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Cine negro. Intriga
Un nuevo misterio de Philip Marlowe que resultó un éxito de la RKO de la época. En 1975 se hizo una nueva versión con "Adiós, muñeca" (Farewell, My Lovely), con Robert Mitchum como Marlowe. (FILMAFFINITY)
27 de abril de 2011
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film de cine negro e intriga realizado por Edward Dmytryk (1908-1999) a partir de un guión de John Paxton, que adapta la novela de Raymond Chandler “Farewell, My Lovely” (1940). Se rueda en escenarios reales de Hollywood y L.A. (CA) y en los RKO Studios (Hollywood, L.A., CA) entre mayo y julio de 1944 con un modesto presupuesto de 400.000 USD. Producido por Adrian Scott para RKO, se estrena el 9-XII-1944 (EEUU).
El relato se desarrolla en un largo flashback, característico del cine negro clásico, que arranca del presente narrativo (1944) para al final regresar al tiempo y lugar del inicio. Hace uso de la figura del narrador mediante la voz en “off” del protagonista, que explica los hechos en primera persona del singular y desde el punto de vista propio. El lenguaje verbal, próximo al de la novela, es austero, sencillo, directo y, en general, abundante. Presenta la particularidad de una curiosa abundancia de expresiones figuradas o parabólicas, como es el caso de “me siento como pichón en un tiro al blanco”, “dedos como plátanos”, “como sapo sobre una roca seca”, “le dejó la cabeza como si se la hubiera pisado un elefante”, "echas corderos a los lobos", etc. El uso frecuente de este recurso aporta un aire de artificiosidad y de cierta extrañeza al relato, que el autor refuerza con elementos adicionales. Por lo demás, los diálogos, en especial las intervenciones que se ponen en boca del protagonista, Philip Marlowe (Powell), contienen una dosis elevada de ironía, cinismo y burla, que enriquecen la narración y le confieren un brillo singular. El aire burlesco se ve ampliado mediante detalles fugaces de carácter visual, como el encendido de una cerilla mediante el roce de la misma con las nalgas de una imagen de Cupido.
La historia es turbia, compleja y enigmática. Se explica mediante giros, avances y digresiones que desconciertan, confunden y ocasionalmente llaman a engaño al espectador. El hilo argumental sirve al realizador para llevar al público a un viaje a través de un mundo dominado por la desvergüenza, el crimen, la mentira, la corrupción, la simulación, el chantaje y el asesinato. Lo presenta poblado de matones, criminales, corruptos y estafadores. Compone una galería de personajes de moral ambigua, que aparentan ser lo que no son y en algún caso ocultan una personalidad perversa y cruel.
Es uno de los primeros films de cine negro que se ruedan mayoritariamente en escenarios exteriores en beneficio de un estilo que funde realismo y expresionismo. Esto no impide la inclusión de escenas de ensoñación o alucinación y de una experiencia mental surrealista destinada a explicar el mundo interior de un personaje sometido a tratamiento con drogas para conseguir información.
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El relato se desarrolla en un largo flashback, característico del cine negro clásico, que arranca del presente narrativo (1944) para al final regresar al tiempo y lugar del inicio. Hace uso de la figura del narrador mediante la voz en “off” del protagonista, que explica los hechos en primera persona del singular y desde el punto de vista propio. El lenguaje verbal, próximo al de la novela, es austero, sencillo, directo y, en general, abundante. Presenta la particularidad de una curiosa abundancia de expresiones figuradas o parabólicas, como es el caso de “me siento como pichón en un tiro al blanco”, “dedos como plátanos”, “como sapo sobre una roca seca”, “le dejó la cabeza como si se la hubiera pisado un elefante”, "echas corderos a los lobos", etc. El uso frecuente de este recurso aporta un aire de artificiosidad y de cierta extrañeza al relato, que el autor refuerza con elementos adicionales. Por lo demás, los diálogos, en especial las intervenciones que se ponen en boca del protagonista, Philip Marlowe (Powell), contienen una dosis elevada de ironía, cinismo y burla, que enriquecen la narración y le confieren un brillo singular. El aire burlesco se ve ampliado mediante detalles fugaces de carácter visual, como el encendido de una cerilla mediante el roce de la misma con las nalgas de una imagen de Cupido.
