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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Serie de TV. Animación. Fantástico. Terror Serie de TV (2017-2021). 4 temporadas. Inspirada por la clásica serie de videojuegos 'Castlevania', sigue la historia de oscura fantasía medieval que sigue los pasos del último superviviente del clan Belmont, Trevor, mientras intenta salvar a Europa del Este de la extinción a manos del mismísimo Drácula. (FILMAFFINITY)

Estreno 4 temporada en Netflix: 13 mayo 2021
5 de diciembre de 2018
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Esto no parece una serie especialmente planificada.
Más bien parece una apuesta, un afortunado accidente.
Un “hey, Castlevania mola un montón, ¿por qué no hacemos algo con ello?”. Por eso han hecho una primera temporada más de prueba que otra cosa, para acto seguido sacar una segunda apresurada donde las virtudes no se han pulido del todo.

Pero sí, volver al castillo de Drácula sin un mando en las manos mola más de lo esperable, y la culpa habrá que echársela a una historia que no se queda demasiado tiempo en una sola nota.
Clanes milenarios de cazadores o hechiceros, seres maléficos más antiguos que el tiempo, horribles criaturas de la noche y la santa corrupta madre Iglesia se dan cita con animación fluida de picos afilados, conjurando una fantasía ultraviolenta en la Transilvania de algún siglo pasado.
Encima, como guinda está el mismísimo Vlad Tepes, el Empalador, clamando venganza a los seres mortales porque le arrebataron la única mujer que alguna vez amó en la muerte: hay cierta nobleza en el monstruo que es capaz de apreciar la vida humana, sin necesidad de poseerla, y eso se acaba convirtiendo en la puerta de entrada a simpatizar con su compleja inmortalidad.

Naturalmente, con el aparente villano a la vista los héroes no pueden estar lejos, y en este caso es un trío de piezas díscolas que no parecen encajar en ninguna facción de la época: Trevor Belmont es el cínico cazador de familia proscrita, Sypha la resolutiva hechicera atada a una tradición de obediencia, y Alucard un supuesto salvador vampiro que se enfrenta al dilema de matar a un padre que antes admiraba.
Los tres, por supuesto, como todo buen viaje del héroe, no son tan buenos en sus ingeniosas réplicas como cuando dejan traslucir aquello que les falta, apoyándose en sencillos gestos de confianza hasta ahora vedados de la vida superviviente que han llevado. Se permiten la debilidad de cuidar de alguien, capaz de marcar la diferencia en cualquier batalla.
Todo lo contrario que Drácula y sus aliados Godbrand y Carmilla, vampiros más viciosos y brutales que albergan una venganza pura contra “el ganado”, mientras se burlan de que su señor se ha vuelto blando, viejo, vulnerable por haber reunido el valor de amar a Lisa, la madre de Alucard, sin querer cambiarla.

Una reflexión moral se cuela entonces entre los latigazos y los sablazos hemoglobínicos a monstruos, donde no estorba.
La sensación triste de que todos perdemos cuando nos dejamos llevar por el odio, y esa es una fuerza irresistible que no solo aprovechan las criaturas sobrenaturales, sino también los hombres santos de crucifijos en las manos.
Porque el mismo señor de las tinieblas puede querer a una humana, pero entonces dejará de serlo: no se puede hacer el mal queriendo un poco de bien.

El Mal siempre adoptará otra forma, aparecerá de improviso y abandonará a los que duden de su existencia.
Como castillo de Drácula, una vez plantado no se puede mover tan fácilmente.
Y no son tan importantes los monstruos que controla como los corazones que envilece.

Hasta el Diablo llora cuando no puede volver a ser quien era.
Es un bonito trasfondo a lo que no deja de ser una aventura sangrienta con criaturas a las que repartir muerte.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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