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Voto de Vivoleyendo:
9
Drama Un hombre camina por el desierto de Texas sin recordar quién es. Su hermano lo busca e intenta que recuerde cómo era su vida cuatro años antes, cuando abandonó a su mujer y a su hijo. A medida que va recuperando la memoria y se relaciona con personas de su pasado, se plantea la necesidad de rehacer su vida. (FILMAFFINITY)
28 de marzo de 2008
98 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
El alemán Wim Wenders, de cuya extensa filmografía yo sólo conocía la peculiar "El cielo sobre Berlín", me ha hecho transportarme esta vez a los entornos silenciosos y ásperos del desierto de Mojave, en el que el viento trae los lamentos de dramas familiares que quedaron en el aire, sin concluir y en una expectativa vacía y dolorosa.
A veces el amor se vuelve destructivo, y lo que era una continua fuente de alegrías se convierte en un calvario. A veces el amor se torna en obsesión y en prisión y termina por destrozar.
Travis Henderson quizás amó demasiado, de un modo obsesivo y paranoico, haciendo polvo todo lo que amaba. Y todo se rompió. Después, nada le quedaba. Nada más que las ansias de huir. Huir hacia un lugar de silencios, huir de sí mismo, a algún sitio donde no pudiera oír la voz de ella persiguiéndole. ¿Hacia dónde puede ir Travis cuando sabe que toda su vida ha quedado atrás? ¿Qué ha quedado de aquella persona que alguna vez fue, que recuerda vagamente haber saboreado algo que podría ser felicidad? ¿Dónde quedó aquel hombre que era?
En París, Texas, dejó abandonados los sueños que nunca llegó a realizar.
Con el sosiego de una cámara paciente, el polvo desértico arrastra los dolores de la tierra reseca y desolada. Nos hace observar el lento regreso a la vida de un hombre perdido. El vacilante reencuentro de unas personas condenadas a amarse en la distancia. El temor latente a la pérdida definitiva, y a la vez el miedo a tratar de restaurar los fragmentos rotos. Miedo a mirarse en el espejo del pasado y remover el fondo.
Travis regresa desde la dimensión sin memoria en la que ha estado sumergido, resurgiendo de sus cenizas para enfrentarse a los fantasmas que le persiguen. Para buscar el perdón. Para buscar el calor de los rescoldos de aquellas llamas que le abrasaron una vez. Y para ser, por fin y para siempre, el padre que apenas fue. Consciente de que el buen actor sabe retirarse en el momento justo del escenario, cuando ya ha dejado atrás lo mejor que podía dar.
El desierto con sus carreteras interminables como cintas polvorientas que se pierden en la lejanía, es más que un simple accidente geográfico. Es el reflejo de almas portadoras de heridas que no cicatrizan. De personas inconclusas en continuo viaje por las carreteras del corazón, macerando culpas y madurando la difícil aceptación de sus errores, con la esperanza de llegar a un equilibrio en el que sea posible vencer, al menos en parte, los muros de un distanciamiento implacable.
La música triste de Ry Cooder se parece al viento del desierto. Se asemeja a ese paisaje árido, donde el tiempo transcurre más despacio. Notas lánguidas que lloran a solas por esos momentos perdidos que nunca van a regresar.
Así, "París, Texas" es separación y es reencuentro. Es un recordatorio de que el amor es paraíso e infierno, y que es imposible controlar sus arrebatos, a veces más perjudiciales que beneficiosos. Y duele. Duele mucho. Todo el que lleva su marca, la llevará de por vida.
Vivoleyendo
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