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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Animación. Aventuras. Comedia Un año después de los acontecimientos narrados en "Buscando a Nemo", Dory vive apaciblemente con Marlin y su hijo Nemo. Pero durante un viaje para ver cómo las mantarrayas migran de vuelta a casa, los problemas de memoria de Dory parecen desaparecer durante un segundo: recuerda que tiene una familia e inmediatamente decide emprender viaje para reencontrarse con sus padres, a los que perdió hace años. (FILMAFFINITY)
25 de junio de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo podía ser Pixar.
Solo ellos podrían, lejos de convertir esta secuela en un festival de guiños a su primera parte, ahondar en uno de sus personajes más queridos, ahondar con cariño pero con insistencia, hasta conseguir sacar el drama de lo que antes solo era simple chiste.

'Buscando a Dory' es muchas cosas, pero sobre todo, la más importante, es una defensa de los sueños de aquel que es diferente.
Los niños quizá se queden con la demasiado mona Dory pequeñita tratando de recordar una simple canción, pero al público más adulto no se les va a escapar esa mirada de miedo entre sus padres, por saber si su hija será capaz de desenvolverse en un mundo enorme y poco amable a la hora de prestar ayuda.
Esa doble lectura la seguimos viendo más tarde, en uno de esos momentos en que Pixar disfraza de comedia lo desolador: ver a la entrañable pez azul deambulando por el amplio océano preguntando qué se le ha perdido es algo gracioso, sino fuera porque no nos hemos parado a pensar en el drama de buscar algo sin saber lo que es.

Cuando por fin Dory recuerda que tiene que buscar a su familia, sencillamente se va.
Sin mirar atrás, dejando que sus amigos la acompañen pero sin prestar atención a que ellos corren el mismo peligro que corre ella en océano abierto, hogar de terribles depredadores. Es en estos gestos donde la historia se crece y no nos permite olvidarnos de una cosa esencial: Dory y su memoria pueden ser fuente de risas, pero también una frustrante minusvalía que quizá en algunos momentos es más molesta que otra cosa.
Un Marlin enfadado por su inconsciencia la reprocha que de nuevo ha estado a punto de arruinarlo todo, como tantas otras veces, como siempre. Y a veces es duro que tus propios amigos te recuerden tus faltas, pero es su deber hacerlo cuando sabes que por ellas te metes en problemas una y otra vez.

Prosiguiendo la búsqueda de sus padres, Dory llegará a una instalación marina donde los peces nadan en acuarios y son rehabilitados para su vuelta al mar. Puede que, sabiendo que el océano ya no alberga secretos (sobre todo atendiendo a la extraordinaria animación con la que está recreado), Pixar decidiera que esta aventura debería ser parte de ese entorno extraño donde diversas especies conviven para disfrute del turista, sin olvidarse de tirar alguna que otra pulla sobre la naturaleza de dichos sitios (¿de verdad es buena idea poner piscinas para que los niños manoseen a cualquier pez que se les ponga al alcance de su mano?).
La trampa era olvidarse, entre tanto nuevo personaje y tanta persecución al extremo, del pequeñito drama personal de Dory en los primeros compases, y si bien se hace para dejar espacio a que nos sorprendan las habilidades de camuflaje del pulpo Frank y la divertida ceguera de la ballena Destiny, llega un punto en que todos esos elementos solo estaban ahí para resaltar otra cosa: lo triste que tiene que ser no recordar todas esas risas, todos esos compañeros que nos apoyaron, todos los buenos momentos con otros como le pasa a la ya no tan graciosa pez azul.

Es un momento inusualmente oscuro de la película, donde se recalca la soledad que se siente cuando nada responde a lo que tu quieres y sabes que es culpa tuya: tanto peor porque no sabes por qué es culpa tuya.
Y sin embargo, la solución siempre estuvo frente a Dory, pues después de ese momento de crisis emocional se da cuenta de que nunca habría llegado tan lejos si no fuera ella, y de que sus amigos nunca la habrían acompañado de no ser ella como es.
La solución a su memoria siempre fue ella: no la pez que decepciona a sus amigos, sino la que es capaz de acompañar a un padre en busca de su hijo o partir en busca de su familia sin pensarlo un segundo. Porque si pensara ese segundo, ya no sería Dory.

De aceptar los defectos, y aceptarlos también con todas nuestras virtudes, va esta sencilla historia personal de la que creímos que era solo un chiste con patas.
En la primera búsqueda de un pez aprendimos que no se puede proteger a nadie siempre, y en esta segunda que ni tú mismo deberías tratar de proteger a los demás de todo lo bueno que puedes ofrecer. Nada mal para un pez payaso que no sabe hacer chistes y su amiga con pérdidas de memoria a corto plazo.
Charles
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