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Voto de CuchiCuchi:
5
6,7
8.932
Drama
Londres, 1964. El nacimiento de dos sectas juveniles rivales (los "mods" y los "rockers") tiene consecuencias devastadoras. Para Jimmy y sus compinches, una pandilla bien trajeada, adicta a las pastillas y siempre a lomos de sus scooters, ser un mod es una forma de vida, es pertenecer a su generación. La cuadrilla de Jimmy se va a Brighton, dispuesta a vivir una salvaje aventura de drogas, emociones y batallas campales contra los rockers. (FILMAFFINITY) [+]
17 de marzo de 2009
135 de 188 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y no fue por esta película, que vi por primera vez anteayer. Lo hice con cariño y nostalgia inevitable, pero no por ello mi opinión de ella es mejor. Quadrophenia era mala de cojones en 1979 y seguía siéndolo anteayer. Eso es lo bueno de Quadrophenia, que nadie intenta defenderla por motivos sentimentales como película.
Al hilo de la estupenda crítica de Sines Crúpulos, se me ocurren muchas cosas.
Los mods, extintos desde hacía años, resurgieron con esta película que narraba hechos de la década anterior. Esa moda llegó a una ciudad de provincias como la mía a principios de los ochenta, y yo tuve un amigo mod, llamado Manolo.
Al contrario que en la película, en el grupo convivían mods hijos de abogados y mods hijos de porteros. Si yo le preguntaba a Manolo por qué odiaban a los rockers, su respuesta era irrebatible: "Porque son unos hijos de puta". Sólo que no había rockers en mi ciudad. Había tres o cuatro punkies (eran los ochenta) con los que no llegaron nunca a las manos, sólo a intercambiarse una noche un lanzamiento de botellas de cerveza, que previamente apuraban hasta la última gota, no estaba la cosa para lujos.
El día que casi me convierto en mod fue por una chica. Dije a Manolo que podía venir a una fiesta que daba un amigo en la abandonada casa de su abuelo; y vino, acompañado de todo el elenco de mods de la ciudad (unos diez o doce) y, esa era la razón de la invitación, de las chicas mods. Éstas eran seres especiales que apenas hablaban porque no contaban para nada en el grupo. De hecho, no recuerdo haber intercambiado palabra con la chica mod con la que bailé, que estaba desparejada.
Los mods se bebieron todo el alcohol, pusieron discos de madness, hicieron el famoso paso "step forward", se enrollaron todos ellos con sus chicas mod, otros con chicas no mod y alguno, como Manolo, con miembros de ambos grupos consecutivamente, y fueron vomitando en el jardín con la disciplina de todo grupo organizado.
Yo, que seguía bailando con mi chica mod, llevaba dos horas preparando mi primera frase de conversación (dudaba entre "¿salimos al jardín?" o "¿qué tal si salimos al jardín?") cuando un amigo vino a decirme que otro se había subido a una palmera proclamando que era Tarzán de los monos y estaba allí tiritando de la borrachera. Era mi mejor amigo, que me salvó una vez de otra cogorza y me necesitaba. Así que miré lastimosamente a mi chica mod y me fui a rescatar a mi amigo, con la sensación de que quizás hubiera merecido la pena comprarse unas gafas negras y una gabardina por aquella desconocida.
Al hilo de la estupenda crítica de Sines Crúpulos, se me ocurren muchas cosas.
Los mods, extintos desde hacía años, resurgieron con esta película que narraba hechos de la década anterior. Esa moda llegó a una ciudad de provincias como la mía a principios de los ochenta, y yo tuve un amigo mod, llamado Manolo.
Al contrario que en la película, en el grupo convivían mods hijos de abogados y mods hijos de porteros. Si yo le preguntaba a Manolo por qué odiaban a los rockers, su respuesta era irrebatible: "Porque son unos hijos de puta". Sólo que no había rockers en mi ciudad. Había tres o cuatro punkies (eran los ochenta) con los que no llegaron nunca a las manos, sólo a intercambiarse una noche un lanzamiento de botellas de cerveza, que previamente apuraban hasta la última gota, no estaba la cosa para lujos.
El día que casi me convierto en mod fue por una chica. Dije a Manolo que podía venir a una fiesta que daba un amigo en la abandonada casa de su abuelo; y vino, acompañado de todo el elenco de mods de la ciudad (unos diez o doce) y, esa era la razón de la invitación, de las chicas mods. Éstas eran seres especiales que apenas hablaban porque no contaban para nada en el grupo. De hecho, no recuerdo haber intercambiado palabra con la chica mod con la que bailé, que estaba desparejada.
Los mods se bebieron todo el alcohol, pusieron discos de madness, hicieron el famoso paso "step forward", se enrollaron todos ellos con sus chicas mod, otros con chicas no mod y alguno, como Manolo, con miembros de ambos grupos consecutivamente, y fueron vomitando en el jardín con la disciplina de todo grupo organizado.
Yo, que seguía bailando con mi chica mod, llevaba dos horas preparando mi primera frase de conversación (dudaba entre "¿salimos al jardín?" o "¿qué tal si salimos al jardín?") cuando un amigo vino a decirme que otro se había subido a una palmera proclamando que era Tarzán de los monos y estaba allí tiritando de la borrachera. Era mi mejor amigo, que me salvó una vez de otra cogorza y me necesitaba. Así que miré lastimosamente a mi chica mod y me fui a rescatar a mi amigo, con la sensación de que quizás hubiera merecido la pena comprarse unas gafas negras y una gabardina por aquella desconocida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Al final de la película el protagonista lanza la moto de su amigo por el acantilado y se supone que se dedica a vivir como puede el resto de sus días. De todas formas, a nadie le importa. Si existiera “Quadrophenia, 30 años después”, contando la historia de ese resto de vida, sería una película igualmente mala de cojones, pero deprimente.
Los mods hijos de abogados y los mods hijos de porteros dejaron de ser mods al poco y no volvieron a verse jamás. Manolo tiene un estudio de arquitectura desde hace años y es mi compadre. Nunca fue a Brighton. Es más, nunca llegó a ver Quadrophenia, porque en aquella época las películas no se reestrenaban y no había video ni internet. Lo llamé ayer, para decirle que la tenía en casa y la había visto. Se rió y siguió hablando de la próxima comunión de mi ahijado. Y cuando colgamos le dije a mi mujer, que naturalmente no es mi chica mod del relato, que iba unos minutos al ordenador. Y me puse a escribir esto.
Los mods hijos de abogados y los mods hijos de porteros dejaron de ser mods al poco y no volvieron a verse jamás. Manolo tiene un estudio de arquitectura desde hace años y es mi compadre. Nunca fue a Brighton. Es más, nunca llegó a ver Quadrophenia, porque en aquella época las películas no se reestrenaban y no había video ni internet. Lo llamé ayer, para decirle que la tenía en casa y la había visto. Se rió y siguió hablando de la próxima comunión de mi ahijado. Y cuando colgamos le dije a mi mujer, que naturalmente no es mi chica mod del relato, que iba unos minutos al ordenador. Y me puse a escribir esto.