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Críticas de GROUCHODESDELOSCIELOS
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
5
28 de octubre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retomamos las andaduras fílmicas del macabro Kriminal, el "Rey del crimen", en su inevitable secuela (eran los mejores años del fumetti), amén de repetir la temeraria pareja protagonista de aquélla: el inexpresivo Glenn Saxson y la percherona Helga Liné, que milagrosamente cuajaron tan bien 2 años antes. El escurridizo esqueletado ha vuelto pues a Londres tras escaparse de la penitenciaría de máxima seguridad de Estambul, donde se le condenó a trabajos forzados.
Ahora, Kriminal regenta una residencia de ancianitas en la capital británica, de las que él mismo se va deshaciendo a base de sobresaltos nocturnos, para así cobrar sus suculentos seguros. Siempre acompañado por su "fiel" secretaria y amante Janet (que tampoco tiene desperdicio, como os podéis imaginar), Kriminal nos demuestra de nuevo una falta de moral sin precedentes, superándose a sí mismo.
La misteriosa aparición de cuatro fragmentos de pergamino escondidos en 4 figuras de buda dignas de los chinos, llamarán pronto la atención de nuestro astuto bandido, que ansiará el tesoro que aparentemente se esconde tras su críptico mapa (según cuentan, auténticos lienzos de Goya y Rembrandt).
La aventura está servida, pues Kriminal se ganará fácilmente nuevos enemigos y recuperará rápidamente a los antiguos, sobre todo al entrañable inspector Milton, ocupado aquí con su propia boda.
Más aclamada por la crítica especializada que su predecesora (como dice Pedro Porcel, "se trata de una cinta de mayor atractivo"), a nivel personal no creo que esto sea así, pues aunque supera a su antecesora en dosis de delirio y solidez argumental, pierde en algo fundamental para mí : ya no resulta tan ingenuamente deliciosa como la anterior.
La solventada inoperancia de Saxson en La Máscara de Kriminal, aquí ya se torna más molesta que acertada, pues el actor trata de aportar algo más de cinismo al personaje, sobreactuándolo y convirtiéndolo, seguro que muy a su pesar, en una sombra de lo que fue. Éste Kriminal pretendidamente más chulesco, absurdamente fumador, medianamente sarcástico y de insoportable pose seductora, desdibuja definitivamente su popular rol y destapa sin remedio los preocupantes límites interpretativos del joven holandés.
De manera casi milagrosa, se verá compensado por el salto de calidad de Helga Liné (aquí interpretando a la señorita Gitan, una española que baila flamenco, nada menos), mucho más acertada, sensual y contenida que en su horrible actuación anterior.
Si bien la primera parte sufría graves irregularidades de guión (en ocasiones no sabíamos ni dónde estaban), en ésta ese problema queda más o menos solventado, pues la trama es aún más disparatada y se acentúa el delirio global. La historia del mapa del tesoro escondido en los budas, nos invita a un final de tintes arqueológicos, algo así como un Indiana Jones en números rojos que puede resultar divertido, sí, pero algo lamentable también (ese orificio en las rocas, ¡por favor!).
El film en cierto modo patina al intentar llegar más lejos que su antecesor. Un mayor número de diálogos infructuosos, más localizaciones (a todas las anteriores se le suma ahora Beirut), algo más de acción y explosiones (con una secuencia en coche aburridísima) o un imperdonable descenso en su contenido erótico (quizás lo más encendido de la cinta sea el dibujo de la portada, imaginaros...) no ayuda a la hora de construir una secuela de mayor calidad.
El agradable aire pulp se mantiene gracias a sus frames que se convierten en viñeta, sus decorados de cómic o las licencias argumentales que este tipo de cine ofrece al espectador, véase el macabro negocio con las ancianas, la imperdonable desconsideración del inspector Milton en el día de su boda o el asesinato de Kriminal en la bañera, puntos fuertes de una trama a caballo entre el thriller y la comedia más negra y desprejuiciada.
