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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Thriller. Ciencia ficción En un Londres del futuro, la detective Karin Parke (Kelly McDonald) y Blue (Faye Marsay), su experta compañera en nuevas tecnologías, investigan una serie de misteriosas muertes con una conexión siniestra con las redes sociales. (FILMAFFINITY)
26 de octubre de 2016
65 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más curioso de este capítulo viene de la manera en la que no se aparta, aunque sea un segundo, de la típica estructura "procedimental" que plaga el entretenimiento televisivo moderno.
Dos compañeras detectives, la primera más madura y cínica, la segunda más joven e idealista, enfrentadas a un caso que las obliga a estar mucho tiempo entre ordenadores, o confrontando sus opuestos puntos de vista en el interior de un coche camino a la siguiente pista.
Es una estructura tan sencilla, y a la vez tan familiar, que permite involucrarse fácilmente en la historia, sin aparatos extraños o distopías que distraigan.

Porque este capítulo (inusualmente largo) no quiere hablarnos del futuro, ni del mañana, quiere hablarnos del hoy: concretamente, de la clase de impunidad que nos está haciendo gozar la web actual.
Uno publica un post, y se llena de likes que saben a gloria. Pero, de igual manera, uno puede publicar otro post, y los comentarios pueden rebosar auténtico odio, crueldad o simple diversión destructiva. No deja de ser curioso que aún no se haya habilitado el tan solicitado "dislike", quizá porque sus arquitectos saben lo bien que se lo suelen pasar los de siempre despreciando material ajeno, aunque sea bueno.
No hay nadie que juzgue ese sistema: todos somos libres vender, tirar, mercadear, cosificar, derrochar, derramar nuestra opinión. En los dos sentidos funciona, y el mundo sigue girando.

Pero todos sabemos lo genial que es, desde la tranquilidad de nuestros teclados, confesarle todo nuestro odio al imbécil internetero de turno. Y sabemos, muy bien, lo animado que se siente uno entre una masa que comparte nuestro mismo odio, sin medias tintas ni razonamientos (ah, lo bien que sienta entregarse a una furia colectiva, aunque sea digital). Si ni siquiera el imbécil en cuestión puede responderte o mandarte personalmente a la mierda, ¿qué problema hay?
Ninguno en absoluto. Los mismos que tienes tú o cualquiera para apretar el botón y decirle a ese o esa que su película te parece una mierda, su artículo te parece una mierda, o su opinión la vas a usar de papel higiénico.

Los "linchamientos digitales" los hemos visto todos, puede que hasta hayamos participado en ellos. Y no importa ni siquiera eso, porque mañana podrás acariciarle la cabeza a un niño con la misma mano con la que has tecleado "que te jodan, gilipollas, ojalá te mueras" pensando que ambas acciones no tienen ninguna maldad.
Ese es el monstruo que habita en la red, dócilmente mantenido por nuestro odio o aburrimiento, y el que es representado por este capítulo en toda su fealdad, cuando deja sentir sus consecuencias reales lejos de la pantalla.

Porque pensamos, tranquilamente, que el imbécil internetero merece una justicia que debemos administrar sin vacilar; es nuestro deber como buenas personas.
Pero no pensamos que esa misma justicia nos tenga que llegar a nosotros, por el tremendo daño que puede llegar a causar un linchamiento masivo, repetido hasta el infinito en un timeline al que no dejan de sumarse perfiles anónimos.
El monstruo está ahí, lo dejamos crecer y convivimos con él. Tan efectivo es el hechizo tecnológico que nos lo oculta, y nos deja con la conciencia tranquila cada vez que lo alimentamos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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