Para ser un telefilme, las intenciones no son malas (nadie quiere hacer algo malo adrede) pero a veces salen cosas abortivas de las mentes de algunos realizadores-productores con poco talento, si acaso para coger un dinero y transformarlo en porquería para el ocio.
En este caso, la intentona no es mala, pero es limitada. Ni siquiera la aparición de la curtida en estas lides y otrora sex symbol del cine de terror Neve Campbell (Scream, El Rascacielo) y a la par productora ejecutiva logra salvar del todo los muebles, aunque es encomiable el trabajo de todos ellos, se queda en una película intrascendente para el que la observa. Eso sí, no daña la vista y se deja ver al menos, entre una aceptable ambientación en el mundo amish. Pero sólo eso es lo más destacable entre tantas sombras lideradas por un malvado bastante endeble y poco creíble y por un reparto que no sabe hacer nada más que hablar sus diálogos. A su vez, está rodada como si fuera un episodio piloto de una serie, y el veterano director Stephen Gyllenhaal (El País del Agua) se ve en parte desubicado quizás porque lo último que ha dirigido son episodios de bastantes series, aunque las más reconocidas son posteriores a esta película, tales como Billions o Bosch (altamente recomendadas, por cierto).
En general, no aporta nada, pero en el mundillo de los telefilmes sería de lo mejor que puede haber.