Como ocurre con demasiada asiduidad en este tipo de géneros, la película requeriría de una mejor edición digital, con la pertinente restauración de sus fotogramas dañados o sobreexpuestos y mejorando la calidad del audio y del subtitulado, ya que en ocasiones, es muy sonrojante. Seguiremos esperando.
GROUCHODESDELOSCIELOS
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6
13 de agosto de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del medio centenar de cintas italianas de índole fumetti comprendidas en la década de los 60, un proyecto en particular consiguió desmarcarse del resto con ciertos honores, y no solo por su descaradísimo, casi obsceno oportunismo, sino por saber rizar el rizo y caricaturizar lo ya previamente caricaturizado, extrayendo con un gran sentido del humor todo el jugo posible a este tipo de producciones protagonizadas por héroes baratos con mallas, y llegando a popularizarse de manera tan sorprendente como inesperada. Me estoy refiriendo, cómo no, a la divertida "Asalto a la corona de Inglaterra".
Honesta y conocedora de sus limitaciones pero también de sus libertades, la película de Sergio Grieco aka Terence Hathaway (1917-1982), se puede entender mucho mejor si tenemos en cuenta las previas incursiones del cineasta italiano en el entrañable subgénero del Eurospy, (con James Bonds de oferta), compartiendo un par de ellas con el mismo actor protagonista, el americano de rasgos angulosos instalado en Italia y con experiencia en Peplums, Roger Browne.
Así pues, con la esencia todavía palpable de sus dos últimas películas con espías conjuntas (ambas en 1966), pero sumándose ahora a la moda de lo superheróico, Grieco y Browne unieron esfuerzos para concebir un film de mixtura caprichosa, un cóctel de subgéneros extintos y efímeros, que coincidieron accidentalmente en el tiempo, y que desembocó en un spoof de irresistible encanto pulp.
Riéndose descaradamente de la mucho más sobria y antipática "Superargo, el hombre enmascarado", nos presentan aquí a Argo-Man, un ¿justiciero? embutido en una elástica amarilla con poderes extrasensoriales e innumerables habilidades que tiene como alter-ego a un inglés multimillonaro de modales exquisitos, el criminólogo Sir Reginald Hoover, que viene con todo el pack (mansión a medida, coleccionista de obras de arte, gadgets high-tech, irresistible playboy, fuma en pipa, servidumbre cómplice...).
Tras una serie de inexplicables robos que están volviendo loco tanto a Scotland Yard como a la policía francesa, éstos unen fuerzas para desenmascarar a la bella Jenabell (Dominique Boschero) y así evitar que robe un gigantesco diamante que podría desencadenar una guerra nuclear y ésta se autoproclame "reina del mundo". Como es fácil suponer, será fundamental la ayuda de Sir Hoover primero (en tareas de especialista en crímenes), y Argoman después para, no solo beneficiarse a la malvada villana, sino de paso evitar males mayores.
No sirve de mucho remarcar el evidente espíritu B que desprende el film, ni las consabidas limitaciones tanto técnicas como económicas del proyecto, por lo que obviaré aspectos de carencias de recursos y/o presupuesto, y más que la forma (que también), me interesa el fondo. Me encanta la idea de que un mismo personaje se dedique a su vez a delinquir y luego a investigar quién delinque, que la villana utilice sus encantos sexuales con la misma libertad que su equivalente masculino, que la trama contenga retazos de naturalezas variopintas (una delirante y maquilladísima mad doctor que replica mandatarios, el robot asesino más torpe de la historia, mamporros all'italiana o un adorable erotismo camp), y que sepa reírse de sí misma a la vez que estructurar medianamente bien una trama sin duda alocada, entretenida y sobre todo, muy divertida si se le sabe poner la lente precisa.
