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Voto de Baxter:
10
8,1
20.868
Comedia
En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
16 de enero de 2008
32 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luis García Berlanga llevó a cabo el proyecto de Plácido cuatro años después de rodar Los jueves milagro, impunemente modificada y recortada por la censura franquista. Tras ese paréntesis, Berlanga vuelve en plena forma para rodar Plácido, la película que a la postre sería una de sus tres obras maestras, junto con ¡Bienvenido Mr. Marshall! y El verdugo, una de las más lúcidas y ácidas críticas de la sociedad de la época, construida alrededor de la hipocresía y de la apariencia, con la singular estructura de Berlanga.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Plácido es un retrato cínico sobre la caridad cristiana de las clases burguesas de mitad del siglo XX en España. Una sociedad psicológicamente deprimida que se nutre de las apariencias, del engaño, del egoísmo y del desprecio soterrado hacia los más desheredados. Personas que aceptan de buena gana el abuso prolongado de los más poderosos y que no asumen su incapacidad de transmitir ternura, aceptar un compromiso social o mostrar un ápice de solidaridad con los miserables e ignorantes. Debido a ello, las ridículamente llamadas fuerzas vivas de esta capa social son capaces de llevar a cabo una desasosegante campaña navideña con el lema “Siente un pobre a su mesa esta Navidad”; una campaña a todas luces oportunista, desorbitada y falaz.
Berlanga filma un extraño y complejo entramado de pequeñas historias demasiado nuestras y las deja fluir con soltura, en ausencia de manipulaciones emocionales o sentimentalistas, sin golpes de efecto, para que cada cual vaya sacando sus propias conclusiones libremente. Plácido es un retrato cruel, agresivo, duro, en donde todos sus personajes son culpables de moverse por actitudes egoístas (ninguno se salva, exceptuando irónicamente el papel de la amante libertina, interpretado por Amparo Soler Leal) y todas las instituciones que dan soporte a la película, como la familia o la justicia, se presentan como opresoras, impotentes y ridículas. La película es también una farsa moral, un intento de Berlanga y el gran guionista Rafael Azcona (El pisito, El verdugo, Vivan los novios, El cochecito...) de revolvernos en el asiento ante tamaña crítica social.
El caso de Plácido, genialmente interpretado por Cassen, merece un capítulo aparte. En él se dan cita todos los anhelos, circunstancias y preocupaciones de un ciudadano español de la época; un hombre honrado, necesitado, con varios hijos, profundamente humano, que desea progresar en la vida con el esfuerzo de su propio trabajo y que por este motivo se encuentra estrechamente ligado al instrumento de su sudor: un motocarro. Su trabajo en la película es rico en matices, con una enorme variedad de registros dramáticos y una personalidad que aporta cohesión y viveza a su papel.
El tono de la película es burlón, cáustico, rozando el neorrealismo italiano y el esperpento de Valle. Recordemos las escenas de la llegada de las artistas a la estación y, sobre todo, la cínica subasta de estrellas en el casino de la ciudad, en donde se refleja la hipócrita ostentación pública de los patéticos pudientes y la precariedad económica de la sociedad de entonces, circunstancias que favorecen la soberbia crítica de Berlanga y el fluir metódico y sinuoso de una película de imprescindible visionado para todos los amantes del cine.
Berlanga filma un extraño y complejo entramado de pequeñas historias demasiado nuestras y las deja fluir con soltura, en ausencia de manipulaciones emocionales o sentimentalistas, sin golpes de efecto, para que cada cual vaya sacando sus propias conclusiones libremente. Plácido es un retrato cruel, agresivo, duro, en donde todos sus personajes son culpables de moverse por actitudes egoístas (ninguno se salva, exceptuando irónicamente el papel de la amante libertina, interpretado por Amparo Soler Leal) y todas las instituciones que dan soporte a la película, como la familia o la justicia, se presentan como opresoras, impotentes y ridículas. La película es también una farsa moral, un intento de Berlanga y el gran guionista Rafael Azcona (El pisito, El verdugo, Vivan los novios, El cochecito...) de revolvernos en el asiento ante tamaña crítica social.
El caso de Plácido, genialmente interpretado por Cassen, merece un capítulo aparte. En él se dan cita todos los anhelos, circunstancias y preocupaciones de un ciudadano español de la época; un hombre honrado, necesitado, con varios hijos, profundamente humano, que desea progresar en la vida con el esfuerzo de su propio trabajo y que por este motivo se encuentra estrechamente ligado al instrumento de su sudor: un motocarro. Su trabajo en la película es rico en matices, con una enorme variedad de registros dramáticos y una personalidad que aporta cohesión y viveza a su papel.
El tono de la película es burlón, cáustico, rozando el neorrealismo italiano y el esperpento de Valle. Recordemos las escenas de la llegada de las artistas a la estación y, sobre todo, la cínica subasta de estrellas en el casino de la ciudad, en donde se refleja la hipócrita ostentación pública de los patéticos pudientes y la precariedad económica de la sociedad de entonces, circunstancias que favorecen la soberbia crítica de Berlanga y el fluir metódico y sinuoso de una película de imprescindible visionado para todos los amantes del cine.