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España España · Madrid, Jaca
Críticas de jaly
Críticas 779
Críticas ordenadas por utilidad
6
5 de enero de 2017
146 de 176 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como lujoso juguete de retorcidas intrigas, Contratiempo es una película divertidísima, que funciona mejor cuanto menos en serio se toma a sí misma. En esta historia tenemos de todo: hombres inmorales, mentiras, falsas identidades, rubias, morenas, encuentros secretos, venganzas, choches hundidos en lagos, misivas de amenaza, chantaje... todo un Greatest Hits del cine negro que, como decía, cuando es un descarado refrito de sus miles de referentes, hace de la película un entretenimiento tan digno como divertido.

Otra cosa es que sea una historia redonda, que no lo es. Su guión, entre giros, giros y más giros, queda con algunos llamativos agujeros, y es que como dice el personaje de Ana Wagener, la importancia está en los detalles, y hay muchos detalles que podrían haberse limado en su guión para hacer de Contratiempo algo más redondo. Pienso en cosas "tontas", como el hecho de que dos personajes anden buscando una linterna aunque lleven smartphones de última generación en las manos; o que ninguno de los coches del accidente tenga rasguño alguno; o que la policía no busque, en una zona llena de lagos, dichos coches en el agua; o que cae vez que la historia necesita avanzar dando información a sus protagonistas, éstos se cruzan con una televisión en horario de noticias (por supuesto de Antena 3 o la Sexta, ¡maldito product placement!)... aunque sea en sitios inverosímiles; etc...

Pero por otra parte, Oriol Paulo sí maneja la intriga con la cámara y el montaje de forma ejemplar. Además de todos sus guiños al género, el director planifica las secuencias con elegancia, beneficiándose de un lujoso y muy hermoso diseño de producción, y mantiene la tensión, en todas las vertientes y variantes del metraje como si estuviésemos ante la última secuencia. Es fascinante cómo con la cámara crea juegos de ambigüedad y puntos de vista, y los claros hallazgos de Contratiempo son en gran parte debidos a su realización.

Y la otra parte de los grandes méritos de esta película está en esa morena y esa rubia. Sus protagonistas masculinos están correctos, aunque quizá falle el que parecen tomarse la historia demasiado en serio. Pero ellas dos son de otro planeta. Es decir, ya es obvio, gracias al señor, que Bárbara Lennie y Ana Wagener son probablemente las dos mejores actrices del cine español. Aquí, como en todas sus interpretaciones, son capaces de trasformarse y jugar con la sutileza, pero la grandeza de sus caracterizaciones y de sus dos (...) personajes tiene mucho que ver con el estilo y el conocimiento del juego de "grand guignol" que están viviendo, lo que refuerza el carácter icónico y la fuera y energía de sus dos espléndidas creaciones.

Como apunte final, recomiendo a cualquiera que tenga interés en ver la película, que no deje que nadie le cuente demasiado ni lea en la medida de lo posible, las sinopsis más extensa. Y también como apunte final, me atrevo a augurar a Contratiempo una espléndida recepción del público, que amará esta lúdica cinta.
jaly
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8
19 de junio de 2007
119 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Lolita que nos presenta Adrian Lyne tiene mucho más que ver con un ser humano, perverso, pero humano, que la que nos dejó Kubrick, plagada de excesos, lejana, nunca apasionada, que reducía a sus protagonistas, Sue Lyon y Peter Sellers al estereotipo más burdo y distante.
Esta Lolita es sin lugar a dudas una obra infravalorada, a la que la polémica de su momento de estreno ni mucho menos ayudó (en ¡¡¡¡¡¡1995!!!!!!!), sufriendo el acoso y derribo de los sectores más reaccionarios de la sociedad que no vieron más allá del estereotipo de la historia de un hombre maduro y una niña de 12 años.
Pero esta Lolita no es ni mucho menos la obra morbosa que muchos quisieron ver, sino un complejo y duro retrato de una obsesión, que es fiel a su referente, es fiel a sus personajes, y es fiel a la audiencia, algo que no se pude decir de la anterior versión. En el continuo viaje de Humbert y Lolita vamos descubriendo las motivaciones y los motivos del dolor que sienten el uno por el otro, lo que en parte les ha unido, y lo que en parte no puede separarles. El caráter destructivo de ella y el autodestructivo de él cran una bomba de relojería que por mucho que oculten o nieguen explotará dañando a todos los que alcance. El uso en esta película del personaje de Quilty lo que hace es integrarlo en la historia a modo de perfil perverso de Humbret, de ahí su ensañamiento al encontrarse con él.
Desde un punto de vista técnico, Lolita es una bellísima reconstrucción de ese viaje en el que Adrian Lyne nos enseña los bellos Estados Unidos y en el que el autor da un paso más en la madurez artística que supone se carrera, desde los duros ochenta hasta la excelente Infiel, pese a que muchos de los excesos de su cine aún están patentes en Lolita.
Y por último, Jeremy Irons vuelve a su personaje favorito, aquél de moralidad confusa, de perversidad cuestionable, per en este caso añade en él un halo romántico y patético que hace de su duro y dificil Humbert una interpretación casi perfecta, casi tanto como el de la malograda Dominique Swain, Lolita perfecta, Lolita perversa, triunfadora en su tour force interpretativo, valiente, conmovedora, despreciable, y poseedora de esa belleza triste de la que hablaban Navokov y Humbert. Por último Griffith hace su última gran interpretación en el cine demostrando porqué llegó a tener el nombre que tuvo, ya que su Charlotte es una auténtica cascada de matices, que consigue una incuestionable presencia en su breve papel.
La película es acompañada asímismo por un ambiente romántico que la hace opresiva y bella, y una maravillosa música de Ennio Morricone.
jaly
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10
22 de octubre de 2014
156 de 234 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mundo, Demonio y Carne. Estos son los tres epítetos que titulan a las tres partes de Magical Girl. No existen las máximas universales a la hora de calificar una obra maestra en el cine como tal, pero podría ser que algo que tienen en común es la falta de evidencia, el no poder dar nada en la obra por sentado, lo desconocido que hay detrás de la imagen y que es en sí mismo el “otro” guión de la película, ése que no está escrito pero tiene tanto poder como el que se dice.

