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España España · Madrid
Voto de Naran:
8
Romance. Drama Inglaterra, siglo XIX. Crónica de la intensa historia de amor entre el poeta inglés John Keats (Ben Whishaw) y Fanny Bawne (Abbie Cornish). (FILMAFFINITY)
24 de septiembre de 2010
29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
De felicidad e infelicidad.

Estrella brillante, si fuera constante como tú,
no en solitario esplendor colgada de lo alto de la noche
y mirando, con eternos párpados abiertos,
como de naturaleza paciente, un insomne Eremita,
las móviles aguas en su religiosa tarea
de pura ablución alrededor de tierra de humanas riberas,
o de contemplación de la recién suavemente caída máscara
de nieve de las montañas y páramos.
No, aún todavía constante, todavía inamovible,
recostada sobre el maduro corazón de mi bello amor,
para sentir para siempre su suave henchirse y caer,
despierto por siempre en una dulce inquietud,
silencioso, silencioso para escuchar su tierno respirar,
y así vivir por siempre o si no, desvanecerme en la muerte.

Bright Star no es una poesía de John Keats. Es un retazo de ese sentimiento amoroso que algunos no llegarán a comprender. Puntada a puntada, el amor es placer y dolor, generosidad y egoísmo, es cotidiano y extraordinario, dulce y amargo, fugaz y eterno. Un instante, para toda la vida.

Jane Campion ha conseguido una película que, siendo muy clásica y arquetípica, esconde muchos contrastes. La frialdad de los amores victorianos, que a la vez esconde una pasión muy contenida pero palpable. O la bendita mediocridad del campo que a la vez esconde personalidades complejas. Personas sencillas capaces de ir más allá de las convenciones e historias de una época... pero en ella. Todo esto, por medio de un guión con buen ritmo, una estética visual preciosa y una historia sin alardes. Y el cuidado, cariño y delicadeza por cada detalle.

Y es que no decae nunca. Los primeros escarceos, las primeras miradas, los primeros momentos de desconcierto. La dificultad de expresar en palabras, los mensajes de amor, las mariposas, el dolor por la parquedad de la última carta... el motivo más nimio. O el momento cumbre de pasión: los besos en el río. Y lo es. Dejemos a un lado la figura del creador y de la musa. Centrémonos en disfrutar y sufrir el amor. Me pregunto si somos capaces de reconocernos en ellos.

Muy pocos saben engañar y transmitir algo que no se siente y vive.
Naran
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