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España España · Alicante
Críticas de Rubén SO
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
7
3 de julio de 2017
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La estrategia de mercado de Netflix en esta etapa parece cada vez más clara, realizar gran cantidad de producciones de calidad variable para ver cuales funcionan mejor a escala mundial y poder expandirse de forma eficiente. En este contexto peculiar es en el que se ubica Okja, la película del director coreano Bong Joon-ho. Para aquellas personas que nos gusta asomarnos a realidades cinematográficas diferentes a las de Hollywood, esta película en particular, y la apuesta por la diversidad de Netflix en general, son toda una suerte y un acierto.

El tema principal de la película no es precisamente revolucionario dentro del género de aventuras y ciencia ficción, el film nos habla de la relación entre una niña, Mija, y su mascota, Okja, un supercerdo que ha sido criado durante 10 años en semilibertad por Mija y su abuelo en las montañas de Corea. Tras un primer tramo cargado de estilo en el que se nos pone en situación, la acción arranca y nos metemos de lleno en una película de aventuras sobre el rescate de Okja. Bajo este marco la película está claramente diferenciada en dos partes bien diferenciadas: la primera, más tradicional, es una película de aventuras al uso, en la que se nos presenta un gran elenco de personajes secundarios, del que destacaría la peculiar interpretación de Gyllehall, y la trama avanza a muy buen ritmo; la segunda parte, es sin lugar a dudas donde el director se toma sus propias licencias, la acción frenética da paso a un ritmo más pausado y reflexivo con tal de plantearnos diversos debates (los pros y contras del sistema de producción cárnica, la relación del ser humano con la naturaleza, la realidad empresarial en la sociedad actual, son algunos de estos debates).

Alrededor de estas líneas generales se desarrolla la acción de la película a dos velocidades, según el momento del film en el que estemos, una más rápida y vertiginosa, y otra más lenta y tediosa aunque en ningún momento aburrida. Sin embargo, Okja presenta una peculiaridad en este aspecto que la hace especial, si bien lo normal en el cine actual es comenzar de forma pausada e ir acelerando poco a poco la acción hasta llegar un clímax final frenético, Bong Joon-ho decide que sea precisamente al revés, siendo divertida y amena en su primer tramo con un clímax frenético en mitad del film, y dejando los últimos 40 minutos de cinta para la reflexión del espectador. Todo ello acompañado de un buen trabajo de dirección y un destacable trabajo de fotografía, con una trama con más subtexto que texto (lo que puede hacer que gran número de espectadores no disfruten de la película en toda su amplitud) que consigue enganchar emocionalmente con el espectador. Pese a no ser una gran película, Okja es un ejercicio de estilo notable que me recuerda a aquellas películas de los 90 cuya principal aspiración era entretener y presentar debates al espectador sin llegar a resolverlos en la película, y sobretodo transmitiendo ideas de forma clara sin tener que recurrir a un sermón por parte de algún personaje de la película.
Rubén SO
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7
6 de marzo de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de superhéroes es un género con unos 20 años de recorrido, que en los últimos tiempos ha intentado evolucionar, ante un evidente estancamiento, hacia historias más oscuras y profundas. Sin embargo, mientras trataba de desarrollar esta faceta tenía que mediar con un claro lastre que le impedía despegarse de cierto aire infantil: la calificación por edades y el miedo a pegarse el batacazo en taquilla de ser clasificada con una dureza superior a la de la categoría PG13 en EEUU. Las películas de superhéroes se encuentran en una encrucijada entre el conato de evolución dentro del género y el intentar seguir explotando una fórmula que en cuanto a resultados cinematográficos, que no económicos, parece bastante agotada. Dicho dilema podemos observarlo claramente en los más de 15 títulos que nos han llegado en los últimos 5 años, desde el Batman de Nolan hasta las anteriores películas de Lobezno, pasando por el segundo título de Capitán América, entre otros. Pese a ello, no fue hasta la llegada de Deadpool, y especialmente a la luz de los datos de recaudación de la misma, cuando los estudios perdieron el miedo a obtener una clasificación R, llegando incluso a buscarla con la intención de que actúe como reclamo. Es aquí donde encaja Logan, que es a su vez un claro homenaje al género de superhéroes en general, y a los X-Men en concreto, y simultáneamente juega a rendir culto y referenciar la evolución de los propios géneros cinematográficos en general, y del Western en concreto.