Argoman no solo parece poder controlar con su mente toda clase de tecnologías y jugar con su telequinesis a placer, sino que además presenta una fuerza sobrehumana y una inteligencia superior; pero tiene un punto débil, su kriptonita personal, y es que aunque sutil, en la cinta se nos muestra culebreando la censura con maestría. Al parecer, cuando Sir Reginald Hoover mantiene relaciones y se "desfoga", necesita una serie de horas para "revitalizarse" y así poder volver a ser Argoman, lo que conllevará que le apalicen en un furgón, todo sea dicho de paso.
Como curiosidad, la película tuvo un baile de títulos importante, todo por tratar de rentabilizarla en cada país como fuera necesario. El original italiano fue "Come rubare la corona d'Inghilterra" (Cómo robar la corona de Inglaterra), pero también se la conoce por "Argoman, the fantastic Superman", "Superman le diabolique", "Superman diabolico", "Fantastic Argoman" o incluso "Superman contre les robots".... sea como sea, se trata de un film discreto pero entrañable, divertido e incluso mítico en diminutos círculos, que la proyectan como cinta de culto en pequeños festivales, aunque sea para paladares muy concretos.
JESÚS ÁLVAREZ (SOSPECHOSOS CINÉFAGOS)
GROUCHODESDELOSCIELOS
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6
25 de noviembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Il boia Scarlatto es, sin duda, uno de los ejemplos más pintorescos de la historia del cine de terror gótico italiano. Obra de Massimo Pupillo (también conocido como Max Hunter), el film se estrenó a finales de 1965 en plena ebullición del fumetti neri y en co-producción con Estados Unidos, presentando no sólo una singular y muy libre adaptación de los escritos del Marqués de Sade, sino también por su poco habitual plasmación cinematográfica, ya que acude a muy diversas fuentes de inspiración (desde el péplum al otrora emergente cine erótico).
Filmado en los exteriores del precioso Castillo Piccolomini de Balsorano (ahora convertido en un hotel), Il Boia Scarlatto seduce por su clara composición camp derivada del cómic, más que del uso del lenguaje cinematográfico, con un cierto abuso de los planos muy abiertos, como si las intenciones del director fueran insertar globos de diálogo en los fotogramas cual viñeta.
Un irresistible y arriesgado planteamiento fílmico que desafortunadamente no dio los frutos en su día, pero que, pasados los años y toreada al fin la indeseable censura (que la prohibió durante años por toda Europa), la convierten ahora en un verdadero film de culto, con personalidad y autoridad.
Un flash-back a modo de prólogo nos muestra como en diciembre de 1648, ejecutaban en las catacumbas del castillo a un lunático verdugo por sus atroces crímenes, siendo ajusticiado de una manera no menos cruel a sus antes reprochables e inmisericordes actos.
Ya en la actualidad, observamos como un variopinto grupo de modelos femeninas, un fotógrafo (el propio productor, Ralph Zucker), un escritor y un publicista se dirigen al castillo buscando localizaciones perfectas para ilustrar las portadas de su próxima novela de horror ("La venganza de Skeletrik", nada menos, en clara alusión al antedicho movimiento fumetto).
Una vez en su interior, descubrirán que allí reside, y de manera bastante excéntrica, un musculoso ex-actor que ahora se cree la reencarnación del sádico verdugo, un ser superior que no tardará en aplicar tormento a todos y cada uno de los visitantes hasta causarles una muerte lenta y agónica.
Uno de los puntos fuertes de esta extraña producción es que todo gira en torno al torneado verdugo escarlata, encarnado por el polifacético actor húngaro Miklós Hargitay a.k.a Mickey Hargitay (ex-marido de la accidentada Jayne Mansfield y Mr. Universo en 1955), que a su vez es una simpática caricatura a los clásicos héroes apolíneos que plagaban los ya en decadencia péplums del cine italiano. Su despliegue de vanidad y enfermiza autoestima es parte importante de este delirio fílmico que, de una manera muy personal, lanza una cariñosa crítica a esa peculiar moda del héroe en taparrabos.
