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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Aventuras. Drama Trata sobre la educación de Mowgli, criado por una manada de lobos en las selvas de India. Mientras aprende las reglas, a menudo complicadas, de la jungla. Bajo la tutela de un oso llamado Baloo y una pantera llamada Bagheera, Mowgli llega a ser aceptado por los animales de la jungla como uno más de ellos. Por todos menos uno: el temible tigre Shere Khan. Pero puede haber peligros mayores acechando en la jungla, cuando Mowgli se ... [+]
28 de noviembre de 2018
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre me ha dado la impresión de que, entre todas las historias de "hombre contra la naturaleza" alguna vez escritas, 'El Libro de la Selva' es la más difícil de cuadrar en ninguna parte.
Desde el primer momento que al cine le dió por mirar en su dirección se podría decir que fue la alternativa juvenil a Tarzán, pues la inmortal versión de Disney posibilitó centrarse en animales charlatanes, tutores o salvajes, enseñando a un niño que a fin de cuentas no lo pasaba tan mal en la selva; con el enfoque perfecto para dar lugar a varias buenas aventuras familiares posteriores.
Pero en el libro de Rudyard Kipling sobresalían la brutalidad y la ley del más fuerte, con un omnipresente peligro animal casi desaparecido si no fuera por el tigre Shere Khan.

'Mowgli: La Leyenda de la Selva', por fin, es la adaptación sin compromisos que pedía el clásico original.
Una que olvida los lugares comunes e imágenes preestablecidas, acercándose al bosque frondoso como si nunca le hubiéramos perdido el respeto que le teníamos. Porque existe la muerte en este rincón perdido de la India, mucho más que en cualquier otro lugar, y los animales parlantes la aceptan y razonan como una inevitable consecuencia repentina aparejada a cada una de sus vidas.
Algún día dejarás de respirar porque un depredador más fuerte te habrá dado caza, pero hasta la presa más frágil se merece el respeto que da una despedida honorable: eso aprende Mowgli, cuando Bagheera le dice que no aparte la mirada, para que el alma no se vaya en soledad.

El niño criado por lobos de la manada vive en constante peligro, no se cortan de recordarnos, pues siempre aparece un cadáver ensangrentado como mal augurio de su indefensión, o la musculatura del imponente Shere Khan se tensa ante la oportunidad de clavarle los dientes al cuello… pero mientras esté protegido por la Ley de la Selva, nada podrá amenazar su valiente ingenuidad.
Sin embargo, es magnífico poder darse cuenta, gracias a un meticuloso trabajo de captura de movimiento animal con rasgos (y sobre todo ojos) humanos, que Bagheera y Baloo cruzan miradas de cautela cada vez que el pequeño cachorro piensa ser más fuerte de lo que es. Y como, poco a poco, no son solo la infecta hiena Tabaqui y el temible tigre quienes le recuerdan su verdadera naturaleza, sino también su madre loba y el líder Akela, preocupados por su inseguridad, pero sobre todo por el instinto humano que ya le empieza a asomar, al apoyarse en el "insecto" que llaman fuego. No se puede forzar que un niño ande siempre a cuatro patas, al igual que la Ley de la Selva algún día se tendrá que inclinar ante el instinto carnívoro.
Andy Serkis, como ya hiciera la novela original, convierte el conflicto en un asunto político: parecíamos ser mejores de lo que dicta nuestro código animal, pero la vida salvaje requiere unas exigencias reñidas con la inocencia y la debilidad, por muy momentáneas que sean. “Mowgli debe ser uno de nosotros, a cualquier precio, cuanto antes, aunque le duela” discuten el oso, el lobo y la pantera, tres animales experimentados en la crudeza, borrando la barrera de fantasía infantil mediante infografía prodigiosa y dándole al relato un sabor distintivamente adulto, que no por ello deja de recordar al aprendizaje que cualquier niño haya tenido (una escena así entre tres actorazos creyéndose poderosos depredadores de la selva no te la aguanta otra de las versiones anteriores ni de casualidad).

Lo cierto es que el niño de la selva se esfuerza, se entrena para formar parte de la manada… y parece que nunca llega.
Pequeños brotes de carácter irascible, esos que todos hemos tenido creciendo, le frenan para convertirse en el animal que le habían dicho que iba a ser. Y al otro lado del río, en la aldea del hombre, le es imposible reconocerse en nadie.
Al contrario que otras versiones, que retrataban “el fin de la infancia” cuando Mowgli abandonaba la jungla, aquí la cuestión carece de respuesta fácil cuando sus tutores se han visto obligados a mentirle en sus capacidades, siempre con la esperanza de que el futuro permitiera limar las asperezas de su naturaleza humana; todo para no despertarse del bello sueño de cariño que le tienen a ese cachorro accidental.
Los sentimientos más sinceros e irracionales ya se colaron entre la Ley de la Selva, y de la misma manera ninguna formalidad hará que Shere Khan renuncie a la presa que le llama.

Entre familias, con todo en contra, Mowgli con su sola existencia desafía las creencias de ambos sistemas decadentes, que se han estado comiendo mutuamente para tratar de imponerse (el cazador se cobra sus trofeos de marfil, la selva arrinconada se revuelve y ataca de vuelta).
Una condición de la que él no es consciente, algo que solo la antiquísima Kaa podría desvelarle como guardiana de siglos depositados en la vegetación, hasta que tras haberse acercado a los dos se da cuenta: los animales que le rugen no se diferencian demasiado de los humanos que le gritan. Ambos lados del río cuentan con sus maravillas, con sus atrocidades, e incluso con sus propios depredadores.
Ser hijo de ellos es una responsabilidad gigantesca, pero precisamente por eso puede y debe imponerse a siglos de tradición restrictiva, que solo sirve para que los buenos de corazón sufran la crueldad de astucias animales o garras humanas.

Teníamos que volver a abrir este libro de la selva.
Porque Mowgli éramos todos y hasta ahora no me había dado cuenta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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