Cuando vi Confesions quedé satisfecho de una trama accesible, sorpresiva, llena de vigor, y de la mayor expresión de la frialdad en la venganza pocas veces tan elegante a la vez que cínica. Tetsuya Nakashima había conseguido un fan más a la espera ansiosa de otras muchas horas de buen cine.

Y llegó la hora de conocer El Mundo de Kanako, sentado en la butaca con los ojos como platos para no perder detalle. Brillante inicio, fabulosa presentación de los acontecimientos, esa falsaria Navidad comercial, y la dulce kanako asomando por los fotogramas intranquilos (qué innecesario e inútil movimiento cansino de la cámara) como un ángel desvalido que....Esto promete....La cosa sigue y, no puede ser, mucha Sangre, más sangre, violencia, suicidio y coros celestiales, y vuelta a la sangre espesa regada por las alfombras, paredes, espejos, asfalto, sapicaderos de coches, todo enmasillado entre pueriles diálogos de críos con problemas de goma de borrar que ensucia y no borra. Por el amor de Diós, que esperpento de situaciones inverosímiles una tras otra bajo un aura de amores juveniles, alcohol, desavenencias paternas, para dar a entender, o eso es lo que yo creo captar, que una niña de buena familia, que una niña prodigio se pierda en una jungla del todo deshumanizada, esa crítica a la sociedad ultramoderna japonesa, para llegar a ser el mismo lucifer. Es obvio que para lograr esa difícil plasmación, de la prometedora senda prodigiosa a los infiernos de KANAKO se requiera el uso y abuso de más ACCIÓN, palizas, atropellos, violaciones, alguna piscina llena de sangre y personajillos casi Zombies que resisten lo indecible aunque les hayan pegado cinco tiros después de haber sido atropellados por un coche. Y bien, Me lo creo porque la historia es un trasvase del manga a la pantalla grande, pero por lo demás, no deja de ser una película pasable, por momentos aburrida y en ocasiones innecesariamente gore, y muy cansina en la exageración de los sentimientos, dispares, imprecisos, amor-odio sin ton ni son, te quiero, pero "porsiaca", mejor te clavo el destornillador y me quedo más tranquila.

Alguno pensará, vaya crítica, qué poca elegancia, y es verdad, pero después de lo visto, taco tras taco, lluvias de sangre y violencia, no nos vamos a poner finolis. Sobra sangre y falta esencia de buen cine, o al menos ese que no recurre abusivamente al Ketchup.

En fin, Me has fallado Tetsuya Nakashima. Tío, por favor, espabila.

Le doy un cinco "pelao" y andando.

Recomendable. Es emotiva, sensitiva y veraz, una buena película con base histórica en las hazañas de dos hombres, el ejecutivo director de los Dodgers, Branch Rickey, encarnado por John Ford, y el tenaz Jugador de Beisbol afroamericano Jackie Robinson, personificado por Chadwick Boseman, hasta la fecha un "desconocido" prometedor de la pantalla grande. Ambos personajes se las verían con una pequeña parte de la historia oscura del racismo, muy presente en los estados sureños, aún no superado tras una guerra civil. De las muchas obras que ya se han producido en torno a esta lacra social, el racismo, ésta podría pasar perfectamente desapercibida, una más del montón, pero sería injusto despreciar el gran valor que significó en su día esta historia real, a mi modo de ver, una bien expresada historia dentro de un metraje que se hace cordial; un tú a tu de bofetadas emocionales que hurgan por las vísceras para hacer partícipe al espectador... Quién no sienta emoción alguna, debería hacerse preguntas... El racismo existe aún, de muchas índoles y causas, un problema más que no podemos olvidar, y de eso va la historia, del pequeño grano de arena que cada uno debe conciliar y negociar, sin perder la compostura, ni el norte.

Lo mejor de la película es el esquema de la evolución del problema racial, su eclosión en un mundo casi limitado a "blancos" de piel anglosajona, su visceral agresividad y el desenlace de los acontecimientos tras la lucha diaria, inicialmente, de nuestros dos mencionados personajes que, por amor al deporte, progresivamente irán ganándose al resto de personajes, todos muy acertados en situaciones muy creíbles....Y La trama Convence porque el director Brian Helgeland no ha abusado del sensacionalismo, fácil herramienta en estas causas, sino que se ha limitado a contar una historia sencilla, la de un deportista que solo pretendía jugar al Beisbol.

Es una buena película, la recomiendo.

Bien por la dirección de la Mano Invisible, David Macián, un director novel con buenos augurios. Esperemos que lo próximo en su currículum sea del mismo nivel o mejor que La Mano Invisible. Tengo un método infalible para clasificar, a lo bestia, qué película es buena, o no lo es, en horario de la siesta. Sencillo pero efectivo por la simple razón de que como en este caso, las hadas del sueño no me han llevado al naranjal de las delicias soporíferas.

La mano Invisible, adaptación de la novela de Isaac Rosa, trata el complicado tema del trabajo en una nave industrial modus show teatral mediático, donde las profesiones más habituales están representadas, así como las relaciones interprofesionales en un ambiente con condiciones laborales cambiantes, una atmósfera de presión con reajustes necesarios o forzosos, traiciones futuribles y otras consecuencias previsibles de la precariedad laboral que muchos trabajador@s padecen, unos con hemorroides y otros a voz alzada. Y aún siendo una cinta previsible, la cadena de acontecimientos te mantiene en vilo.

