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España España · Madrid
Voto de horacio:
10
Musical. Romance. Comedia Versión cinematográfica del mito de Pigmalión, inspirada en la obra teatral homónima del escritor irlandés G.B. Shaw (1856-1950). En una lluviosa noche de 1912, el excéntrico y snob lingüista Henry Higgins conoce a Eliza Doolittle, una harapienta y ordinaria vendedora de violetas. El vulgar lenguaje de la florista despierta tanto su interés que hace una arriesgada apuesta con su amigo el coronel Pickering: se compromete a enseñarle a ... [+]
29 de julio de 2008
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que hace sonreír también hace sufrir en esta obra teatral en la que un hombre de enorme talento como George Bernard Shaw (1856-1950), adalid de las causas sociales y de la defensa de la independencia de la mujer, no pudo modificar o no supo corregir el rumbo de la historia y de sus propios intereses sociales y sentimentales frente al irresistible y peligroso encanto femenino.

Otros dramaturgos sí se atrevieron a dar un paso más; por ejemplo, el sueco Strindberg (1849-1912) asegurando que la mujer era un demonio castrador del que había que huir de cualquier modo, o bastante antes el noruego Henrik Ibsen (1828-1906), quien nada menos que en 1879 planteó la independencia absoluta de la mujer en Casa de muñecas, probablemente la obra que da comienzo al considerado teatro moderno.

Pero el gran Bernard Shaw que había llegado a resolver satisfactoriamente para el sexo femenino disputas graves entre madre e hija en La profesión de la señora Warren (respetada burguesa tras años de prostitución de alto nivel), escribió Pigmalión aprovechando el mito griego de Galatea, bellísima escultura que cobra vida ante la pasión de su observador. En el manuscrito original de esta pieza teatral convertida en musical que se representa en todo el mundo constantemente, Bernard Shaw deja dos finales: el que todos conocen y otro, ideal, que nunca se representó (ver spoiler).

Quien vea la película se dará cuenta de qué hablo: cuestión de amor con pantuflas. Pero lo más importante es que el prototipo masculino, rico e intelectualmente sabio, es emocionalmente un adolescente maleducado que no sabe expresar sus emociones...

Y aquí que llega George Cukor, un hombre de vida sentimental homosexual que supo como nadie en el cine comprender y adorar a las mujeres, y es capaz de dar precisa, elegante, emocionante forma cinematográfica a esta obra aparentemente pueril y sin embargo profunda, bellísima en todas sus facetas e incluso en su dulce y amargo final.

La elección de la maravillosa Audrey como protagonista levantó ampollas, y justo resentimiento en gente como Julie Andrews que había hecho con éxito la función en el teatro, y todo porque Audrey no canta, hace playback de una chica cuyo nombre sale en algunos créditos en letra pequeña, cantante desconocida, claro está. Realiza una gran interpretación, pero no canta, algo terrible si se tiene en cuenta que, exceptuando un par de números musicales de conjunto y los dos cuadros a cargo del padre de la protagonista, todo el peso de la función está en manos de su voz... Pero la película es tan buena que sobrevive a barbaridades como esa: My fair lady, un delicioso paseo por el interclasismo, la picaresca callejera y el dolor de un bello, sincero y conmovedor amor... dependiente con un gran reparto y maravillosa partitura que todo el mundo puede tararear con facilidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
horacio
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