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Estados Unidos Estados Unidos · Nueva York
Voto de Salvapantallas:
1
Romance. Drama Cuando Christian Grey, que se siente herido, intenta convencer a Anastasia Steele de que vuelva a formar parte de su vida, ella le exige un nuevo acuerdo antes de aceptar. Pero cuando la pareja empieza a ser más confiada y a tener una cierta estabilidad, aparecen mujeres del pasado de Christian decididas a frenar en seco sus esperanzas de un futuro juntos... Secuela de "50 sombras de Grey", en la que Grey sigue explorando sus demonios ... [+]
10 de febrero de 2017
129 de 156 usuarios han encontrado esta crítica útil
Regresan Anastasia y Christian, una pareja demasiado tonta y conservadora para el siglo XXI. Puede considerarse que son el primer homenaje del cine a Donald Trump: ahora también son machistas y materialistas.

En la la película anterior, él es un joven millonario que se encapricha por ella, una estudiante inexperta pero decidida. Pero él tiene un secreto: le gusta el sexo sumiso, dominante y masoquista. Ella se enamora e intenta esa vida de sexo rudo, pero no está dispuesta a ser la esclava sexual de un depravado. Él se obliga a cambiar para no perderla.

Ahora, Anastasia consigue un buen trabajo, lo perdona y regresan juntos. Pero el machismo que se asomó en la primera, en esta nueva relación es explícito. Christian reemplaza el sexo rudo por el típico dominio machista posesivo. Le prohíbe salir con amigas y hasta trabajar. Frases como “eres mía, soy tuyo” o “te encerraré aquí para que nada te pase”.

Ella no se va a dejar una vez más. ¿O sí?

Él es un hombre enfermo que controla a las mujeres. Ya no solo porque quiere golpearlas en la cama para excitarse, sino porque teme perderlas. Ella lo justifica: es porque perdió a su madre de niño, o porque fue promiscuo, o porque en realidad hay otros hombres malos allá afuera de los que me puede proteger.

Y eso pasa. El jefe de Anastasia, un tal Jack Hyde, quiere follársela como sea. Ella elige a su novio y rechaza a Hyde. Es decir, elige al mal menor. No se queda con el violador actual, pero se queda con el violador reformado. Aquel que ha maltratado ya a tantas mujeres (incluida ella) pero promete siempre ser un hombre bueno.

Para que Anastasia le crea y lo quiera, compra la empresa y por su influencia la coloca en el puesto de su jefe (incluso sin decírselo, le miente). Win win.

El sexo coge un matiz enfermizo. Se ve como ella le pide ir despacio. Luego ella misma propone los encuentros. Rápidamente ya volvieron al sadismo, él la vuelve a golpear por placer, vuelven los castigos y el control. Se pretende mostrar que ella busca balancear la relación: el sexo que él quiere a cambio de amor. En realidad, ella no crea sus propias fantasías ni explora en sus necesidades, sino que elige y acepta las de él.

Mientras tanto, tienen que lidiar con las apariciones de una ex sumisa que no quiere creer que él se ha enamorado de ella. La chica es una psicópata gracias al maltrato psicológico y físico que él le ha hecho. Comprueba su horrendo pasado de abusivo. Y sigue a su lado aún diciéndole “tengo miedo de ti”.

Esta historia no solo es un disparate simplista y ridículo sobre gente enferma. Es un pésimo ejemplo para cualquiera. La forma en que está contada la hace ver como si la enfermedad de esta gente fuera normal. Mujeres que perdonan todo por no perderlo. Hombres que dan todo su dinero para mantenerlas a su lado. Todo está bien, tengamos sexo, paseemos en yate y celebremos con fuego artificiales.

No hay critica o reflexión al respecto. El desenlace de este cuento de hadas se presenta como la confirmación de que los hombres (o mujeres) que te persiguen, controlan y faltan el respeto pueden cambiar solo por el poder del amor.

Lo más triste es que dentro de todo este abuso machista, el erotismo desaparece. Las pocas escenas de sexo son breves, monótonas y surgen de la nada. Solo muestran los músculos plásticos de él y los pezones fríos de ella. Toda la esencia exploratoria de la iniciación sexual en la primera ha desaparecido.

James Foley arruina lo que no podía empeorar. El ritmo es soporífero. El guión está cargado de diálogos insoportables. Todo es previsible. Carece de villanos y conflicto. Ya ni siquiera es el placer culpable y simplón. Lo peor que puedo decir de Fifty Shades Darker es que la primera es incomparablemente superior.
Salvapantallas
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