Por otro lado, su descaro en los efectos visuales provocará más de una carcajada (en concreto gracias a una inolvidable araña), el diseño de las mazmorras con su sala de torturas y el proceder de los martirios provocados seguro que no dejará a nadie indiferente; pero antes de que caigamos en el rubor más absoluto, debemos comprender la naturaleza de la que proviene, pues se trata, ante todo, de una película-cómic en su amplio sentido camp.
Este cuento de terror de voluntario sarcasmo global, también nos deleita con bellezones de aúpa, calabozos malsanos, guiños a otros fumetti (uno de ellos se embute en el esquelético atuendo tan propio de Kriminal), un buen surtido de horrendas muertes por doquier y asépticas líneas de diálogo de lo más estimables, que invitan no sólo a esbozar una tierna sonrisa de complicidad, sino también a re-descubrir un género, el horror a la italiana, desde un prisma bien distinto (además, no nos olvidemos, con sádicos tormentos a modelos en cueros).
El film, también conocido como "The Bloody Pit of Horror", "The Crimson Executioner", "The Red Hangman", "The Scarlet Hangman", "A Tale of Torture" o "Vierges pour le bourreau", tembló también por la censura, que le amputó casi 9 minutos y que gracias a la buena edición del DVD italiano (con un documental sobre Pupillo más que interesante), se han podido incluir en el apartado de material añadido.
En suma, una obra de lo más bizarra y estimable, que requiere de cierta complicidad con el género abordado pero que deja un buen sabor y varias escenas memorables, además de merecerse, sobradamente, la tan manida etiqueta de película de culto.
SOSPECHOSOS CINÉFAGOS.
GROUCHODESDELOSCIELOS
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5
17 de noviembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al calor de otros forzudos de buen corazón como Hércules, Sansón o el infatigable Ursus, el cine péplum también "resucitó" al personaje de Maciste en la primera mitad de los años 60, llegando a protagonizar hasta una veintena de films (2 de ellos, ya en los 70, perpetrados por nuestro todoterreno Jesús Franco).
El rocoso Maciste, tras su largo periplo por el mudo (27 películas, nada menos), ahora se enfrentaba a un nuevo abanico de variopintos enemigos; cíclopes, vampiros, mongoles o hasta el mismísimo Zorro, y bajaba a los infiernos si era necesario, todo dentro de las libertades que el peculiar género mitológico ofrecía.
La mayoría de estos films, meros exploits a su vez de otros exploits, tenían como protagonista al culturista foráneo de turno, americano o británico, que sin entender demasiado el idioma (se aprendían los textos así, fonéticamente), se prestaban a lucir pectorales dentro de un siempre simpático y bienintencionado producto de serie B sin mayor pretensión.
Dentro del filón Maciste, obviamente hubo de todo; hubieron films regulares, flojos, más o menos interesantes, algunos del todo demenciales o incluso otros muy estimables (caso de "Maciste contra el vampiro", en 1961). Pero sólo uno se atrevió a adentrarse en la ciencia ficción como lo hizo "El Gigante de Metrópolis" años atrás, creando una película del todo inusual y en la que merece la pena detenerse.
"Maciste e la regina di Samar" (literalmente "Maciste y la Reina de Samar"), fue la penúltima producción de la saga, ya en plena decadencia del héroe, e inesperadamente fue una de las más significativas.
De entrada, aquí el fornido justiciero estaba encarnado por uno de los poquísimos actores italianos culturistas, el recientemente desaparecido Sergio Ciani (stunt de Steve Reeves en su día) y que también se concedió el lujo de cambiarse el nombre a uno más cool y de mayor tirón comercial, pasándose a llamar Alan Steel.
Curiosamente, el timón del film lo llevó el experimentado Giacomo Gentilomo (1909–2001), el que fuera co-director del mejor episodio de la franquicia antes citado, y que también tuvo un alter ego anglosajón, de nombre John Gentil.
Para la ocasión, Gentilomo llevó la misión del semidesnudo semidiós a terrenos inexplorados, y decidió que aparte de los estilemas propios del género como la figura del tirano que somete al pueblo (aquí la Reina Samara), el siempre casto flirteo entre el héroe y la estilizada de marras, los sudorosos combates contra seres imposibles o esos inevitables desastres naturales con final feliz donde prevalece el sentimiento de justicia y/o venganza, su film necesitaba condimentarse con nuevos sabores. Ingredientes de otra índole.
