Maniac es muy rara, pero muy bonita. Consigue ser original mezclando un montón de elementos totalmente dispares: desde enloquecidas situaciones a lo Charlie Kaufman hasta la nave Nostromo de Alien, pasando por las ucronías de Philip K. Dick o un humor propio del mejor Wes Anderson.

El objetivo es descolocar al espectador, y vaya si lo consigue. Nada aquí es como cabrías esperar. Por supuesto, el primer capítulo sólo es suficiente para hacerte una ligera idea sobre el mundo que vas a ver y los personajes que lo habitan. Luego comienza un viaje interior lleno de sorpresas y emociones como hacía tiempo que no veíamos en la pequeña pantalla.

Maniac deja huella, cosa muy rara en la realidad en la que vivimos.

Ya nos han contado esta historia. La del joven ambicioso que hace todo lo posible por triunfar, y el terrible instructor que hace todo lo posible por ¿ayudarle?. Pero cuando está contada con tal sencillez y ritmo, nos olvidamos de tópicos y nos sumergimos en ella desde su oscuro arranque hasta su apoteósico clímax.
Lo mejor no es solo el personaje y la interpretación de J. K. Simmons, como es bien sabido. Destaca también ese montaje frenético de batería, sangre, sudor y jazz, mucho jazz.
¿Alguna pega? Ciertas acciones llevadas a cabo por el personaje de Miles Teller pueden resultar inverosímiles o forzadas y... ¡qué diablos! Siéntense y disfruten de ella, disfruten del camino que conduce a uno de los mejores finales que se han visto en mucho tiempo en una pantalla de cine. Terminarán con la boca abierta
Ah, y no olvidemos que es una ópera prima.