Discrepo en la pseudodenuncia social que algunos pueden ver en la temática, que la hay, pero ésta se desvanece sobretodo en la parte final, dónde se contradice la dignidad del ser humano para pasar del razonamiento a la violencia de unos espectadores defraudados. Al no verse cumplida su dosis de morbosidad el ensayo crítico, denuncia social, acaba en desastre.

Demasiado sencillo y poca profundidad en el mensaje ambiguo o quasi indefinido, un sinsentido según sea el punto de vista, o, diferente visión según pueda ser el espectador, ya sea un trabajador explotado (recordemos a las kellys limpiando cada día entre 22 y 28 habitaciones de hotel) o un emprendedor que sólo busca beneficios.

Por otra parte, La Mano Invisible, parece entrar de lleno en el riguroso y discutido tema del rendimiento laboral, pero finalmente lo esquiva, no se moja lo suficiente, ni siquiera incide en la humanidad del ser medido paso a paso como meros artefactos sin alma representados en gráficos de rendimiento y rentabilidad. ¿Tú puedes pensar en tu trabajo?...

¿Es la Mano Invisible una oda a la pronta llegada de la era robótica? Quizás sí, o al menos eso creo haber visto yo, dada la incongruencia del tramo final, su violencia y su deshumanizado mensaje de locura. De la dignidad del ser humano hacia su indefensión ya sólo queda el peldaño clave para la supresión de los obstáculos y los derechos laborales esenciales; y es que las máquinas no piensan, no discuten, no pagan impuestos ni seguridad social, no se quejan, no hacen huelga, no mean, no descansan, no tienen niños ni citas previas al médico. Las máquinas, salvo alguna revisión informatizada o cambio de tornillería, la robótica es el cambio "necesario" hacia la obediencia y el mejor rendimiento laboral libre de secuelas, y como no, para la aniquilación programada de ese mundo civilizado hiper poblado que además protesta demasiado. Tiene que ser eso, porque de otra manera no alcanzo a entender un final tan suicida y descabellado.

Nota 6,6

Es un insulto a la inteligencia, una aberración a las ilustres citas finales.Una falta de respeto a la historia del racismo. Película manipuladora, soez, hecha para la reivindicación de la raza negra mediante un pueril argumento sin pies ni cabeza. Si Spike Lee busca la reivindicación debería empezar por lo básico, respetar a las otras razas, etnias y culturas. Su mensaje consigue el efecto contrario, ensalza el odio, la violencia gratuita y la permisividad en los errores. Es la peor película que he visto sobre la temática racial. Es más, tanto va el cántaro a la fuente que aquí el tema racial ya huele mal, Spike Lee, directamente denigra a su propia raza en la justificación de unos actos indefendibles y manipulados en el abuso y la exageración. De pena.

La película en su formato general es aceptable, con un elenco de actores pasable y una ambientación y fotografía magníficas. Pero en esta cinta eso importa poco, cuanto más en estas tramas abunda el sentimentalismo y la lagrimilla forzada, casi cargante. Lo que importa es la historia, el contenido, la denuncia, y tal vez la compasión del espectador ante su impotencia. No quería verla y finalmente me he decidido, y no es cobardía, no, sino una premonitoria sensación de asco, como así ha sido.
El hecho de trasladar el cerebro hacia otras culturas, puede resultar una maravillosa experiencia siempre y cuando las neuronas no salgan de la ruta turística establecida y de su estado configurado en la seguridad hacia el punto de inicio. Es llegar, mirar, comer, dormir... y vuelta a casa con las fotos libres de escenas donde una niña de 10 años es vendida, casada a la fuerza y tratada como ganado. Ese no es el plan, afortunadamente, porque tratándose de otras culturas, donde el retraso civilizado descarna, el mejor remedio es no interferir y dejar que los acontecimientos, o las pequeñas revoluciones internas surjan por la propia iniciativa de los afectados. Digamos que occidente ya ha sufrido sus propias revoluciones, guerras, lucha social, y hambrunas suficientes entre otras calamidades a lo largo de la historia para tener zanjados algunos errores como el analfabetismo, la ignorancia, o evitar tener hijos como conejos. Como espectador, siento asco y sólo puedo repudiar el acto abominable de la noche de bodas de una niña de diez años, obligada a ser penetrada por un cabestro ignorante, y desear que algún día esas futuras mujeres y madres, sigan luchando por un mañana más justo.

En estos temas tan hirientes, tan irrespetuosos con la vida, la dignidad y la libertad del ser humano, me preocupa esa violencia de las imágenes mostrando a los yemeníes armados con total naturalidad. Me preocupan esas costumbres tribales arcaicas, o en este caso, que la ley de Alá se denigre para saldar deudas y para fornicar con niñas indefensas. Me preocupa, sí, y bastante, la tergiversación de la ley de Alá y sus consecuencias en mentes fanáticas, porque la corrupción de la religión, de cualquier religión, ya sabemos a lo que nos conduce.