La historia es turbia, compleja y enigmática. Se explica mediante giros, avances y digresiones que desconciertan, confunden y ocasionalmente llaman a engaño al espectador. El hilo argumental sirve al realizador para llevar al público a un viaje a través de un mundo dominado por la desvergüenza, el crimen, la mentira, la corrupción, la simulación, el chantaje y el asesinato. Lo presenta poblado de matones, criminales, corruptos y estafadores. Compone una galería de personajes de moral ambigua, que aparentan ser lo que no son y en algún caso ocultan una personalidad perversa y cruel.
Es uno de los primeros films de cine negro que se ruedan mayoritariamente en escenarios exteriores en beneficio de un estilo que funde realismo y expresionismo. Esto no impide la inclusión de escenas de ensoñación o alucinación y de una experiencia mental surrealista destinada a explicar el mundo interior de un personaje sometido a tratamiento con drogas para conseguir información.
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El realismo expresionista, de tradición germana, se manifiesta en proyecciones de sombras, encuadres que distorsionan la imagen (visión frontal de la escalera que sube al bar Florian), escenas nocturnas, iluminaciones intermitentes de neón, personajes ambiguos y la presencia de una mujer fatal, Helen (Trevor), rubia, guapa, atractiva, sensual y seductora. La interpretación que hace Dick Powell del detective privado Philip Marlowe no sólo es acertada, sino que resulta convincente y en general está considerada como una de las mejor conseguidas de todas las realizadas en cine del afamado detective. Chandler manifiesta que es la que mejor se ajusta a las características del personaje ficticio creado por él.
La fotografía, en B/N, de Harry J. Wild (“Los caballeros las prefieren rubias”, Hawks, 1953), se ajusta a los parámetros del cine negro americano en la creación de escenarios, ambientes y atmósferas, de tal modo que se puede considerar como una muestra emblemática de la visualidad del género. Las imágenes de la pesadilla están construidas con habilidad y eficacia. Combinan formas surrealistas, superposición de imágenes, transparencias y composiciones fantasmagóricas. Dan forma a la escena más conocida del film. La banda sonora, de Roy Webb (“Retorno al pasado”, Touneur, 1947), sobresale por su discreción y adaptación a las funciones de acompañamiento. Incluye pocos cortes, la mayoría de música oscura, pero harmónica, y uno con disonancias que anuncian la proximidad de un crimen. En la discoteca se interpreta una melodía chinesca en coherencia con el número de baile que supuestamente centra la atención. El corte de cierre, muy breve, esboza un sencillo tema de amor.
La obra, que resulta interesante y entretenida, es imprescindible para los aficionados al cine negro clásico.
El realismo expresionista, de tradición germana, se manifiesta en proyecciones de sombras, encuadres que distorsionan la imagen (visión frontal de la escalera que sube al bar Florian), escenas nocturnas, iluminaciones intermitentes de neón, personajes ambiguos y la presencia de una mujer fatal, Helen (Trevor), rubia, guapa, atractiva, sensual y seductora. La interpretación que hace Dick Powell del detective privado Philip Marlowe no sólo es acertada, sino que resulta convincente y en general está considerada como una de las mejor conseguidas de todas las realizadas en cine del afamado detective. Chandler manifiesta que es la que mejor se ajusta a las características del personaje ficticio creado por él.
La fotografía, en B/N, de Harry J. Wild (“Los caballeros las prefieren rubias”, Hawks, 1953), se ajusta a los parámetros del cine negro americano en la creación de escenarios, ambientes y atmósferas, de tal modo que se puede considerar como una muestra emblemática de la visualidad del género. Las imágenes de la pesadilla están construidas con habilidad y eficacia. Combinan formas surrealistas, superposición de imágenes, transparencias y composiciones fantasmagóricas. Dan forma a la escena más conocida del film. La banda sonora, de Roy Webb (“Retorno al pasado”, Touneur, 1947), sobresale por su discreción y adaptación a las funciones de acompañamiento. Incluye pocos cortes, la mayoría de música oscura, pero harmónica, y uno con disonancias que anuncian la proximidad de un crimen. En la discoteca se interpreta una melodía chinesca en coherencia con el número de baile que supuestamente centra la atención. El corte de cierre, muy breve, esboza un sencillo tema de amor.
La obra, que resulta interesante y entretenida, es imprescindible para los aficionados al cine negro clásico.