Como homenaje a toda una década, "Ping Pong Summer" funciona a las mil maravillas: un paseo por las estéticas ochenteras, los iconos de una época, la música y el baile, los juegos y/o videojuegos, los reductos veraniegos, la fotografía, los "loros" sobre los hombros...

Como comedia y como historia se queda a medio camino: tópica y previsible, anda a caballo entre el amor veraniego, los descubrimientos adolescentes, la amistad y hasta el ineludible duelo con el matón de turno (acompañado de un aborrecible personaje pelirrojo).

"Ping Pong Summer" nos plantea el recorrido por otro tiempo a modo de reconocimiento para los que lo vivimos y a modo de conocimiento para aquellos que vinieron después. Quizá para estos no sea entendible y se difumine entre el perfume de lo trasnochado y mal envejecido. Pero hay que reconocer que el paseo que nos propone Michael Tully es una bocanada de memoria y un pasatiempo interesante.