en los que permaneciste cautivo?

¿Conceder sin reservas el cariño y la ternura perdida que ofrecías a los que querías?

Pisar cada uno de tus pasos y abrir el camino que te hubiera gustado haber iniciado, para de ese modo prolongar tu recuerdo y hacerte eterno.
Nadja
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