Haz click aquí para copiar la URL
España España · morgadáns
Críticas de árbore
1 2 3 4 >>
Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
10
14 de junio de 2017
314 de 346 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me parece del todo imposible hacer justicia a una serie tan devastadora como The Leftovers. Escribo porque no asumo que haya terminado, porque necesito estirar la resaca, o porque sentarse delante de una pantalla en blanco, mientras suenan las teclas de EL PIANO, resulta muy evocador como para decir no.

El caso es que la serie ha terminado y automáticamente se ha colado en mi top tres junto a The Wire y Six Feet Under. Defiendo The Wire como la mejor porque no es un producto pensado para la televisión en cuanto a ritmo, montaje, etc… es una peli que dura sesenta horas. todas muy medidas, todas muy pensadas, con una interpretación coral inalcanzable para las demás, aunque entienda que no ofrezca lo que mucha gente pide a una serie en cuanto a dinamismo o seducción, tenga o no tenga una porción de pizza en la mano. cuando hablo de Six Feet Under aludo al amor del bueno, ese que en televisión o cine suele ser más empalagoso que mojar toffees en leche condensada pero que en la interpretación de keith & david resulta natural, real, legítimo.

Con the leftovers suelo hablar de intensidad, emocionalmente es la serie más exigente que he visto nunca. Y aquí, al intentar verbalizarla, me vienen a la mente un par de referencias. La primera alude a este párrafo de “Ña y Bel” (Gustavo Martín Garzo, 1997):

[…] creo que estar triste es tener el convencimiento de que las cosas son más de lo que parecen, que esconden siempre otra vida. Una vida que, sin embargo, nunca podremos alcanzar. […]

Estos días he hilado una teoría absurda: para que te guste The Leftovers tienes que estar roto. Vale que no es muy sólido esto, pero creo que tienes que haber lidiado de lo lindo con la mierda para poder encajar los golpes que guionistas, actores, directores han creído que podías recibir. Hablo de estar mal de verdad (no de parecerlo), de la incapacidad para resolver conflictos, de tener que haber desarrollado mecanismos de autodefensa para asomar ahí fuera, de la incapacidad para comprender o relativizar ciertas cosas.

Vale que mi teoría es completamente subjetiva pero sí he pensado en esto cuando le he recomendado la serie a personas felices que bajaron del barco rápidamente porque la serie les exigía mucho a nivel de intensidad. Al fin y al cabo hablamos de sentarnos delante de unos personajes que, estando ya rotos, deben lidiar con la súbita desaparición de familiares, amigos o conocidos. Una desaparición que no tendrá nunca explicación, vamos, que si quieres porqués últimos, nanai de la china.

La otra referencia tiene que ver con Nick Cave. En concreto con esa parte del documental “one more time with feeling” (Andrew Dominik, 2016) en la que intenta explicar cómo respira la pérdida de su hijo. Nick Cave habla como si estuviese en el diario de patricia exponiendo el drama de dramas. Me llamó especialmente la atención una parte en la que define el tiempo como elástico, puedes alejarte del vacío y del dolor, pero el tiempo funciona como una goma que aunque se estira y aleja, termina por ceder y volver a la zona cero. En este caso Nick Cave habla de la hora en la que sucedió la mayor de las desgracias imaginable, de la discapacidad emocional para ver el reloj, nuestro 14 de octubre particular.

El tiempo es elástico para todos y cada uno de los personajes con alguna diferencia en la fuerza de retorno a la zona cero, pero igualmente amenazante. Querer recuperar una vida que no querías porque la actual tampoco la quieres, porque tú no te quieres, porque eres incapaz de querer, porque el precio de querer o aferrarse a algo/alguien, aunque tengas tres millones de dólares en una subasta, no lo puedes pagar.

