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Voto de Miquel:
8
7,6
12.589
Drama
Sévérine, una joven casada con un atractivo cirujano, descubre la existencia de la prostitución diurna. Impulsada por la curiosidad, ingresa en la casa de citas de Anaïs y termina acostumbrándose a llevar una doble vida. La aparición de Marcel, un delincuente que se enamora de ella, complicará la situación de la protagonista. En 2006 contó con una secuela, "Belle Toujours", dirigida por Manoel de Oliveira. (FILMAFFINITY)
13 de febrero de 2009
95 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film de Luis Buñuel que obtuvo un gran éxito de público y crítica. El guión, de L. Buñuel y de su colaborador habitual durante la etapa francesa, Jean-Claude Carrière, adapta la novela “Belle de Jour” (1928), de Joseph Kessel, novelista francés, nacido en Argentina, de origen judeo-lituano, que fue miembro de la Academia Francesa. Se rueda en escenarios exteriores de Paris (Campos Elíseos, Bois de Boulogne, Chalet de la Gran Cascada ...) y en los platós de Studios Franstudio (Saint-Maurice). Obtiene el León de oro, de Venecia. Producido por Raymond y Roger Hakim para Paris Films Productions (Paris) y Five Films (Roma), se estrena el 24-V-1967 (Francia).
La acción dramática tiene lugar en Paris y alrededores en 1965-66. Séverine Sérizy (Deneuve), de 23 años, casada desde hace casi un año con el cirujano Pierre Sérizy (Sorel), a causa de un trauma infantil (probablemente debido a abusos sexuales continuados por parte de un hombre mayor) es frígida, no comparte el lecho con el marido y alivia la tensión sexual mediante fantasías sadomasoquistas. Con el deseo de superar sus represiones, se pone a trabajar como prostituta a tiempo parcial (de 2 a 5 de la tarde). Séverine es hermosa, elegante y refinada. Encarna la imagen de la virginidad, la perfección y la elegancia. Es fría y distante, pero está enamorada de Pierre, que es comprensivo y tolerante con ella.
El film desarrolla un drama psicológico, que nace de una experiencia traumática infantil, se manifiesta a través de una conducta sexual desordenada, da lugar a fantasías eróticas perversas e impulsa comportamientos de riesgo. El tema permite al realizador explorar la psicología de los personajes, una de sus tareas predilectas. Se plantea cuestiones referentes a los instintos, la racionalidad y la conducta, en los que halla un campo amplio de reflexión e investigación, acorde con sus gustos, conocimientos y experiencia. El análisis que desarrolla se ajusta al estado de la ciencia en su momento.
Las limitaciones de la ciencia, entonces y ahora, mueven al realizador a explicarse con precaución y sin afanes de exhaustividad. Apunta las causas posibles con indicaciones someras que dejan en manos del espectador el completarlas. Responde a las preguntas sobre las causas sugiriendo respuestas esbozadas o simplemente enunciadas. Las referencias a los comportamientos se apoyan en elipsis que reclaman supuestos y sobreentendidos. La indefinición del relato contribuye a elevar el tono de misterio y oscuridad, que potencia el dramatismo de la historia. El interés de la protagonista por afrontar y resolver los problemas que la afectan y las consecuencias imprevisibles de sus actos aportan elementos que, administrados con la pericia de Buñuel, dan fuerza y vigor al relato. La serena belleza y el rostro angelical de Séverine ocultan un mundo interior de angustia, frustraciones y desesperación.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en Paris y alrededores en 1965-66. Séverine Sérizy (Deneuve), de 23 años, casada desde hace casi un año con el cirujano Pierre Sérizy (Sorel), a causa de un trauma infantil (probablemente debido a abusos sexuales continuados por parte de un hombre mayor) es frígida, no comparte el lecho con el marido y alivia la tensión sexual mediante fantasías sadomasoquistas. Con el deseo de superar sus represiones, se pone a trabajar como prostituta a tiempo parcial (de 2 a 5 de la tarde). Séverine es hermosa, elegante y refinada. Encarna la imagen de la virginidad, la perfección y la elegancia. Es fría y distante, pero está enamorada de Pierre, que es comprensivo y tolerante con ella.
El film desarrolla un drama psicológico, que nace de una experiencia traumática infantil, se manifiesta a través de una conducta sexual desordenada, da lugar a fantasías eróticas perversas e impulsa comportamientos de riesgo. El tema permite al realizador explorar la psicología de los personajes, una de sus tareas predilectas. Se plantea cuestiones referentes a los instintos, la racionalidad y la conducta, en los que halla un campo amplio de reflexión e investigación, acorde con sus gustos, conocimientos y experiencia. El análisis que desarrolla se ajusta al estado de la ciencia en su momento.
