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Voto de Miquel:
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Comedia
Un productor de Broadway, que está en la ruina, y un contable organizan un plan que consiste en estafar a varias ancianas con el fin de recaudar fondos para financiar una pésima obra musical. El inevitable fracaso de la obra les permitiría quedarse con todo el dinero (FILMAFFINITY)
14 de noviembre de 2009
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer largometraje de Mel Brooks (NY, 1926), tras una dilatada experiencia en TV. El guión es original del propio Brooks. Se rueda en escenarios exteriores e interiores de NYC (Lincoln Center, Central Park, Empire State Building, Chrysler Building ...) con un presupuesto modesto. Nominado a 2 Oscar, gana uno (guión). Producido por Sidney Glazier para Crossbow, MGM y Springtime, se presenta en sesión de preestreno el 18-III-1968 (NYC).
La acción dramática tiene lugar en NYC (despacho de Max, Central Park, Playhouse Theater...) a lo largo de varios meses, entre 1966 y 1967. Max Bialystock (Mostel) es un productor teatral, de unos 60 años y de origen judío, que tuvo en el pasado una gran etapa de esplendor, pero que por causas diversas se encuentra actualmente en la ruina. Se asocia con el contable Leo Bloom (Wilder), de la firma “Whitehall y Marx”, colaboradora del servicio de inspección de la Hacienda Pública. Montan en sociedad un singular espectáculo musical titulado “Springtime for Hitler”, que estrenan en un teatro de Broadway. Max conserva una aguda capacidad de seducir a ancianas adineradas y Leo es un avispado contable, especialista en ingeniería financiera creativa, que padece una baja autoestima y crisis de ansiedad y de histeria.
El film suma comedia alocada, parodia y farsa. Para algunos analistas es la obra más fresca y inspirada de Mel Brooks. Supone el regreso a la gran pantalla del actor Zero Mostel (1915-77), que triunfó en el teatro, tras su inclusión en la lista negra del infausto senador Joseph McCarthy y su “caza de brujas”. El film rinde homenaje a NYC, al teatro, al amor libre, a la actividad sexual de las personas mayores, al baile, al baile de Cascanueces (Juramento de Sigfrido) y al grupo de danza de Busby Berkeley (1895-1976), etc.
El relato se basa en una historia tan hilarante como inverosímil, que sostiene el despliegue de un relato irónico, burlesco, sarcástico y mordaz, que mezcla humor negro, humor surrealista, humor iconoclasta, mofa, ridiculización, exageraciones y absurdo, llamado con frecuencia “humor judío”. La combinación da lugar a un film vigoroso, intenso, crítico, agudo y sumamente divertido, exento de los excesos del cine posterior de Brooks.
Las burlas se refieren a la locura del militarismo nazi, la ridiculez de su ostentosa parafernalia, al absurdo culto personal al líder (escena de la apoteosis), la multitud entusiasta de personas dispuestas a hacer de Hitler (en las tablas y fuera de ellas), al paso de la oca, el saludo hitleriano, los desfiles militares patrióticos, la cruz gamada, etc. Sugiere la similitud que guarda el fanatismo nazi y el caos que preside el desarrollo de la acción y, de modo muy especial, algunas escenas culminantes. Añade algunas referencias burlescas a los estereotipos alemanes (puntualidad, afición al cronómetro...).
La acción dramática tiene lugar en NYC (despacho de Max, Central Park, Playhouse Theater...) a lo largo de varios meses, entre 1966 y 1967. Max Bialystock (Mostel) es un productor teatral, de unos 60 años y de origen judío, que tuvo en el pasado una gran etapa de esplendor, pero que por causas diversas se encuentra actualmente en la ruina. Se asocia con el contable Leo Bloom (Wilder), de la firma “Whitehall y Marx”, colaboradora del servicio de inspección de la Hacienda Pública. Montan en sociedad un singular espectáculo musical titulado “Springtime for Hitler”, que estrenan en un teatro de Broadway. Max conserva una aguda capacidad de seducir a ancianas adineradas y Leo es un avispado contable, especialista en ingeniería financiera creativa, que padece una baja autoestima y crisis de ansiedad y de histeria.
El film suma comedia alocada, parodia y farsa. Para algunos analistas es la obra más fresca y inspirada de Mel Brooks. Supone el regreso a la gran pantalla del actor Zero Mostel (1915-77), que triunfó en el teatro, tras su inclusión en la lista negra del infausto senador Joseph McCarthy y su “caza de brujas”. El film rinde homenaje a NYC, al teatro, al amor libre, a la actividad sexual de las personas mayores, al baile, al baile de Cascanueces (Juramento de Sigfrido) y al grupo de danza de Busby Berkeley (1895-1976), etc.
El relato se basa en una historia tan hilarante como inverosímil, que sostiene el despliegue de un relato irónico, burlesco, sarcástico y mordaz, que mezcla humor negro, humor surrealista, humor iconoclasta, mofa, ridiculización, exageraciones y absurdo, llamado con frecuencia “humor judío”. La combinación da lugar a un film vigoroso, intenso, crítico, agudo y sumamente divertido, exento de los excesos del cine posterior de Brooks.