Dentro del torbellino emocional que sacude a todos los personajes de The Leftovers hay uno que los supera a todos, Nora Durst. Lo de Carrie Coon sería de alfombras rojas, muñecos bañados en oro y todo el tenderete si creyese en eso. Porque si hay algo más valiente que suicidarse es afrontar una vida en la que echar de menos pesa lo mismo que echar de más y aun así no hay, ni habrá nunca, equilibrio.

porque en el fondo todos nos movemos infinitamente mejor en la mierda, es más barato pensar mal que pensar bien, nos han hecho creer primero que la felicidad es una meta, es más fácil andar persiguiendo una zanahoria, más tarde rectificaron, ya no es una meta, es el camino hasta la meta. El caso es que seguimos sin ser capaces de ser felices porque desconocemos los esquemas de la felicidad, porque no estamos acostumbrados, porque no tenemos confianza en ella porque nunca la hemos conocido lo suficiente como para dejarle las llaves de casa. porque aunque sabemos cuáles son los efectos secundarios de ser/estar triste somos capaces de manejarlos, qué coño, ¡siempre han estado ahí! por eso es lícito jugar a ser dios, a ser espía, a creer en conspiraciones perrunas, en realidades paralelas, en física cuántica, todo vale, todo, absolutamente todo menos creer sin más en el ya, en el ahora, en el ser humano que tienes enfrente en este preciso momento, un momento que es presente y pasado al mismo tiempo, que puede o no puede estar en el mismo plano existencial que tú, que yo, que ella, que él, que todo.

The Leftovers no es que deje más interrogantes que respuestas, es que tanto unas como otras en realidad no importan. Importan los caminos, el proceso, la evolución, los andamios que has necesitado para hacer esto, lo otro o lo de más allá, importa la ciencia (Laurie) hasta que importa más el sentirse útil (aaaay Laurie). Y claro, importa el amor, siempre el amor, o el pragmatismo, ¿o era la fe?

Da igual, ojalá volver a sentir algo así con una serie, o-ja-lá.
árbore
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
20 de enero de 2012
134 de 163 usuarios han encontrado esta crítica útil
Menos mal que Luis existe y ayer pude llamarle a las 12 de la noche tras terminar de ver “Tenemos que hablar de Kevin” porque me faltaba el aire para respirar, que puede sonar exagerado, pero créanme que sí lo necesité. Soy muy fan de la música, y del arte en general, pero cuando una película es buena de verdad la onda expansiva es devastadora, se lleva por delante más cosas que un buen concierto, un gran disco, una gran cómic o una buena exposición de fotografía. He visto grandes películas, pero que al terminar me dejasen sin aire sólo recuerdo “Lilja-4-ever”, y “Earthlings” por supuesto. Y cuando digo que me falta el aire, me refiero a que si ayer Luis no hubiese cogido el teléfono, no sé qué podría haber hecho para rescatar mi yo tras haberme perdido dos horas en el abisal mundo que Eva esconde tras su mirada. Porque Eva no habla por la boca, habla por los ojos.
No entraré a detallar el guión de la película, es mejor no saber nada de ella, así llegué yo, y así me suele gustar acercarme a las películas, en este caso me interesó por Tilda Swinton a la que, si creyese en los Oscar, le daría una docena por esta película, al color rojo le daría el Oscar al mejor actor secundario y a la Banda Sonora el último, porque más allá de resultarme impresionante la elección de las canciones, tienen una personalidad y una puesta en escena tan acertada que se convierten en protagonistas más que en atrezzo.
No soy nada de leer críticas antes de ver las películas que me interesan, soy de los que al terminar corre a leerlas ávido de información. Y más cuando la resaca es visceral y no analítica como en este caso, podríamos hablar de Kevin horas y horas, pero nunca sabríamos por qué determinadas cosas suceden a pesar de manejar multitud de datos que aparentemente podrían darnos una explicación. Hay tantos sentimientos intangibles en esta película que resultaría una grosería traducirlos a palabras porque determinadas radiografías emocionales no existen, se pierden en códigos indescifrables que no tienen un por qué, simplemente son ("There is no point, that's the point"). Esta película seduce por el magnetismo que desprende cada fotograma y por la empatía hacia unos personajes prisioneros de la milimétrica frontera que separa el amor del odio. La mejor película de 2011.
árbore
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Happy People: A Year in the Taiga
Documental
Alemania2010
7,4
1.170
Documental
9
20 de mayo de 2013
44 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
[...] La diferencia entre una trampa de caída y una trampa de acero es que la marta hambrienta ignorará la trampa de acero. Haga lo que haga, cuando tire del señuelo le caerá encima. La piel no tiene manchas de sangre, el animal se ve tan bien como si estuviera vivo. Es una manera de morir humana, porque muere al instante. Si lo piensas bien, somos todos asesinos o cómplices. Incluso aquellos sensibleros que tienden a compadecerse por todo. ¿Por qué? es muy simple. Un hombre tiene un cerdo, pero él sabe con anticipación para qué lo mantiene. Para matarlo, comerlo y vender su carne. e incluso aquél que siente pena por todo eso, compra la carne de este hombre. El cazador es igual que un granjero de cerdos, sólo que más honesto [...]

