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Voto de Vivoleyendo:
9
Thriller. Intriga. Drama Mientras espera poder librarse de una acusación de difamación que puede hundir su carrera, el periodista Mikael Blomkvist recibe un extraño encargo: trasladarse a una remota isla del norte de Suecia, donde la muerte no esclarecida de una joven cuarenta años atrás atormenta aún a su tío, el patriarca de una de conocida familia. Sospechando que el asesino puede seguir aún en la isla, Blomkvist emprende una investigación que lo lleva a ... [+]
20 de enero de 2012
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre me han dado repelús esas casas con sótanos cavernosos que aparecen con tanta frecuencia en las películas. Una diría que son como una réplica alegórica de la gente que vive en ellas. Por arriba, los confortables aposentos de la vida de cara a la galería, de la careta de rutina tranquila y feliz; la imagen de lo hogareño. Por abajo, lóbregos subterráneos poco iluminados, mal ventilados, con trastos acumulados sin gran sentido de la pulcritud, hedores a humedad, a cerrado, a cuartuchos claustrofóbicos capaces de suscitar pesadillas desbocadas, con bichos merodeando por los rincones. Yo no sé si tendría huevos de bajar ahí sin ir acompañada, porque el cine entre otras cosas tiene mucha culpa de ello, de que hayamos aprendido a temer a los sótanos.
Nunca tendría uno en mi casa.
Y si has leído la trilogía de Millennium o has visto alguna de las películas, entre ellas esta maravillosa nueva versión de Fincher (que algunos me darán de palos por admitirlo pero yo opino que supera a la adaptación sueca original), cuando te asomes a un sótano no lo harás sin notar un frío repentino que te pone el vello erizado.
Larsson te imprime esa sensación una vez que te has quedado atrapado en sus novelas. Porque saca a relucir tanta mierda de los subterráneos de las sociedades avanzadas que la tirria a descender a las lúgubres profundidades de una simple casa es una bagatela en comparación con el descenso a los infiernos que puede que haya unas calles más allá, o en el edificio de enfrente, en montones de sótanos de los que no sabíamos ni palabra, enmascarados debajo de una aparente fachada impoluta y decente.
Pensé que no llegaría a decir esto, porque creí que nadie osaría igualar o mejorar a la Lisbeth Salander de Noomi Rapace, pero estaba equivocada. Rooney Mara pulveriza mis expectativas. Los matices que aporta a su difícil personaje me han hipnotizado; la Lisbeth de Larsson y ahora la de Fincher ocupan el primer puesto de mis heroínas literarias contemporáneas.
Daniel Craig, puf, menudo Blomkvist, genial. Destila esa simpatía y ese aura de tío cuarentón de mente ágil que está para mojar pan al tiempo que, como hace con la arisca Lisbeth, se cuela como un huracán sin esperar a ser invitado, y uno está encantado con ello.
Ahora le sigue “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”, o "La chica que jugaba con fuego", como quiera que la llamen. La esperaré.
Vivoleyendo
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