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Voto de Antonio Morales:
6
Aventuras. Acción. Drama. Romance Manikoora es una isla de los mares del Sur azotada desde siempre por los tifones, aunque hace años que no ha sufrido ninguno. Es una colonia francesa cuyo gobernador ejerce el poder al margen de de las tradiciones y costumbres de los nativos. Según una leyenda local, cuando la tiranía rebasa ciertos límites, los pájaros abandonan la isla y el mar ruge enfurecido. La relación amorosa entre dos nativos, Marama (Dorothy Lamour) y Terangi ... [+]
2 de septiembre de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se cumplen 40 años de la muerte de John Ford, maestro indiscutible del arte cinematográfico, respetado y admirado por sus colegas de profesión. Un pionero del cine clásico que aún sigue emocionando por la limpieza de su mirada y la complejidad del mundo cotidiano que describen casi todos sus films. Autor de admirados westerns, dramas de envergadura y comedias ácidas que permanecen en la memoria de todos los cinéfilos. Tras encontrar en la biblioteca de mi ciudad esta película casi desconocida, me ha parecido oportuno rendir homenaje al maestro con esta crónica.

Este es un entretenido melodrama exótico, muy del gusto de la época – dudo que del de Ford – que, pese a su tono despersonalizado, pese a tratarse abiertamente de un film de productor – Samuel Goldwyn -, creada como gran espectáculo del año, guarda en su dubitativo interior algunos momentos interesantes, a veces más por el capricho de las circunstancias que por un trabajo meditado por el director. Está inspirada en una novela de Charles Noordhoff y James Norman Hall que también daría pie a la fastuosa “Huracán” de 1979, producida por Dino de Laurentis y dirigida por Jan Troell.

Narra las constantes evasiones del indígena Terangi (un discreto Jon Hall), miembro de una tribu de los mares del sur gobernada por un europeo de modos sádicos y dictatoriales, que condena al protagonista a prisión durante seis meses. Tarengi, incapaz de verse privado de la libertad de la que siempre ha gozado, decide escaparse una y otra vez, y ni los castigos ni los aumentos de la condena consiguen doblegarle, más cuando sabe que en el exterior le espera Marama (la exótica Dorothy Lamour), con quien se acaba de casar. El huracán visto ahora puede parecer poco realista, pero es que en el año 1937 los efectos especiales eran muy primitivos, qué le vamos a hacer.

Con tan exótica y manida historia, Ford podía hacer pocas cosas. La primera, y más notable, era realzar el aspecto dramático del encierro de Tarengi en sí mismo, más allá del enfrentamiento entre dos civilizaciones, que la anécdota comporta. Es aquí donde radican los mejores y más fordianos momentos de la película, que intenta escurrirse, quizás con demasiada timidez, de los imperativos impuestos por el productor, más interesado en el gran espectáculo del huracán y los lugares paradisíacos de los mares del sur.
Antonio Morales
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