Está película se ubica en un futuro no muy lejano al de las películas anteriores de Lobezno en el que los mutantes han sido eliminados, al menos, en los EEUU, y apenas unos pocos sobreviven en el más absoluto anonimato. En este contexto vemos a un Logan totalmente abatido, afligido, descreído, esperando la muerte y viéndose obligado a cuidar de un Charles Xavier que sufre de demencia senil, interpretado de forma soberbia por Patrick Stewart. Es en este punto donde llegará a sus vidas Laura, una niña mutante con las mismas habilidades de Logan, y que le ofrecerá a este la oportunidad de redimirse a través de una aventura que recuerda mucho a la que viven Joel y Ellie en el videojuego The Last of Us.

A partir de los primeros cuarenta y cinco minutos de metraje, donde se presenta la situación y los personajes, arrancando la acción al más puro estilo de una Road Movie, la cinta se convierte en un Western Crepuscular, donde las referencias y homenajes tanto a los tradicionales X-Men como al cine de vaqueros son más que evidentes. Es una historia que no presenta excesivas peculiaridades, que hemos visto con diferentes envoltorios muchas otras veces, pero que se aleja lo suficiente de los clichés clásicos del cine de superhéroes a la vez que se atreve a profundizar algo más en el alma humana y en sus rincones más oscuros. Sin embargo, la película presenta una serie de cuestiones que hacen que pierda parte de su brillo. Tenemos un villano que no está a la altura y que resulta poco creíble como antagonista, vemos un claro empeño del director en ocasiones de dotar a determinadas escenas de una carga de violenta gratuita sin que la trama lo requiera y, quizás, el mayor de todos los inconvenientes: es enormemente previsible. Jackman apuntó hace unos meses que era la última vez que interpretaba al personaje de Logan, de ser cierto estamos ante una despedida que se encuentra más que a la altura, con más aciertos que errores, y que especialmente brilla con luz propia.
Rubén SO
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9
16 de enero de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que la primera vez que me encontré con el contraste dulce-salado en una comida, era el cumpleaños de mi tía y ella siguiendo su trayectoria para ser la más cool de la familia había cocinado pollo a la naranja. No podré olvidar las dos sensaciones que sentí cuando escuche lo que íbamos a comer: primero rechazo ante lo desconocido y experimental, y luego curiosidad por lo que iba a encontrarme. Posteriormente, cuando probé el plato me dieron ganas de abofetearme por haber sentido rechazo, aquel plato era lo más novedoso, interesante, bueno y motivador que había probado en mi vida, y podía competir de tú a tú con el mejor cocido de mi querida abuela.

Con Loving Vincent sentí esas mismas cosas, primero rechazo, luego curiosidad y finalmente quede maravillado ante lo que puede ser un nuevo horizonte cinematográfico. Al igual que en la cocina se rebasan barreras para buscar nuevas fusiones y superar los horizontes fijados parece ser que Kobiela y Welchman se han propuesto lo mismo en el campo de la animación. Su película rompe las murallas del séptimo arte para acercarse al tercero, dando como resultado un producto totalmente innovador.

No es exagerado afirmar que el envoltorio es portentoso y tiene una fuerza semejante a la que pudo tener en su momento Toy Story cuando un nuevo tipo de animación llego a nosotros. Y cuando habló del envoltorio no solo hablo del impresionante hecho de que para cada uno de los 65.000 fotogramas haya sido necesaria su reproducción en un lienzo al óleo, hablo de la narrativa, los tempos usados y la temática elegida. Loving Vincent es un drama con tintes de thriller clásico de investigación en el que Armand el hijo de un cartero que conoció a Vincent Van Gogh quiere hacerle llegar una carta de este, tras su fallecimiento, a su hermano Teo. Al igual que hizo la película de Pixar en su momento, este film abre un nuevo horizonte que va más allá de lo estético y que esperemos que se asiente al igual que paso con el estilo introducido por el estudio estadounidense.

Sin embargo, lo que podríamos destacar es la entrada en el panorama actual de una película arriesgada, en unos tiempos en los que parece que las productoras tan solo apuestan por valores seguros, que no se alejen del estándar y que vayan a ser una apuesta segura en taquilla. Loving Vincent es tanto por su apuesta estilística como por su tiempo y costes de producción (7 años y algo más de 5 millones de euros han sido necesarios para sacar este proyecto adelante) un salto al vacío semejante al que realizo Richard Linklater con Boyhood. Ante el posible estancamiento de la industria productos así podrían estar marcando el camino hacia el futuro que pasa de forma ineludible por la ruptura de lo establecido como estándar.
Rubén SO
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