Ópera prima de su joven director -24 años-, el título hace referencia a las 24 horas del día y a los 7 días de la semana, tiempo narrativo durante el cual se desarrolla el núcleo dramático de la película.
Rodada en un apreciable e inusual blanco y negro, es un film tan modesto y sencillo como locuaz y satisfactorio, bien construido y planificado, lleno de interés.
Plantea una historia en un mortecino pueblo británico en el que un hombre (Hoskins) con afán de rebelarse contra esa situación narcotizante, de aplastante aburrimiento cotidiano y metódico, busca abrir de nuevo un antiguo club de boxeo para los jóvenes (simbólico de verdad pues es allí dónde Hoskins quiere reciclar la gratuita violencia de los chicos en una violencia entendida por lucha dentro de la legalidad y la igualdad del cara a cara), por lo general violentos y delincuentes, tengan una verdadera ocupación distrayente. Este hombre, sin embargo, pasará de su optimismo y afán rebelde a caer en vía muerta tras saltarse la máxima que él aplicaba a sus chicos: "Si pierdes el control, lo pierdes todo" (spoiler).
La película es falsamente optimista, más bien todo lo contrario, es una explicitud sobria de la imposibilidad de las rebeliones, del fracaso de las ideas cuando éstas son tan bellas como utópicas, pues aunque el notable Hoskins haya hecho de esos conflictivos chicos unos aparentes hombres, en el fondo todo sigue igual: sigue y seguirá el paro, el aburrimiento repetitivo, la falta de oportunidades, la delincuencia y la violencia. Buena película.