Así pues, Maciste acudirá a la llamada del sometido pueblo de Samar, se enamorará de la jovencísima hija del canciller (no sin antes advertir que su edad era, cuanto menos, inapropiada), y se enfrentará a numerosas criaturas, pero, y ahora viene lo curioso, nada es lo que parece a simple vista.
Lo insólito del caso es que la Reina Samara tiene un pacto secreto con seres extraterrestres (de la Luna) para conseguir la vida eterna y como no, más riquezas. Les deberá suministrar cada cierto tiempo un buen surtido de jóvenes para su sacrificio en "la Montaña de la muerte", para que la reina de éstos, Selene, resucite.
Para evitar dicho plan, Maciste deberá enfrentarse, por lo común al galope, con su ejército de hombres-piedra, gorilas dentados, escapar de trampas en subterráneos o conseguir seducir a la soberana en unas escenas para el recuerdo. Además de escapar a los devenires de la caprichosa Naturaleza, siempre causante de numerosos desastres en el último tercio de metraje (en este caso, por una conjunción astral).
Si todavía no os seduce la idea, aún hay más. A todo este desbarajuste conceptual hay que sumarle un incesante desfile de peinados femeninos con sus moños, extensiones y postizos, sonrojantes intrigas palaciegas, divertidos efectos especiales (¡ese inexplicable filtro dorado final!) y escenas de lucha que nos recuerdan inevitablemente al mítico Astérix contra los romanos, tanto en lo referente a su vis cómica como en lo "viñetesco" del enfoque.
Si no fuera por su autoasumida condición de cine menor y una inexplicable falta de pretensiones, estaríamos ante una pieza angular del péplum. De todas formas, y pese a su obvias carencias (dramas blanditos y fallidos, un héroe más tarugo de lo habitual, enemigos de chiste como los gigantes de piedra o una acción muy poco estimulante), se sigue tratando de un film bien curioso e insólito, que traspasa el género al que pertenece y cae simpático por su honestidad.
Sin duda, y pasando por alto el absurdo título español (de fantasmas, nada), sí es de ley resaltar que tuvo un doblaje cariñoso (con nuestra voz de Schwarzenegger en Maciste), aunque requiere de un mejor trato en su edición digital, muy descuidada en general (con sus altibajos de audio, escenas borrosas y demás lindezas del distribuidor).
En definitiva, una pequeña rareza, de impronta pre-fumetti, con altibajos de calidad pero que se disfruta con cariño y deja una balsámica sensación de cine humano y humilde. Que ya es mucho.
GROUCHODESDELOSCIELOS
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5
28 de octubre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pasado 15 de junio del presente año fallecía en su Calabria natal y por causas naturales, el cineasta Nicola Nostro, habiendo cumplido los 83 años y en la más absoluta de las intimidades. Nick, como le conocían en sus círculos cercanos, hacía más de 4 décadas que se distanció de la creación cinematográfica y tan sólo se dedicaba a los negocios, tal vez consciente de que su verdadero talento no estaba tras las cámaras.
Sin embargo, el bueno de Nick Nostro (o Nick Howard, como se quiera), será ya recordado por algunos cinéfilos por sus tímidas aportaciones al spaguetti western de principios de los sesenta, siempre rodeado de féminas acaloradas, sets de oferta y al que se le consideraba, creo que de manera acertada, un mercenario más del cine de la época.
Ese oportunismo comercial fue sin duda la razón principal para que en 1966, Nostro se pusiera al timón de un nuevo proyecto de rentabilidad asegurada, pues había un género de moda entonces en la Italia de la época (gracias al Diabolik de Bava, por supuesto): la historieta cinematográfica o fumetti.
