La vida de un personaje durante poco más de veinticuatro horas no daría para mucho si no llega a ser interpretado por Jack Lemmon. Lejos de sus muecas famosas se acerca al drama personal, se trata de alguien que en apariencia lo tiene todo, que podría ser la envidia de cualquiera, y sin embargo su vida es triste. El registro dramático le sienta mejor a Lemmon, no me extraña esta vez que ganara el premio al mejor actor del año porque es capaz de transmitir un desasosiego interior que me hace pensar que más allá de esas veinticuatro horas las cosas no le van a ir mejor. No lo sabremos, es un supuesto, pero las cosas pintan mal para él.

Cada uno interpretará lo del tigre como quiera, metáfora y símbolo del luchador que no se rinde nunca, o lo que sea, allá cada uno. Yo creo que Lemmon da pena, puede tener un coche con teléfono, puede tener cocinera, a su hija bien colocada en un colegio de Europa y un traje de seda que es la envidia de todos. ¿Pero es feliz?; yo no me cambiaría por él, jamás. La vida puede ser más sencilla, con un poco de hierba, bien rodeado de gente sana, libre, haciendo el amor sin complejos siempre que sea beneficioso para el cuerpo y el alma, sin meterse con nadie, camuflados por un sistema que no se puede cambiar. El capitalismo es indestructible pero la actitud ante el sistema es lo que cuenta. Los hippies tenían razón, la chica autoestopista le da cien mil vueltas a Jack, pobre Jack, él no puede cambiar de vida ya...