Las limitaciones de la ciencia, entonces y ahora, mueven al realizador a explicarse con precaución y sin afanes de exhaustividad. Apunta las causas posibles con indicaciones someras que dejan en manos del espectador el completarlas. Responde a las preguntas sobre las causas sugiriendo respuestas esbozadas o simplemente enunciadas. Las referencias a los comportamientos se apoyan en elipsis que reclaman supuestos y sobreentendidos. La indefinición del relato contribuye a elevar el tono de misterio y oscuridad, que potencia el dramatismo de la historia. El interés de la protagonista por afrontar y resolver los problemas que la afectan y las consecuencias imprevisibles de sus actos aportan elementos que, administrados con la pericia de Buñuel, dan fuerza y vigor al relato. La serena belleza y el rostro angelical de Séverine ocultan un mundo interior de angustia, frustraciones y desesperación.
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La combinación de realidad y sueños y la suma ambigua que en ocasiones se da de ambos componentes, introduce factores que más que incrementar la complejidad de las situaciones, generan efectos de apelación a la imaginación, iniciativa y fantasía. La visión del film resulta tanto más grata y satisfactoria cuanto más activa es la disposición del espectador. Este hecho podría explicar, al menos en parte, las diferentes acogidas que la cinta ha tenido y tiene en ámbitos diversos del público. El acierto de Buñuel a la hora de plantear un relato inacabado e incompleto, pero sugerente y abierto, ha sido posiblemente una de las causas de su resistencia al envejecimiento.
La cinta suma, y en ocasiones mezcla, sueños, fantasías, imaginación, símbolos y realidad. En esta ocasión el componente surrealista de los sueños tiene mayor peso que en los films inmediatamente anteriores, por lo que algunos críticos hablan de recuperación de técnicas de la primera etapa del realizador. Un análisis sosegado y detallado posiblemente pondría de relieve que el film dosifica la combinación de elementos diversos de acuerdo con las exigencias de la propia historia y de su traslación al celuloide. En todo caso, no se trata tanto de un film surrealista, como de un film que aborda un problema humano profundo y de alcance dramático con una sugestiva combinación de recursos realistas, simbólicos y surrealistas.
No falta la crítica habitual a la burguesía y a sus prácticas perversas. Por la pantalla desfilan voyeurismo, pedofilia, sadismo, masoquismo, sadomasoquismo, necrofilia, dominación, humillación, bondage, machismo, fetichismo, coprofilia, celos, etc. Las críticas a la aristocracia son más severas: ésta añade a las perversiones burguesas prácticas específicas de desprecio de la persona, soberbia, clasismo, intolerancia y deliberada mala educación. La cámara ofrece imágenes de los fantasmas y fetiches propios del realizador: zapatos, botas, látigos, campanillas, cajas misteriosas, personas con defectos físicos o discapacidad (dentadura de Marcel), etc. Muestra armas de fuego en manos de locos, como en “Él” y “Ensayo de un crimen”. Realza imágenes de espaldas desnudas, nalgas y pies.
La interpretación de Deneuve es convincente y fascinante. La banda sonora se sustituye por efectos acústicos que culminan en un coro singular de sonidos diversos (maullidos de gato, viento, mugidos de buey y otros). La fotografía, de Sacha Vierny (“La guerra ha terminado”, Resnais, 1966), en color (eastmancolor), ofrece una visualidad espléndida, que se apoya en un trabajo de cámara, más suave y cuidado de lo habitual en los trabajos del realizador.
La cinta suma, y en ocasiones mezcla, sueños, fantasías, imaginación, símbolos y realidad. En esta ocasión el componente surrealista de los sueños tiene mayor peso que en los films inmediatamente anteriores, por lo que algunos críticos hablan de recuperación de técnicas de la primera etapa del realizador. Un análisis sosegado y detallado posiblemente pondría de relieve que el film dosifica la combinación de elementos diversos de acuerdo con las exigencias de la propia historia y de su traslación al celuloide. En todo caso, no se trata tanto de un film surrealista, como de un film que aborda un problema humano profundo y de alcance dramático con una sugestiva combinación de recursos realistas, simbólicos y surrealistas.
No falta la crítica habitual a la burguesía y a sus prácticas perversas. Por la pantalla desfilan voyeurismo, pedofilia, sadismo, masoquismo, sadomasoquismo, necrofilia, dominación, humillación, bondage, machismo, fetichismo, coprofilia, celos, etc. Las críticas a la aristocracia son más severas: ésta añade a las perversiones burguesas prácticas específicas de desprecio de la persona, soberbia, clasismo, intolerancia y deliberada mala educación. La cámara ofrece imágenes de los fantasmas y fetiches propios del realizador: zapatos, botas, látigos, campanillas, cajas misteriosas, personas con defectos físicos o discapacidad (dentadura de Marcel), etc. Muestra armas de fuego en manos de locos, como en “Él” y “Ensayo de un crimen”. Realza imágenes de espaldas desnudas, nalgas y pies.
La interpretación de Deneuve es convincente y fascinante. La banda sonora se sustituye por efectos acústicos que culminan en un coro singular de sonidos diversos (maullidos de gato, viento, mugidos de buey y otros). La fotografía, de Sacha Vierny (“La guerra ha terminado”, Resnais, 1966), en color (eastmancolor), ofrece una visualidad espléndida, que se apoya en un trabajo de cámara, más suave y cuidado de lo habitual en los trabajos del realizador.