[...] Solía criar ganado, pero nunca me podía animar a matarlos. Los animales vienen a ti esperando afecto o que le des un buen regalo. Pero en vez de eso, reciben una bala en la cabeza. En la taiga el animal salvaje sabe que nada bueno puede venir de mi, de un hombre, tratará de escapar. Aquí se trata de saber quién es más astuto [...]

Así habla de la “kuliamka” (trampa de madera utilizada para cazar martas) en particular y de la caza en general, Gennady Solovyev, uno de las cazadores que vive en Bahkta, aldea de 300 habitantes situada en el corazón de la Taiga en Siberia. Gennady es uno de los cazadores profesionales que Dmitry Vasyukov y Werner Herzog acompañan en “Happy people, one year in the Taiga” documental grabado en 2011 estrenado en 2013.

Para un vegano como servidor enfrentarse a un documental así cuesta, y cuesta porque la destreza de esos personajes me resulta fascinante, asisto al desfile de imágenes víctima del síndrome Dersu Uzala, invadido por el espíritu del capitán Vladimir Arseniev incapaz de resistir el hechizo de la personalidad de esas gentes tan afines al protagonista de la peli de Kurosawa. Aislados, sin electricidad, sin teléfono, sin política, sin leyes, con sólo dos posibles accesos a la aldea, por aire o a través del río Yenisei, congelado la mayor parte del año. Seres humanos más propios de la edad de hielo, con costumbres prehistóricas vigentes en una realidad que sólo adivinas paralela cuando se suben a las motos de nieve. Decía que me costaba enfrentarme a un documental así porque esas personas autosuficientes hasta el extremo son cazadores, es decir, son profesionales del asesinato de inocentes, de esa fauna salvaje que cubre la inmensidad de la Taiga ajena al horror del primer mundo.

Y a partir de ahí se deslizan por mi cerebro multitud de interrogantes, ¿puede un vegano respetar y admirar a un cazador así?, ¿es un vegano un error de la naturaleza?, ¿soy más ético que uno de esos habitantes por no utilizar animales cuando al mismo tiempo contribuyo con mis bienes materiales a enriquecer el capitalismo?, ¿por qué me siento la última mierda ante tanta honestidad? Vivo en la generación ipad, ipod, iphone, es decir, la generación i diota. Una generación que bien podría terminar como la retratada en el orwelliano capítulo de la primera temporada de Black Mirror, “15 million merits”. Estoy muy de acuerdo con las palabras de Gennady del primer párrafo, tú que compras animales descuartizados en el supermercado eres cómplice de asesinato por muy sensible que te consideres o por mucha repulsión que te provoque la estampa del disparo de una pistola de bala cautiva en el cerebro de un ternero, pero eso es algo sabido aunque esté bien que Gennady subraye la esquizofrenia moral que padece la sociedad actualmente. Las contradicciones vienen a la hora de intentar equiparar la querencia Walden de un vegano contemporáneo con el modus vivendi de cualquier habitante de la Taiga.

De poder elegir no habría escogido nacer, me gusta este planeta cuando no hay humanos en él, me fascina el equilibrio de la flora y fauna regida por el sol, al que el entrañable Dersu Uzala también llamaba “gente” como al resto de animales o plantas. Pero me ha tocado vivir en él y en una época en la que la superpoblación se ha llevado por delante esa cosa llamada compasión, por lo tanto los animales son los que más sufren nuestra ceguera existencial. Werner Herzog da en el clavo al titular el documental “Happy people“, porque los habitantes de Bahkta son además de ricos (ya saben, no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita) felices, viven una felicidad que nosotros no alcanzaremos jamás, una felicidad que cuestiona mis principios éticos porque siempre estoy cacareando que el ser humano actual ha perdido contacto con la naturaleza y a pesar de ver a los lucios agonizando en las redes o a los cadáveres congelados de las martas, armiños o aves, una parte de mi siente envidia. ¿Podría un vegano sobrevivir en bahkta? That’s the point.
árbore
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
25 de enero de 2012
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
"... para practicar de este modo la lectura como arte se necesita ante todo una cosa que es precisamente hoy en día la más olvidada... una cosa para la cual se ha de ser casi vaca y, en todo caso no hombre moderno: el rumiar. "

Recupero estas palabras de Nietzsche de "La Genealogía de la Moral" porque valen más que cualquier crítica que pueda escribir. En realidad la consideración moral de las vacas por parte de Nietzsche no dista de ese episodio de iluminación tras ver un burro en el ya citado pasaje de Dostoievski en "El Idiota".

