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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Drama. Thriller Paul Beaumont, científico y humanista, después de muchos años de estudio, descubre una revolucionaria teoría, pero su protector (Marc McDermott) se la roba y, además, seduce a su esposa (Ruth King). La ofensa se sella con una bofetada que provoca las burlas de toda la comunidad científica. Beaumont huye avergonzado y se refugia en un circo, donde se hace famoso como el payaso "que recibe las bofetadas". Los caprichos del destino hacen ... [+]
2 de noviembre de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasa en todas las películas en blanco y negro pero, por algún motivo, en esta lo he notado más que nunca.
Una cualidad cromática fantasmagórica, que más que capturar la realidad, la deshuesa y barniza, reflejando crudamente su esencia, bellísima cuando es buena y terrorífica cuando se revela perversa.

'Él que Recibe el Bofetón' no es más que una fábula con moraleja.
Aunque, tal como está filmada, en la ausencia de diálogos blanquinegra, parece una alucinación, tan delirante como su protagonista Paul Beaumont, como si estuvieras viendo el hueco de su cerebro por el cual percibe la realidad.
Cuando era un prometedor investigador, le privaron de amor y oficio de un sonoro bofetón, al que le acompañó la risa colectiva: algo demasiado chocante para seguir tal cual con su vida.

Años después, su vida en el circo se organiza en torno a un espectáculo dantesco, donde recibe bofetón tras bofetón, repitiendo cada noche un particular purgatorio para ganarse el pan, ocultándose tras un maquillaje blanco que le permita recibir los golpes sin ser la persona que era.
Más allá de la tenebrosa lectura sobre la traición y la bondad, lo que se va quedando es un retrato increíblemente cínico del chiste del que nos reímos todos: alguien se queda abajo del todo, el que nunca ríe el último porque se le ha designado objetivo de la broma.
¿Cómo un hombre puede desear eso, noche tras noche? Tal vez porque ya no le queda nada por lo que sonreír, y el final de la broma es un sitio como cualquier otro, que alguien tendrá que ocupar.

La incomprensión, si hubiera que haberla, no va con Él, sino con una sociedad hiriente y maleducada, glotona de placeres, orgullosa ocultadora de los vicios y comerciante de sentimientos a los que nunca parece tomar en serio: para mayor simbolismo, solo hay que observar el viaje de ese corazón de tela, arrugado y mil veces remendado, que pese a ser del payaso pasa de mano en mano.
Hay una línea casi invisible que separa a los comediantes de la pista de esas respetables personas con traje, que se creen en potestad de romper sueños y esfuerzos con una carcajada.

Claro que, al final, me doy cuenta de que el circo estaba fuera, y el único cuerdo era ese payaso que se lo tomó de la única manera posible: como una broma que nunca acaba, hasta que te cierran el telón encima.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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