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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
6
Drama. Cine negro Miguel, de profesión camionero, quiere prosperar y comprar una estación de servicio por la que pasa habitualmente. Para conseguir el dinero, despeña un camión de una empresa rival. Sólo una persona conoce el delito, la camarera del restaurante donde se reúnen todos los camioneros. (FILMAFFINITY)
21 de marzo de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cortesía de la 2, ésta es la primera película firmada por José Antonio de la Loma, gran pope del "quinqui film", cuya carrera empieza con esta coproducción hispano-italiana de tintes neorrealistas y querencia de cine negro. La sombra de El cartero siempre llama dos veces es alargada, pero claro, aquí no eran posibles esas cosas, aunque el realizador lo intenta. Un camionero provoca un accidente de la competencia para conseguir que su empleador le de el dinero que necesita para comprar una gasolinera (en los Monegros, nada menos), el sueño de su vida. Se agencia una rubia pletórica de curvas, sobre todo porque le ha visto manipulando el camión accidentado, y cree haber triunfado..., pero la rubia sueña con otros horizontes más amplios que la máquina de coser y la cocinita, y se camela a un tipo con descapotable para que la saque de aquel infierno. Naturalmente, todos los implicados sufrirán las consecuencias de sus lujuriosos actos...
Buena banda sonora de Roberto Nicolosi, estupenda ambientación en un pueblo que mataría de aburrimiento al santo Job, fotografía excelente de Cecilio Panigua, y un cuidado reparto redondean la jugada. La verdad es que no veía yo a Amedeo Nazzari, el Errol Flynn del cine italiano, galán por el que suspiraba la generación de mi madre, en el papel de rudo camionero, pero el hombre era un profesional y sale del apuro con dignidad. La propietaria de las excelsas curvas es Katia Loritz, encantadora actriz suiza a la que jamás olvidaremos en Atraco a las 3. Aquí está que se sale de la pantalla. Y en un pequeño papel, sin ni siquiera frase, otro pibón de la época, la inacabable María Martín, por la que suspiraba la generación de mi padre. a la que Bigas Luna regalaría un papel de oro en Bilbao.
En resumen, un quiero y no puedo, drama habitual de la época, pero resuelto con dignidad.
Eduardo
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