Se que es una obviedad, pero así es: un remake de una película interesante y de culto para los fans de Carpenter (entre los que me incluyo).

Esta excusa sirve una vez mas para realizar una película sin pretensiones y que, aunque tenemos la sensación de haberla visto muchas veces, no aburre es mas hace pasar un buen rato.

Si el trabajo de los actores no hubiera sido excelente, evidentemente la película hubiera sido un fracaso. Para mi, sobresaliente Carmelo Gómez y Ernesto Alterio, y muy flojos Najwa Nimri y Eduardo Noriega.

Las interpretaciones, es un hecho obvio, son la base de este guión. Pero no salvan un desarrollo final demencial, no sabes si estas viendo una paranoia como "Abre los ojos" ó incluso "Cube", no me parece nada serio, tira por tierra el buen trabajo los actores y los grandes momentos de la película.

Muy bien actualizado el genero, en el que todo parecía ya inventado. Enlazando bien con la idea, que dejó pendiente en "El día de los muertos", acerca de la inteligencia de los zombies, consigue añadir, con elegancia, un punto novedoso a la historia.

Por otro lado nos deja una moraleja, bastante obvia, acerca del orden mundial y las abismales diferencias entre el llamado Tercer Mundo y el "Primero".

Podemos disfrutar de todos lo que se le pide al genero: tensión, sustos, acción, una historia lógica y, por supuesto, sangre.

Gracias otra vez George A. Romero.

El aspecto técnico es de "Oscar", pero el guión se queda cojo en cuanto a humor se refiere. No es demasiado infantil, ni ñoña en absoluto, pero te quedas con las ganas de reírte a gusto.

Nuevos cuentos para la estética creada por Tim Burton, incluso sigue el mismo esquema argumental.

Me gustan mucho estas películas de fantasía por su invitación a imaginar, gracias a su atmósfera oscura, y su mezcla de aventura y misterio.

Muy entretenida en algunos momentos, como algunas escenas de acción, situaciones cómicas y la nueva visión de los cuentos tradicionales. Soporífera en otros, sobre todo cuando aparecen los personajes interpretados por Jonathan Pryce y Peter Stormare, de vergüenza ajena el de este último.