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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
5
Western Después de un incendio, varios presos escapan de una prisión. Pero uno de ellos no recuerda nada de su vida pasada, así que junto con otros tres presos, intentará descubrir su identidad. Aunque, realmente los presos lo que buscan es el oro de un atraco que sucedió en el banco de enfrente durante el incendio de la prisión. (FILMAFFINITY)
7 de febrero de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enzo Barboni, aka E.B. Clucher, era director de fotografía, hasta que un día se le ocurrió la malhadada idea de pasarse a la realización. En su segundo intento, tocó oro: Le llamaban Trinidad cosechó un éxito monstruoso a ambos lados del Atlántico, lo cual constituyó la cumbre del spaghetti western y, al mismo tiempo, su condena a muerte definitiva. Cuando un género se instala en su propia parodia, puede darse ya por fenecido.
El primer trabajo de Barboni como director fue esta Puerta abierta al infierno, también conocida como La puerta del infierno. No es que sea una maravilla, pero posee algunos elementos que la elevan por encima de otras. Unos forajidos prenden fuego a un manicomio para distraer a los lugareños, mientras ellos se dedican al elegante deporte de apoderarse de un cargamento de oro. Cuatro internos logran escapar: un fanático religioso (Woody Strode, el inmortal sargento negro de John Ford, muy solicitado para este tipo de coproducciones); un tipo que ha perdido la memoria (Leonard Mann, guaperas pero soseras); un tahúr (George Eastman, né Luca Montefiori, que hizo todo un carrerón: pasó del spaghetti al porno sin apenas despeinarse); y un aficionado al tiro de cuchillo, muy"amigo" del anterior (Pietro Martellanza, más conocido como Peter Martell). Como el guión está sembrado de socavones escalofriantes, los cuatro deciden perseguir a los pistoleros, por motivos que se me escapan. Así llegamos al pueblo del amnésico, y los malos quieren convencerle de que son su familia para que se cargue a su propio padre. Son tan malos, que hasta uno de ellos codicia el culo de su hermana (Evelyn Stewart, o Ida Galli en películas más serias, como La dolce vita o El gatopardo). No es necesario decir que se arma una de no te menees, con peleas a puñetazos, torturas al pobre negro, tiroteos y duelos a pistola. Barboni consigue que no le escape demasiado de las manos la trama (yo habría denunciado a sus guionistas) y lleva con brío las riendas del asunto, bien acompañado por una energética banda del especialista Riz Ortolani. Aunque parezca mentira, los intérpretes no lo hacen mal y, en conjunto, es un entretenimiento bastante decente dentro de su humildad. Cosas mucho peores se perpetraron en nombre del Far West.
Para fans y completistas del spaguetti western.
Eduardo
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