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Voto de Vivoleyendo:
9
Romance. Drama A pesar de que un milagro médico ha conseguido reducir su tumor y darle unos años más de vida, la adolescente Hazel (Shailene Woodley) siempre se ha considerado una enferma terminal. Sin embargo, cuando el joven Gus (Ansel Elgort) entra a formar parte del grupo de ayuda para enfermos de cáncer juvenil, la vida de Hazel se transforma por completo. (FILMAFFINITY)
22 de enero de 2015
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una historia durísima. Tanto que en manos de otros autores menos capaces habría traspasado alguna especie de línea prohibida.
No lo hace. Te están hablando en primera persona sobre la enfermedad incurable y la muerte en plena juventud, algo tan terrible que dudo que alguien lo pueda asimilar, y sin embargo no sientes apenas el triunfo de la muerte acechando codiciosamente a sus próximos candidatos.
Están tan vivos que es como si su muerte fuera a ser un simple hasta luego.
No te endulzan el sufrimiento y el dolor. Hazel no te dirá tonterías para hacerte creer que palmarla de cáncer antes de los veinte años es menos malo de lo que es. Te lo contará como es, sin paliativos. Gus bromeará y estará demasiado embobado mirando a Hazel para entristecerse demasiado o soltar algún rollo autocompasivo, lo cual no es su estilo.
Sí notas la injusticia de esa lotería que decide quiénes se marchan pronto. El alivio de no ser ellos (o de no saber que puedes irte al otro barrio al momento siguiente de estar aquí ahora haciendo lo que sea) y de seguir estando sano un día más. La suerte de haber llegado hasta hoy. El deseo de que continúe así y que todavía queden muchos días buenos por delante. Que éste no sea el último.
Y un poco de vergüenza de quejarse por naderías. Tal vez quien no conoce el verdadero dolor tampoco conoce la verdadera felicidad. No ha aprendido a valorarla porque la tiene mucho más a su alcance.
Y tenemos la prueba de que la vida es vida hasta el final, si hacemos que lo sea. Hay quienes se entierran voluntariamente mucho antes de haber traspasado el umbral. Y hay otros que eligen vivir de verdad hasta que el aliento se les agota.
Ellos ven a la muerte planeando sobre sus cabezas. La miran a los ojos y tienen miedo, claro que lo tienen, muchísimo. Pero por ello son también muy valientes, porque vencen a ese miedo (casi siempre) y no permiten que los paralice y les impida disfrutar de lo que les queda.
Los ciegos somos nosotros, los que no queremos ver a la parca ahí encima, que está contando los minutos que le faltan para llevarnos, y nos creemos que tardará mucho en llamarnos. Pensamos que, como los niños que agachan la cabeza y tratan de pasar desapercibidos para que el maestro no los haga salir a la pizarra, de ese modo no se fijará en nosotros, se olvidará por un tiempo de que estamos aquí.
Nadie la engaña.
Hay que ser valiente para levantar la cabeza y espetarle con descaro, como se le dice al dios Muerte en Juego de Tronos: “Hoy no.”
Hoy va a ser un gran día. Podrás llevarme después, pero no me quitarás estas horas a su lado. No me arrebatarás la eternidad que él o ella me va a regalar, el pequeño infinito que será sólo nuestro, dentro de otros infinitos más grandes y que no nos recordarán, pero eso no importa, porque es suficiente con que esa persona me recuerde cuando me haya ido.
Todos somos pequeños infinitos dentro del gran infinito del universo, como los que hay entre número y número. Y todos, sin excepción, nos marchamos.
Así que… ¿Para qué lamentarse tanto por un hecho inevitable? Hazel y Gus ya lo aprendieron de niños.
Y nadie será más feliz que ellos dos juntos, unidos por un sueño que será el último que tendrán.
Vivoleyendo
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