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España España · Pasajero 58
Voto de floïd blue:
8
Comedia. Intriga. Romance Descubiertos sus negocios sucios, Henry Scarlett se ve obligado a abandonar Marsella y huir a Inglaterra. Su hija, Sylvia, le acompaña disfrazada de hombre y bajo el nombre falso de Silvestre Scarlett. En el barco en que viajan, Henry conoce a un tipo dudoso, Jimmy Monkley, a quien le confiesa imprudentemente que lleva una cierta cantidad de dinero escondido. En la aduana, Jimmy le delata, una hábil táctica para que no se fijen en él, ... [+]
17 de octubre de 2008
23 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante una acusación de desfalco un hombre y su hija huyen de Marsella hacia Inglaterra, y por si buscan a un padre y su hija, ella se disfraza de hombre para despistar. Y aquí empezaremos diciendo que Katharine Hepburn hace de muchacho mejor que un muchacho. Hay que verla correr y saltar con ese desparpajo, parece un chaval.
La gran aventura de Silvia es, sin duda alguna, una historia onírica que envuelve como lo hace la nieblina en el barco en el que huyen. Es un sueño para no despertar, y como en El sueño de una noche de verano surgen dos parejas rápidamente para contar la historia. Una historia con su sensualidad, besos por aquí y por allá, jugueteos con roces y pronto aparece una criada en paños menores enseñando las piernas, cuando entonces las faldas iban una cuarta por debajo de las rodillas. Al poco, dicha criada y la muchacha (sigue con el atuendo de chico) se funden en un beso ávido de pasión (recordemos que estamos en el año 35). Hablamos de apuntes eróticos de una imaginación ardiente (con su ambigua homosexualidad).
Llegan a un pueblo con intención de trabajar ("cría un hijo para que te salga con estas" dice el padre) en un espectáculo musical, y a continuación surge la representación bucólica en la fiesta campestre, con esos atuendos de payasos que nos acentúa el aspecto onírico de las escenas; con canciones, risas y la burla al borracho que dormita, su confusión... Todo eso proviene de una imaginación desatada para llegar donde uno quiera.
La angustia de pesadilla que sufre el padre cuando pierde a su joven pareja (la criada que despide sensualidad por todos sus poros) es la angustia de ella también, de la chica/chico enamorada, que como todo el que sueña, sufre momentos confusos que la desespera, intervalos de terror.
Uno de los momentos más hermosos del film (o el más hermoso) es la parte en la que el pintor se levanta y se asoma por la ventana estando ella abajo, vestida de chico. Es maravilloso contemplar esas secuencias desde atrás, como espiando, ver como entra ella por la ventana en el mundo de él con ese deseo fortísimo de sexo; a ella el hombre siempre le ofrece dormir a su lado pero tiene que huir porque si sigue un segundo más sabe que caerá irremisiblemente. Así escapa rauda por donde ha entrado como si hubiera sido un sueño de pasión, un sueño que no obstante deja su estela de ternura que nos embarga.
Ese amor de juventud que vive ella hará que se declarare como solo el amor puro puede hacerlo.
Me recordó a la que si duda alguna es la declaración de amor más hermosa dicha en la pantalla, la de Audrey Hepburn a Sean Connery en Robin y Marian. Es curioso, las dos Hepburn, para mi, son las que mejor han expresado su amor al hombre que las cautiva, con la diferencia en el tiempo y en la forma.
Genial Cukor y Katharine; no olvidemos a Cary Grant, curioso también, de granuja perdedor, y su gradiosa interpretación, bailando y luego riendo al final.
Un sueño de película.
floïd blue
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