A sabiendas de que el famoso cómic de Kriminal estaba en el horno con intenciones de estrenarse en Navidades de ese año, Nostro y su equipo se apresuraron en filmar las aventuras de Superargo, una insólita mixtura transalpina entre "El Santo" mexicano y The Phantom (aunque algunos ven más un cruce cool entre Batman y James Bond).
Sea como fuere, "Superargo, el hombre enmascarado" (Superargo contro Diabolikus) consiguió asaltar las pantallas italianas una semana antes que su compañera, aunque con diferentes resultados en taquilla, como se le podía suponer. El guión corrió a cargo del catalán Jaume Balcázar y el protagonismo recayó en el fornido Giovanni Cianfriglia (de nombre artístico Ken Wood, que quedaba más chulo), antiguo doble de Steve Reeves (y en Hércules, nada menos) además de stunt man en docenas de films.
Al contrario del resto de fumettis donde el héroe juega siempre al margen de la ley, aquí Superargo colabora con el servicio secreto (tras un serio percance que lo aparta de su carrera como wrestler) para tratar de detener al mad doctor de turno, el malvado Diabolikus, quién dice haber encontrado la manera de convertir en oro diferentes metales como el mercurio y amenaza con desestabilizar la economía mundial (...).
Esta coprodución italo-española no pretendía otra cosa que sumarse a la moda que imperaba entonces, aprovechándose del tirón de los héroes con mallas y antifaz para así obtener algunos beneficios en taquilla, por lo que como película, obviamente no convence a casi nadie.
El héroe resulta tosco y antipático, y salvo un par de sarcásticos comentarios puntuales, poco aporta en pro del interés del film. Sus féminas de contorno (la catalana Mónica Randall entre ellas) no son esta vez motivo suficiente como para alegrarnos el visionado, pues el film apenas muestra erotismo alguno. Y eso, en un fumetti, es del todo imperdonable.
La idea de que un super wrestler colabore con el servicio secreto para atrapar a un enemigo que pretende dominar el mundo es tan susceptible de salir bien como de salir mal, pero en manos de mercenarios de baja estofa acostumbrados a un cine realizado con prisas en la producción, todo está más que dicho.
Así que tan sólo nos queda aferrarnos a algunos detalles para extraer algo positivo de la experiencia, y que por fortuna, también los hallamos.
La figura del científico Diabolikus junto a su traicionera amante planeando el dominio del mundo a base de lingotes de oro es simpática, y al menos su relación sufre cambios de rumbo interesantes, no como el anodino del protagonista con su inoperante mujer. También la guarida de éstos, en un islote perdido repleto de cámaras y ¿congeladores, hornos, jaulas....? tiene cierto encanto, así como el delirante artefacto espacial de huida del que dispone el malvado doctor. Un capricho pulp muy propio del mundo de la viñeta.
Los graciosos gadgets a lo James Bond de los que dispondrá Superargo (¡esa oliva en un palillo!) junto con las pruebas físicas que debe pasar para convencer al gremio de sus poderes (entre las que está, como es natural, electrocutarse a placer) quizás sea lo mejor del film, pues nos demuestra que funciona mejor salpicada de comedia que en un tono absurdamente serio.
Tampoco desmerece el combate inicial entre Superargo y El Tigre, pues ambos hacen gala de unas excelentes aptitudes para las coreografías de lucha y éstas son realmente soberbias, propias de verdaderos profesionales (algunas acrobacias son espeluznantes).
Así pues, el film de Nicola Nostro no fue más que un producto de temporada a medio cocer, de una simpleza técnica abrumadora y escasos recursos que sin embargo, puede resultar agradable visto desde la perspectiva adecuada. Haciendo un esfuerzo por entender la naturaleza de su origen y sin apretarle demasiado las tuercas innecesariamente, esta primera aventura de Superargo (que tendría una secuela 2 años después, bastante superior) supuso un modesto pero fallido intento de fumetti, aunque suficiente como para acordarnos con cariño del desaparecido Nicola Nostro.
GROUCHODESDELOSCIELOS
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