Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Antonio Morales:
7
Bélico Unos soldados alemanes, cuyo submarino ha sido hundido frente a las costas canadienses, tratan de llegar a los EEUU, todavía territorio neutral. El grupo sufrirá todo tipo de visicitudes en su desesperada huida e irá sembrando el pánico por todas partes. (FILMAFFINITY)
2 de julio de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La caída de Francia en manos de los alemanes en 1940, despertó un sentimiento en los británicos de que la guerra iba en serio. El clima bélico se hizo cada vez más omnipresente, en este contexto surgía “Los invasores” (49th Parallel), un film clave en la evolución del cine británico durante la 2ª Guerra Mundial. Michael Powell rechazó un argumento gubernamental de propaganda política a favor de la causa, sobre un dragaminas que parecía algo convencional para un cineasta tan innovador, como luego se encargaría de demostrar. Su alternativa fue un film de clara vocación ideológica co-escrita con la ayuda de su compañero habitual Emeric Pressburger, que mostrase las razones de la lucha, estimulando al pueblo estadounidense y su gobierno, hasta entonces neutral, para entrar en la guerra (recordemos que Roosvelt había ganado las elecciones con la promesa de no entrar en la guerra sino eran atacados... hasta Diciembre de 1941 que llegó Pearl Harbor).

No cabe duda que supuso un atrevido planteamiento, narrar una historia desde el punto de vista nazi/alemán, a través del itinerario canadiense de un grupo de soldados comandados por el implacable teniente Hirth (Eric Portman), que tras el hundimiento de su submarino en la bahía de Hudson tratan de huir de tierras canadienses y pedir asilo político en los Estados Unidos, entonces neutrales. Aunque por el camino deban enfrentarse a una serie de personajes canadienses que irán diezmando el grupo. Entre ellos: un trampero que no se ha enterado del estallido de la guerra (Laurence Olivier), el líder de una pacífica comunidad rural (Anton Walbrook), un antropólogo (Leslie Howard) y un soldado canadiene de permiso (Raymond Massey).

Dividida en varios episodios, a la manera de capítulos, tiene asimismo el atractivo de ofrecer un paseo a través de diferentes ambientes: el de las factorías entre montañas, el de una colonia religiosa de prácticas libertarias, el de los indios, el de los festivales de rostro folclórico, el de trenes, ciudades, montañas y lagos. Ambientes por los que los fugitivos pasean su fanatismo criminal mientras se enfrentan a miembros apacibles de eso que denominan despectivamente “democracias decadentes”. Es el tema que vertebra y da unidad a este vigoroso relato: la oposición entre barbarie y civilización.

El film contiene numerosos momentos cinematográficos afines a lo que luego haría David Lean al ponerse tras la cámara, pues aquí ejerce de montador, lo cual demuestra la influencia del cine de Powell en el futuro director. Me refiero concretamente, a las imágenes que abren el film, con esos planos de paisajes que sitúan al espectador en el espacio físico que tan importante será en el transcurso del relato: la frontera americana-canadiense, el paralelo 49 que da título al film. Una película olvidada injustamente, pues dentro de su mensaje patriótico en defensa de las libertades, contra la dictadura nazi, encierra una excelente película de gran calidad artística.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow