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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Drama Elisabeth (Liv Ullmann), una célebre actriz de teatro, es hospitalizada tras perder la voz durante una representación de "Electra". Después de ser sometida a una serie de pruebas, el diagnóstico es bueno. Sin embargo, como sigue sin hablar, debe permanecer en la clínica. Alma (Bibi Andersson), la enfermera encargada de cuidarla, intenta romper su mutismo hablándole sin parar. (FILMAFFINITY)
18 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo blanco y negro con dos personas hablando.
Esa podría ser la visión simplista de una película que, por lo demás, demasiado poco tiene de simple.

Su principal foco es el ser humano, su existencia, y su lucha contra la muerte a través de cuantos más placebos mejor. Palabras mayores, mayúsculas y a veces desestimadas.
Todo esto con dos mujeres hablando, y hablando, y hablando. Muchos me pueden decir sí, pero es Bibi Andersson, una pizpireta Andersson en viaje a sus tinieblas, la que habla, y Liv Ullman la que escucha sin decir palabra entre sonrisas locuaces. Pero es mentira, porque Ullman tambien habla, habla tanto como su compañera con esos ojos misteriosos, sus palabras no se dicen pero se escuchan.

¿Son dos partes de una misma persona? ¿Dos mitades escindidas de un mismo ser? ¿Dos personalidades hablando en ese limbo de blanco y negro saturado que puede ser la mente de otra? ¿O solo una paciente y su enfermera?
No quiero quedarme con ninguna de estas respuestas, y nadie debería hacerlo. La confusión entre ambas solo añade matices y diálogos de fuerza rompedora, en la que tan pronto una pasa a ser la fuerte como otra la débil.

De fondo, la gran cuestión: ¿como afrontar la vida?
Bergman no quiere establecer respuesta fija, y toca todos los palos confrontando una y otra vez ambas actrices, cada una con particular conciencia que las obliga a cuestionarse ellas mismas (espléndida y esclarecedora conversación con la directora del hospital).
Imágenes subliminales se suceden, y encuentros cada vez más velados e intensos también, tal es el ansia de sus personajes por comprender, por salir de su respectiva pérdida.
Una causada por la pérdida de identidad al tener que seguir convenciones sociales sin realmente desearlas, y otra porque se ha dado cuenta de que no puede asumir esas convenciones, por lo que decide morir en vida, convalecer y no molestar.
Cada una tiene la pieza que le falta a la otra y ninguna la puede compartir, tal es su terror a la nada (excepto... quizás... en madrugadas blancas en las que se encuentran como fantasmas).

Todo parece encajar y a la vez no, Bergman estira al máximo su realidad para construir otra.
Queda mucho símbolo sin cuadrar, no hay duda, pero el arrojo y la valentía desnudez blanquinegra de su tramo principal bien vale su recuerdo.
Charles
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