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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
8
Drama. Comedia Después de obtener un éxito rotundo, un director de cine atraviesa una crisis de creatividad e intenta inútilmente hacer una nueva película. En esta situación, empieza a pasar revista a los hechos más importantes de su vida y a recordar a todas las mujeres a las que ha amado. (FILMAFFINITY)
2 de julio de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puedo admitir que cargue a muchos esta sobreexposición de las neuras de un fulano, sin pudor, sin sentido de la medida. Pero también es verdad que es de valientes hacerse un autorretrato de gilipollas; que es, al final, el retrato de gilipollas de todos y cada uno de nosotros por parecer tan importantes. Que es de valientes enseñar hasta el último pliegue de debilidad, no regatear ni siquiera ese último escondrijo, aun a sabiendas de que vas a caer mal por eso mismo y que la debilidad va a parecer impostada. Que es de valientes mostrar al mundo todos los gilipollas que te acompañan en el viaje, mostrarles como tales gilipollas y gritarles "os quiero" con tal cantidad de esperanza y de ese amor que parecía dormido y, a pesar de todo, permanece despierto del letargo. Qué más da si siguen o se fueron, todos están en el desfile, (¡y qué desfile final, mamma mia, con esa música del alma de Nino Rota!). Pero, atención, si todo fuera mentira y Fellini hubiera marcado todas sus cartas y nos hubiera invitado a una mesa de exhibicionismo tramposo e insincero, (como dice Talibán en su magnífica crítica), la propuesta también sería fascinante. Se produciría igualmente el juego de espejos del desenmascaramiento, pero en este caso la primera imagen reflejada sería la nuestra, y luego la de Fellini. Se dejaría desenmascarar por nosotros. Pasaríamos a ser tan artífices de la película como él.
Y es que la película no es, ni siquiera aparentemente, complicada; ni insistentemente surrealista, aunque algo de ello haya. Es tan sencilla que da miedo, que desarma, que te deja inerme en su absoluta y asumida ingenuidad. Si vence es, precisamente, por ingenuidad. Es todo lo contrario de la paja mental que algunos críticos ven. Habla de muchos temas, sí, pero en el tono con que lo hacemos con los amigos cuando quedamos a tomar café.
Bueno, y vence por alguna cosa más: un grupo de actores y actrices en absoluto estado de gracia, un verdadero milagro coral de interpretaciones, no solo de los Mastroianni ,Aimée, Milo... sino de cada secundario que aparece; y por una puesta en escena de impresionante empaque visual desde que empieza hasta que acaba, con esplendoroso vuelo libre o asumido ribete teatral, según toque, siendo cada secuencia un muestrario de imaginación y sabiduría cinematográfica que te acaba dejando exhausto. No hablamos ni de las mejores, porque de esta película está todo dicho, pero por poner un solo ejemplo, esa espalda de Aimée que habla por sí sola de hastío en el dormitorio conyugal. Dudo que haya muchas películas a este nivel de planificación, encuadre, montaje, memoria visual de unas escenas a otras, portentosa composición que se ajusta tanto a las secuencias realistas como a las oníricas, iluminación.... en toda la historia del cine, notándose, o no, demasiado que Fellini va de autor sobrado. Qué más da esto último cuando el resultado es de este calibre.
¿He dicho algo ya de Nino Rota? Era un tío de gran formación clásica y sabía tirar de repertorio sinfónico. Pero intuyó prodigiosamente que aquí el espíritu era otro, y se saca unas fanfarrias para banda entre chirriantes y melancólicas, plenas de sabiduría musical precisamente por su sencillez adaptada al film, y que han acabado siendo una especie de trasunto de la Italia triste e irreal del desarrollismo sesentero, lejos de cualquier idea triunfalista, pero al que dejaban un resquicio de ensoñación. No es que lo hiciera mal en El Padrino, ¡ni mucho menos!, pero esto es pura música, precisamente, de cine. Se merece su puesto en el top ten de bandas sonoras más famosas de la historia. Se ha convertido, también, en trasunto del propio Cine.
No se deben poner defectos a este tipo de películas, y menos en estos tiempos donde ya nadie se atreve a nada atrevido, pero es cierto que, a veces, pierde un poco el sentido de la mesura, del ritmo, mejor dicho. Hacer un ritmo onírico es mucho más complejo que medir tempi realistas, (ahí tenemos a maestros como Spielberg , por más que se enfaden los críticos divinos). Y Fellini no logra del todo domar a su criatura, que bordea el aburrimiento por exceso en algún tramo, antes de dejarnos boquiabiertos en el siguiente. No pasa nada. El intento merece, y mucho, la pena. Muy buena.
Es admirable, por otra parte, que una película de ribetes culturetas facturada en los sesenta y en Europa, (la más terrible de las combinaciones), aguante el tipo de esta manera. A este paso me van a hacer revisar a Antonioni.
Posdata final: CLAUDIA CARDINALE.
berenice
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