Benigni resulta patético en esta patética historia que lo único que conmueve es la ironía del espectador. Porque si bien El niño con el pijama de rayas, con la que podría compararse, ya que en ambas los protagonistas son niños en el interior de campos de concentración nazis, tampoco puede considerarse magistral, al menos no resulta tan increible ni despierta verguenza ajena. No nos tragamos que la vida pueda ser bella en semejante escenario, por muchos intentos que ese padre haga por su hijo de disfrazar una realidad tan dura.

Me asombra la gran cantidad de sobresalientes que ha conseguido esta cinta. En mi opinión es una manida historia que pretende ser original sin conseguirlo en ningún momento. Porque lo que percibe el espectador son las pretensiones del director pero no los efectos esperables en el espectador, el cual asiste a una sarta de elementos a cual más impactante para Burton, pero no para nosotros. Si bien los otros ejemplos de su cine tampoco son sobresalientes, ya que se enmarca dentro de un cine comercial mayoritario e infantil, con esta película de adultos Burton resbala como un pez, que no es ni mucho menos gordo. A destacar la escena de freaks reunidos en un bosque porque es pura fachada comercial sin profundidad ninguna.

Película encantadora que cuenta con mucha gracia una historia a medio camino entre surrealista y costumbrista que te sorprenderá y te hará reir. Una planta carnívora que crece vorazmente gracias al consumo de carne, como es natural, crea una entretenida trama en torno a ella con grandes dosis de humor. En mi opinión infravalorada por el publico, ya que es una joyita que la veas cuando la veas siempre resulta divertida y original pese a su aparente simplicidad.

La banda sonora de Preisner desborda las posibilidades de esta película con buenas intenciones y un resultado irregular. Pero sólo por escuchar esa mágica música que te transporta a ese jardín secreto de la infancia, cubierto de hiedra y al que se accede por una puerta tras ella apenas visible, merece la pena ver esta delicada película que te lleva hasta la infancia, ese paraje donde soñabas despierto en cualquier lugar recóndito donde las aventuras podían surgir.

Una lección sobre el sentido de la vida, tomada de la obra de Wilde y bien llevada al cine. Una película que me impactó en mi infancia y por la cual leí el libro más tarde.
Ya lo dijo Oscar Wilde en el Retrato de Dorian Gray: "La vida no la gobiernan ni la voluntad ni la intención. La vida es una cuestión de nervios, de fibras y de células lentamente elaboradas en las que se esconde el pensamiento y donde la pasión tiene sus sueños. Quizá te imagines que estás a salvo y te crees fuerte. Pero un matiz causal de color en una habitación o en el cielo de la mañana, o un perfume particular que una vez te gustó y que te trae sutiles recuerdos, un verso de un poema olvidado con el que de nuevo tropiezas, una cadencia de una obra musical que hayas dejado de tocar... Te digo, Dorian, que es de cosas como esas de las que dependen nuestras vidas".