Magical Girl, partiendo de una proverbial verdad (2 + 2 son 4), se lanza hacia lo desconocido, al ilusionismo de lo que está y de pronto deja de estar. A partir de los ojos de una niña enferma (la hipnótica Lucía Pollán), y del ferviente amor paternal de su progenitor (Luís Bermejo, la sutileza hecha hombre), la historia de Magical Girl se va ramificando hasta crear un cuadro completo de la realidad social de un país. Como daño colateral a una mujer trastornada (Bárbara Lennie, la mejor interpretación que ha habido en el cine español en mucho, mucho tiempo. Es difícil que un cuerpo pueda contar más de lo que cuenta esta extraordinaria actriz con su composición), el miedo a lo desconocido asola la narración, el argumento y la propia sala de cine. Y los efectos causados en un solitario hombre mayor (José Sacristán, ¿existe una voz y unos ojos más reveladores que los suyos en nuestra cinematografía?) hiperbolizan cada elemento expresivo, narrativo y simbólico de la película. En el corazón de todo ello, un hombre del que no sabemos nada, el particular mago de Oz de este universo tan aséptico como real (Miquel Insua, demostrando el poder de lo oculto, la fuerza de la ironía, el desasosiego de lo que no se sabe), que lanza en un soberbio monólogo las claves argumentales de una película tan extraña como universal.

Es difícil intentar racionalizar lo que ocurre en Magical Girl. Su vigor está en cada elemento de los planos, en cada decisión estética, en la fuerza a la hora de crear iconos (el vestido de Magical Girl, la puerta del lagarto negro, el diseño de vestuario y las cicatrices del personaje de Bárbara Lennie, la constitución española como símbolo, la copla…) y en la propia dispersión de la forma. Como decía al principio, tal vez la falta de evidencia sea la clave para calificar a una obra maestra, y esa es la mayor y más reconocible virtud de Magical Girl: el misterio que hay en todo lo que la compone. Todos sus actores son excepcionales porque hacen todo lo que debe hacer un actor para serlo, pero además, en sus interpretaciones está presente siempre aquello que los espectadores no sabemos ni llegaremos tal vez a saber, pero que es una verdad intachable para esos personajes. La soledad de Pollán y Bermejo; la sádica relación entre Bárbara Lennie e Israel Elejalde como su marido; el mundo, pasado y presente del personaje de Bárbara; el carácter omnisciente y nuclear del personaje de Insua; o la gran elipsis ausente, la pieza del puzzle que falta para el personaje de Sacristán entre la primera secuencia de la cinta y su protagonismo en la última parte; son las incógnitas que elevan a Magical Girl como uno de los grandes acontecimientos del cine reciente, piezas que “están pero no están” en una historia que es a la vez cine social, película de terror psicológico y pieza de cámara sobre sentimientos universales.