“Au Hasard Balthazar” es el mejor reflejo de la miseria animal humana, porque aunque el burro Baltazhar no es humano, es un animal como tú, como yo y como el vecino del quinto. Es decir, es un ser con la fea costumbre de querer comer y beber todos los días, un individuo con necesidades tan extravagantes como necesitar cagar y mear tranquilo, con necesidades sexuales que le lleven a querer follar de vez en cuando y de cuando en vez, y con una incomprensible respuesta a los estímulos que le sumen en el terror al escuchar la explosión de unos petardos, a rebuznar cuando reconoce a uno de sus maltratadotes, a temblar cuando está cubierto de nieve o a buscar cobijo cuando consigue deshacerse de otro de sus “dueños”. Dentro de sus aspiraciones existenciales, un burro es un ser descabellado, culpable de pretender crear clanes aunque no sean de su especie (véanse las ovejas). Y que por extraño que parezca, se echa a correr cuando le queman la cola, o agacha la cabeza cuando alguien le acaricia, hablamos de un objeto capaz de reír o de llorar. Qué desfachatez.

El valor de esta película reside en que Bresson otorga los mismos privilegios a los animales humanos que la interpretan que a Baltazhar, un burro. No crea fisuras en el tratamiento porque no distingue diferencias entre dos individuos por su especie. Es decir, Bresson se toma en serio a Baltazhar, de ahí que no buscase un burro adiestrado para hacer la película, buscó a un burro sin más, no busca el antropomorfismo del animal no humano, busca la misma honestidad que en un actor primerizo o inexperto. Y si se ha alabado en multitud de ocasiones el humanismo en el cine de Bresson hay que quitarse el sombrero ante su sorprendente animalismo, su inteligencia y su empatía.

(Sigo en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
árbore
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
1 de marzo de 2019
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
“I’m 28 years old now. I used to desire an ideal life when I was a teenager. I don’t see it in this way anymore. There is simply no ideal life. It is only about choosing what kind of regrets you are willing to live with.” Hu Bo (1988 – 2017)

¿Por qué da xiang xi di er zuo es la mejor peli de 2018? Cuesta bastante verbalizar las 4 horas que dura esta película. De hecho sería injusto poder acotarla a través de palabras. Me ha parecido fascinante de principio a fin, con un ritmo envidiable para el desarrollo de una idea tan sencilla y compleja a la vez. Admiro la humildad de la mirada, la distancia de la cámara (toda aquello que pueda resultar violento está siempre fuera de campo), la poesía de los constantes planos secuencia capaces de hacerte olvidar su principio y su fin, la capacidad para atravesar la piel de los personajes y permitir que toquemos sus esquinas.

Es inevitable pensar que el fatal desenlace de Hu Bo (al parecer se suicidó al terminar la película tras múltiples discusiones con los productores por cuestiones como la duración o el enfoque) está ligado al tour de force de los cuatro protagonistas. Es impresionante pensar que Hu Bo en su primera y última película haya conseguido, ya no tanto ponerse a la altura, si no superar en calado a Jia Zhangke, y ya en una interpretación más personal si cabe, creer que mucho de lo que vemos aquí es gracias a la influencia de Béla Tarr, de hecho Hu Bo participó en un training camp supervisado por Béla Tarr en el año 2017 del que nació el corto jing li de ren.

Pero realmente si queremos ir al núcleo de todo esto deberíamos irnos a lo que Hu bo considera el origen de la peli, este texto de Cormac McCarthy:

[…] he thought that in the beauty of the world were hid a secret. He thought that the world’s heart beat at some terrible cost and that the world’s pain and its beauty moved in a relationship of diverging equity and that in this headlong deficit the blood of multitudes might ultimately be exacted for the vision of a single flower. […]

Creo que la experiencia merece mucho la pena, la última escena es probablemente la más bella que haya visto nunca.
árbore
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 4 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow