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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
9
Drama. Bélico Segunda Guerra Mundial. Estando Roma ocupada por los nazis, la temible Gestapo trata de arrestar al ingeniero Manfredi (Marcello Pagliero), un comunista que es el líder del Comité Nacional de Liberación. Pero en la redada Manfredi consigue escapar y pide ayuda a Francesco, un camarada tipógrafo que en unos días se casará con su novia Pina (Anna Magnani), una viuda con un niño. Además el cura de la parroquia, Don Pietro (Aldo Fabrizi), ... [+]
6 de abril de 2010
113 de 122 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Cualquier semejanza entre los personajes y los hechos acontecidos en esta película y la realidad es pura coincidencia”. ¿Os suena esta coletilla? Sí, ¿no? A mi también. Mucho. Probablemente la habremos leído o escuchado un mogollón de veces al principio de una peli. Decenas o centenares, tal vez. En “Roma, ciudad abierta”, sin embargo, esta consabida y rutinaria advertencia adquiere una dimensión mucho mayor. Una dimensión más grave. Más trascendental. Más significativa. Nos hallamos, no en vano, ante la primera manifestación artística del neorrealismo italiano. Uno de los movimientos fundamentales -sino el que más- de la historia del cine.

¿Hasta qué punto, entonces, es realidad o ficción lo que nos cuenta Rossellini? Por mi parte, lo tengo claro. Clarísimo. Lo que me cuenta Rossellini es verdad. Y es verdad porque, al margen de su formato semidocumental y de estar o no estar parcialmente inspirada en hechos reales, la historia de unos romanos que se niegan a quedarse de brazos cruzados ante la consentida ocupación alemana es creíble. Creíble, verosímil y, sobre todo, honesta. En mayúsculas. “La peli más honesta de la historia del cine” me comentaba hace poco Talibán. Un tipo que sabe un huevo de cine. ¡Y cuánta razón tenía!

La honestidad es, por consiguiente, un factor determinante. Determinante, a mi juicio, para no limitarte a ver una peli desde fuera y poder creértela, desde dentro, a pies juntillas. Determinante para que te llegue, para que te afecte y para que te emocione. Para que puedas empatizar con unos personajes y repudiar a otros. Desde la volcánica y racial Pina hasta el pérfido y amanerado Bergmann. Sin olvidarnos, claro está, del comprometido Don Pietro, el incorruptible Giorgio, la voluble Marina y tantos otros personajes que hacen de esta peli un monumental manifiesto contra el nazismo, el fascismo y cualquier ideología que intente atentar contra la libertad y los derechos humanos. Un manifiesto que asienta sus cimientos en la ética y que no necesita ningún tipo de armazón propagandístico o maniqueo para dejar bien clara su postura.

No debería extrañarnos, pues, que el contundente y desacomplejado mensaje de “Roma, ciudad abierta” tuviera que litigar durante muchos años en toda Europa con la intransigencia de aquellos que la vieron como una proclama subversiva y/o escandalosa. No tan sólo por la dureza de algunas imágenes (la muerte de Pina, la tortura de Giorgio) sino también por atreverse Rossellini a tocar temas considerados tabú (la drogadicción y la homosexualidad de Marina, por ejemplo) en una época en la que el cine clásico (americano) iba, obviamente, por otros derroteros.
Taylor
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