El miedo a lo desconocido hará que mucha gente no reconozca como obra maestra a esta película. Pero lo que Carlos Vermut ha hecho con su segundo largo está lejos de palabras y opiniones. Es una película en la que todo cuenta, y cuenta de todo. Es difícil llegar a una conclusión sobre su(s) tramas pero en ellas hay verdad, originalidad y magia. Magical Girl es melancólica y feroz. Es divertida a la vez que agónica y dura. Expone los grandes dolores que alguien puede sufrir (como aclaración, “mundo, demonio y carne”), sin concluir ni juzgar aquello que se nos muestra, y lo que deja a nuestra imaginación. Es un tiro en la cabeza a lo racional, a lo encorsetado, a lo que se presupone que es nuestro cine.
jaly
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10
19 de abril de 2007
87 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thelma y Louise es una película que ha conseguido por derecho propio el status de película de culto. Pese a que en su momento no se la valoró tal y como se merecía, vista muchos años después consigue que su anticuado esltilo o sus limitadas localizaciones no desvíen la atención de lo que cuenta la historia, algo que supera tiempos y espacios: el poder de la amistad como constructor no sólo de situaciones, sino también de personas y de destinos. Y en ese sentido Thelma y Louise consigue ironizar sobre esta idea al llevar a sus protagonistas a un destino aparentemente destructor cuando en realidad lo que les ha llevado hasta allí es su propia fuerza y profunda unión, su propia decisión de construirse a sí mismas aún a pesar de todas las dificultades que encuentran por un camino de extraños, en el que el público - tanto nosotros como los impávidos espectadores con los que se van cruzando en su camino - asistimos impresionados a sus banderas de dignidad y moralidad (a pesar de que sus actos no lo sean).
Thelma y Luise nos permitió además disfrutar de dos de los retratos más acertados de mujeres que nos ha dado el cine, unos personajes que aún se recuerdan gracias a sus potentes caracteres y a al memorable trabajo de sus dos actrices, porque se consiguió algo que no es muy habitual en las películas: que hasta incluso la última secuencia se descubran matices de esas dos personas, gracias por supuesto a un maravilloso guión (que consigue combinar de manera espléndida la comedia, con el film policiaco, la road movie iniciática y el drama más duro), a una potente dirección (Ridley Scott, en uno de sus trabajos más sutiles), pero también a Susan Sarandon y a Geena Davies, que hicieron en Thelma y Louise sus personajes más redondos, en los que tanto la Louise de Sarandon, desconfiada, severa, atormentada, libre; como la Thelma de Davies, inocente, encerrada, despistada, confiada, evolucionan enormemente a lo largo del metraje hasta llegar a ser dos personas que miran adelante sin miedo, juntas gracias a si mismas y a la otra persona.
Un clásico.
jaly
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9
18 de abril de 2009
75 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
En El Talento de Mr. Ripley, Anthony Minghella desentrama los lazos de la psique humana poniendo a luchar sobre el cuadrilátero el ello, el yo y el superyó, haciendo que gane por goleada el primero, pues los deseos e instintos primigenios modelan y moldean al ser humano más allá de su decencia. También Freud dibuja parte del compás de esta obra, pues la pulsión de muerte (Tánatos) y la pulsión sexual (Eros) construyen la trama y la intriga de este rocambolesco y asfixiante thriller en el que los callejones sin salida se amontonan para las piezas de ajedrez de su director, sus personajes, que sufren las consecuencias de la bola de nieve de mentiras que Ripley va construyendo en su avance en la historia.

Porque Ripley no es un hombre al uso, pero a la vez preserva algunas de las ambiciones y defectos más antiguos del ser humano. Su inseguridad le revela como un hombre tímido y apocado, con afán de reconocimiento social y sexual. Dikie, su antagonista, es el mito que Ripley siempre quiso ser, alguien atractivo, encantador, que dirige la vela de su vida, y que no piensa en los demás para medirse a si mismo. La admiración da paso al siguiente sentimiento lógico, la envidia, y por vivir la vida que nunca pudo llevar, Ripley trata de suplantar todo lo que Dikie significa, desde su nombre hasta un traje usado. Ripley es un ser melancólico, casi patético. Dikie es alguien libre, expansivo, agotador. Son dos humanos dirigidos por ese ello del que Freud hablaba, y la colisión entre dos extremos da paso a la lógica lucha, primero fría, luego de bombas.

Minghella era un tipo inteligente, eso está claro. Supo renovar y revolucionar el cine épico – romántico clásico con El Paciente Inglés. Supo leer en La Odisea a Cold Mountain. Supo dar una visión inaudita al melodrama con Breaking and Entering. Y con El Talento de Mr. Ripley sigue los pasos de Hichcock, haciendo accesible la prosa de Patricia Higsmith sin perder inteligencia, trufando de bellas metáforas creadas por él la adaptación cinematográfica (como el significado de la música en cuanto a los personajes), mostrando la “dolce vita” italiana pero sin perder el clasicismo de sus escenarios, ni sus claroscuros (En Nápoles, Ischia, Roma, Venecia), aspectos también vinculados a sus personajes. Además dirige un reparto en estado de gracia, en el que el trío protagonista está antológico, Damon en su mejor papel, repulsivo y conmovedor, Paltrow totalmente emotiva y real, Blanchet con una elegancia y un empaque digno de una estrella de cine clásico, Hoffman salido y repulsivo, y Law haciendo un trabajo tan bueno que hace que todo público saque al Ripley que hay en uno, por la envidia, admiracíon, repulsión e ira que provoca.

(Sin Spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
jaly
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