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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
6
Western William Blake decide abandonar su puesto de contable en Cleveland (Ohio) después de recibir una oferta de trabajo en Machine, una inhóspita ciudad industrial en el Oeste de los EEUU. Sin embargo, cuando llega, resulta que su puesto lo ocupa otra persona. Charlie Dickinson, el hijo del propietario de la empresa, mata a su mujer cuando la encuentra en la cama con Blake, quien a su vez liquida a Charlie. De este modo, un simple contable de ... [+]
28 de octubre de 2009
95 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo el western uno de mis géneros favoritos, reconozco que éste me generaba -si no miedo- sí ciertas reticencias. En primer lugar porque los western en b/n me van más bien poco y en segundo lugar porque esta singular aportación de Jarmusch al género no me inspiraba, así a bote pronto, demasiada confianza. Una vez vista la peli, sin embargo, he de decir que, afortunadamente, mis temores solo se cumplieron a medias.

Por de pronto “Dead Man” arranca de forma poderosa. La llegada de William Blake (Johnny Deep) a Machine Town y el consiguiente recorrido por su embarrada calle principal es francamente un prodigio visual. Jarmusch consigue mediante su hábil manejo de cámara que el espectador sienta en sus propias carnes el canguelo experimentado por ese lechuguino de ciudad penetrando en un territorio desconocido, hostil, amenazante. Sensación que se acentúa, a mi juicio, gracias a su elaborada puesta en escena y a la extraordinaria habilidad de J.J. en crear atmósferas, en cierta medida, kafkianas. Pero si en algo se caracteriza el cine de Jarmusch en general, y esta peli en particular, es en el extravagante perfil de sus personajes. Empezando por el prota, el falso poeta William Blake (Deep), y acabando por cualquiera de los interpretados por esa pléyade de actorazos (Mitchum, Byrne, Hurt, Henriksen, Buscemi o Thornton) que, de una forma tan fugaz como rutilante, intervienen en esta peli.

Lamentablemente, “Dead Man” pierde fuelle y se tambalea a medida que la persecución de nuestro ‘wanted’ particular avanza. En este tramo el ritmo narrativo apenas mantiene estables las constantes vitales y el tedio empieza a adueñarse paulatinamente de cualquier espectador que no acredite ser un devoto seguidor de Jarmusch y su soporífera poética. De hecho, yo sólo rescataría en esta fase central la guitarra de Neil Young, los agudos comentarios de Nadie, el indio, y ciertos flashes de humor absurdo (“¿tiene tabaco?”), pero poco más. Así pues, lo dicho: este tramo se hace tan largo y aburrido como contemplar a doscientas babosas disputando una etapa del Tour de Francia. Un coñazo, vaya.

Afortunadamente, todo llega a su final. Y el final de “Dead Man” es bello. Bellísimo. Quizás porque, aunque el destino de nuestro “Dead Man” estaba más que cantado, la forma escogida por Jarmusch para plasmarlo es de un lirismo sobrecogedor.
Taylor
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