Las burlas se refieren a la locura del militarismo nazi, la ridiculez de su ostentosa parafernalia, al absurdo culto personal al líder (escena de la apoteosis), la multitud entusiasta de personas dispuestas a hacer de Hitler (en las tablas y fuera de ellas), al paso de la oca, el saludo hitleriano, los desfiles militares patrióticos, la cruz gamada, etc. Sugiere la similitud que guarda el fanatismo nazi y el caos que preside el desarrollo de la acción y, de modo muy especial, algunas escenas culminantes. Añade algunas referencias burlescas a los estereotipos alemanes (puntualidad, afición al cronómetro...).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Son objeto de sátira la libertad de costumbres de la mujer de los años 60 y sus convicciones sobre el amor libre, la libertad sexual, los romances efímeros, el sexo de aventura y la igualdad de sexos. La sueca del film, identificada por los protagonistas varones como una bomba sexual, se ve relegada por ellos a funciones que demuestran su corteza de miras y la incapacidad masculina de entender la naturalidad y la irreversibilidad de los valor de la nueva mujer occidental.
La revolución sexual de los 60, que arraiga en EEU y Europa, cuenta con un importantísimo punto de apoyo: las madres y, sobre todo, las abuelas de las chicas jóvenes. Este hecho se ve recogido en la cinta desde un punto de vista irónico y burlón.
La comicidad se basa, además, en el uso de prendas de vestir y útiles estrafalarios, como los cinturones de cartón, los pañuelos-bayeta, etc.; los juegos infantiles practicados por mayores (carrusel de feria, globo de mano, etc.); medios impropios, como la exagerada manguera vista para la extinción vecinal de incendios, etc. También se han de citar los fantasiosos símbolos de la primavera, encarnados por bailarinas ataviadas con complementos exóticos, el machismo y temas que han dejado de ser motivo de humor, como el travestismo y la homosexualidad. Añade críticas adicionales al autoritarismo, la dificultad de reforma de los estafadores, la estupidez de muchos, la locura de algunos, los fanatismos de todos los colores, los juegos eróticos fetichistas (“La condesa y el chofer Rodolfo”, “El rapto y la cruel violación de Lucrecia”...), la pulsión natural del deseo y las consiguientes reclamaciones desatendidas de Eva Braun, etc.
La banda sonora, de John Morris (“El hombre elefante”, Lynch, 1980) es rítmica, colorista, burlona y alegre. Se complementa con dos canciones originales de Mel Brooks (“We’re Prisoners of Love” y “Springtime for Hitler”) y una de Norman Blagman (“Love Power”). La fotografía, de Joseph F. Coffey (“Un hombre para Ivy”, D. Mann, 1968), en color, se caracteriza por la sobriedad, la abundancia de escenas rodadas a cámara fija, su atención a la expresión corporal y el destacado protagonismo visual de los protagonistas. Añade un sugerente plano cenital de un grupo mixto de baile en disposición de cruz gamada en movimiento.
La rapidez de la narración y la riqueza de detalles aconseja ver 2 o 3 pases de la cinta, separados temporalmente. Sin ser una gran obra, es una buena película, que conserva gran parte de su capacidad de hacer las delicias del público aficionado a la comedia alocada, heredera de la “screwball comedy” americana de los años 30 y 40.
Bibliografia
Ángela ERRIGO, “Los productores”, ‘1.001 películas que hay que ver antes de morir’, pág. 496, Grijalbo, Barcelona 2006.
La revolución sexual de los 60, que arraiga en EEU y Europa, cuenta con un importantísimo punto de apoyo: las madres y, sobre todo, las abuelas de las chicas jóvenes. Este hecho se ve recogido en la cinta desde un punto de vista irónico y burlón.
La comicidad se basa, además, en el uso de prendas de vestir y útiles estrafalarios, como los cinturones de cartón, los pañuelos-bayeta, etc.; los juegos infantiles practicados por mayores (carrusel de feria, globo de mano, etc.); medios impropios, como la exagerada manguera vista para la extinción vecinal de incendios, etc. También se han de citar los fantasiosos símbolos de la primavera, encarnados por bailarinas ataviadas con complementos exóticos, el machismo y temas que han dejado de ser motivo de humor, como el travestismo y la homosexualidad. Añade críticas adicionales al autoritarismo, la dificultad de reforma de los estafadores, la estupidez de muchos, la locura de algunos, los fanatismos de todos los colores, los juegos eróticos fetichistas (“La condesa y el chofer Rodolfo”, “El rapto y la cruel violación de Lucrecia”...), la pulsión natural del deseo y las consiguientes reclamaciones desatendidas de Eva Braun, etc.
La banda sonora, de John Morris (“El hombre elefante”, Lynch, 1980) es rítmica, colorista, burlona y alegre. Se complementa con dos canciones originales de Mel Brooks (“We’re Prisoners of Love” y “Springtime for Hitler”) y una de Norman Blagman (“Love Power”). La fotografía, de Joseph F. Coffey (“Un hombre para Ivy”, D. Mann, 1968), en color, se caracteriza por la sobriedad, la abundancia de escenas rodadas a cámara fija, su atención a la expresión corporal y el destacado protagonismo visual de los protagonistas. Añade un sugerente plano cenital de un grupo mixto de baile en disposición de cruz gamada en movimiento.
La rapidez de la narración y la riqueza de detalles aconseja ver 2 o 3 pases de la cinta, separados temporalmente. Sin ser una gran obra, es una buena película, que conserva gran parte de su capacidad de hacer las delicias del público aficionado a la comedia alocada, heredera de la “screwball comedy” americana de los años 30 y 40.
Bibliografia
Ángela ERRIGO, “Los productores”, ‘1.001 películas que hay que ver antes de morir’, pág. 496, Grijalbo, Barcelona 2006.