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España España · Murcia
Críticas de Alberto
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de junio de 2016
78 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personalmente siempre he admirado algo en particular del cine de Richard Linklater, un tipo nada propenso a lucirse con planos espectaculares y en cuyos guiones parece que todo dios habla demasiado, y es lo sumamente fácil que resulta identificarse con alguno de los personajes, y la tremenda facilidad para desprender humanidad y sencillez por parte de todo el mundo. También es cierto que en todas sus películas hay momentos en los que no puedo evitar abstraerme un poco o divagar de lo que me cuentan en pantalla, pero es algo normal en un cine tan repleto de diálogos, que es difícil interesarse por absolutamente todos.

En esta película Linklater ha querido alejarse de complejas relaciones amorosas que perduran durante dos décadas o de dotar de inmensa complejidad al protagonista. Un chaval que va a la universidad a jugar al béisbol en un coche sumamente grande, con pantalones sumamente estrechos y el pelo sumamente largo. Para quien haya nacido en Estados Unidos en los años 60 y fuera a la uni en los 80 supongo yo que esta película será nostalgia pura. Para mí que nací un poco más tarde y un poco más lejos, sigue siendo una mirada al pasado muy satisfactoria, sin pretensiones, de manos de un grupo de actores desconocidos y de gran talento. No hay una historia compleja que contar, sólo los días previos al inicio de un curso universitario de una generación de chavales muy afortunados.

Todo tiene un ritmo adecuado, un ambiente magnificamente concebido. Es ligero, me hace sonreír, me divierto con esos tíos tan charlatanes y conscientes de que lo mejor que pueden hacer es beber cerveza, liarse con chicas y tomarse mucho el pelo. No nos quieren contar nada más, ese es el asunto. En un Hollywood actual en el que para ser reconocido tienes que pelarte de frío en la tundra suramericana o interpretar a algún transexual pionero, Richard Linklater nos permite respirar un poco de buen rollo, de historias sin alardes ni pretensiones de grandeza. Algo que yo agradezco y disfruto. Un disco de Pink Floyd y un canuto, eso es lo que ha dejado. No hay miedo.
Alberto
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8
7 de octubre de 2014
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La inmundicia que anuncia el título me parece bastante acertada, y sin haber leído la novela de Irvine Welsh, estoy seguro que esta película no plasma lo sucio que puede llegar a ser Bruce.

Y todo en este perturbador film me parece sumamente adecuado. El entorno donde se desarrolla, la muy acertada fotografía con la que plasmar una Escocia cabrona que no te pasa ni una, la vertiginosa puesta en escena o lo jodidamente enfermiza que se muestra en algunos momentos. Pero palabras mayores son la interpretación excelsa y memorable de James McAvoy, que parece estar sufriendo en su piel las angustias y la agonía de ese particular ser llamado Bruce Robertson, un tipo que reune lo peor de la personalidad de cada uno de los protagonistas de Trainspotting. La veracidad que extrae de este personaje es turbadora, y todo lo que hace a lo largo de la película está más allá del elogio. Sin McAvoy, esta película hubiera perdido un valor brutal.

También me resulta interesante que se catalogue a esta película como una comedia. Me he echado unas risas del quince en muchas partes, pero también me las he echado con Shameless y ambas producciones me parecen dramones de campeonato. En ciertos momentos, Bruce queda reducido en la miseria de una forma tan radical que es difícil contener las lágrimas. Todo lo que ronda por el cerebro de este sujeto y las cosas que le han sucedido no podrían aguantarlo ni cinco hombres con almas estables y mucha paz interior.

Un hombre puede llegar a sufrir muchísimo. Se puede intentar ser positivo o mezclar ese dolor con un poco de cocaína, pero cuando te quedas solo, algo en tu cabeza se larga para siempre. Magistrales las escenas donde la mujer de Brucie se encarga de ponernos los dientes largos con el imparable camino al ascenso de su señor marido, que juguetea de fábula con las emociones de sus compañeros, para que todo sufra un cambio tan precipitado. Que profundos traumas tiene este señor. Lo que puede aguantar el ser humano es inimaginable.

Filth me parece una película poderosa, turbadora, muy necesaria. La colosal interpretación de McAvoy la hace grande. Este hombre tiene enormes dotes actorales que han estado sumamente desaprovechadas. Elogiables me parecen también las interpreteaciones del resto del reparto, destacando para mí además esa chica tan bella llamada Imogen Poots, pese a su menor presencia en la trama. Jim Broadbent sale algunos ratos y en idas de olla del personaje, pero le suelta palabras tan demoledoras y dolorosas que es imposible no fijarse en él.

El mundo es muy puñetero, Escocia es muy puñetera, la soledad y el abandono son lo más puñetero. Y aquí se retrata todo esto con tanta veracidad que pasar por alto esta película es algo que no se debería permitir.
Alberto
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10
1 de mayo de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con "Uno de los nuestros", el genio neoyorquino Martin Scorsese nos trajo un nuevo modelo de realización, una auténtica genialidad narrada de forma espléndida. Ya el inicio nos mete de lleno en el mundo criminal, con esa inolvidable escena del "pinchazo" y del ruido en el maletero. Y durante veinte minutos, Ray Liotta nos hace envidiar y desear el modelo de vida de la mafia, nos ofrece en bandeja de plata ese estilo criminal de respeto entre la familia y del constante apoyo de los suyos. ¿Quién no quiso alguna vez ser un gángster? Con amigos así, no tienes nada que temer.

La cantidad de escenas memorables y de culto que se pueden extraer de este film son innumerables. Y a esto contribuye en gran medida un Joe Pesci que se marcó el personaje de su vida en esta película. El hombre bajito y con mala leche que no tenía nada de gracioso (o mucho, ni el mismo lo sabe) y al que no le importaba enterrar un cadáver el solo, ni que fuera la primera vez.

La historia desemboca en un final tan terriblemente seco y humano, que te das de bruces con el deseo inicial de granjearte una vida como gángster para la familia italo-americana. Algo frecuente en la filmografía de Scorsese, empeñado en desmitificar la exitosa vida que construyen los personajes de sus películas, ya se llame Henry Hill o Jordan Belfort. Porque a todos se nos viene a la cabeza un Robert De Niro maldiciendo y llorando en una cabina telefónica, como punto de inflexión en este film de venganzas y ajustes de cuentas.

La vida mafiosa es envidiable, que no se diga. Sea cocinando deliciosa salsa de tomate con la receta original o partiendo la cebolla con una cuchilla de afeitar en tu espacio reservado en la cárcel, lo que está claro es que nunca estarás solo, ni aunque quieras. Y en este viaje en el que se embarcó Henry Hill, el chico que siempre quiso ser un gángster, no hay tiempo para emociones menores.

En definitiva, una lección de buen cine, de cine hecho con amor y buen gusto, una historia sobre la mafia en la que salen muchos mafiosos y un tipo llamado Araña.
Alberto
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