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Críticas de Francisco Javier Millan
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Críticas 265
Críticas ordenadas por utilidad
3
25 de mayo de 2015
72 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era de esperar. Hay ocasiones en que es completamente indefendible el hecho de hacer un remake, ya que las comparaciones son completamente abismales.
Gil Kenan, bajo la producción de Sam Raimi, aborda una nueva versión de todo un clásico del cine de los 80. Una película generacional que nos mostró el horror en el estado más puro, de una forma única e irrepetible.
Pero ahora no estamos en ese momento, ni mucho menos. En la actualidad el cine de terror para el gran consumo se ha vuelto insípido, sin sangre, y sin alma. Hay películas que dan miedo en base a los sustos, pero no se atreven a cruzar la línea de lo realmente terrorífico.
La sobreprotección a la que se somete la sociedad actual se refleja en su cine. Los niños y adolescentes de los 80 recibíamos una mayor tasa de imágenes impactantes, pero con los de ahora, hay un cierto temor a asustarlos realmente.
Todo es políticamente correcto y blanco.
La película carece de atmosfera, está vacía por todos los costados. No niego que pueda tener ciertos hallazgos visuales, como las imágenes del “otro lado”, pero no llega ni al aprobado justo si la comparamos con su predecesora.
La historia se limita a seguir escrupulosamente toda la trama, añadiendo algún enfoque diferente, y reduciendo con bastante poco acierto muchos de los momentos célebres de la cinta del 82.
Escenas como la del árbol y los ataúdes que salen disparados en el clímax, son una simple anécdota en este nuevo acercamiento.
Los actores en piloto automático. Sam Rockwell está desubicado, y Rosemarie DeWitt aguanta el tipo pero sin hacernos olvidar a Jobeth Williams, y su lucha interna por rescatar a la pequeña Carol Anne.
Astutamente la cinta cambia el nombre de la niña, pero no sabe crear la inquietud que transmitía la malograda Heather O’Rourke. Casi provoca más miedo el personaje de su hermano en esta ocasión.
Y le falta un punto importantísimo, el punto de la maravilla. La película original contenía un buen número de secuencias donde el escalofrío te recorría de arriba abajo, y no por el terror de las imágenes, sino por todo lo contrario.
La escena de los espectros bajando por la escalera mientras son grabados por los parapsicólogos, o el momento en el que el espíritu de la niña atraviesa a la madre, y ésta nota todo su amor, son de una belleza emocional irrefutable. ¿Dónde están esos momentos en esta nueva versión?.
Y haciendo cierto esfuerzo para disfrutarla, porque entretenida lo es, lo que ya no resiste ningún tipo de comparación es la banda sonora. La música en vez de maravillar, destroza el conjunto. Se convierte en ambiental y accesoria, y se olvida del subrayado y el desarrollo de los personajes.
Jerry Golsmith entregaba en 1982 una auténtica obra maestra, donde cada uno de los personajes tenía un tema principal, y donde todas las situaciones poseían un desarrollo orquestal, basado en una poderosa melodía principal descriptiva del personaje de Carol Anne.
Cualquier aspirante a director debe encarecidamente analizar, la perfecta comunión que se creaba entre la música y las imágenes. Si no te percatas de ello, es mejor ir pensando en cambiar de oficio.
Muchos me dirán que son otros tiempos. Pues yo sólo les digo, que prefiero quedarme en los ochenta.
Si buscáis una palabra para definir el remake, “innecesaria” sería la más correcta. Y siendo muy benévolos.
Francisco Javier Millan
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5
5 de noviembre de 2013
53 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo tiene esta película que no termina de convencerme. Durante su proyección tuve la sensación constante de estar viendo un episodio menor de esas series, que a mitad de temporada, siempre ponen capítulos para rellenar.
El primer acercamiento de este héroe de Marvel por parte de Kenneth Branagh me sorprendió, y me dejé llevar por un universo totalmente nuevo para mí. Nunca he leído (ni leeré) un comic de estos personajes.
Esta segunda parte viene lastrada por la aureola de “Los vengadores”, una película difícil de superar en muchos aspectos. Y aunque la simpatía y esa sensación de ligereza están muy presente, no puedo sino incidir en una serie de problemas, que para mi gusto, hacen que la cinta se convierta en un “aburrido” entretenimiento.
El presunto lado épico al llevar la historia al planeta de origen de Thor, no termina de cuajar del todo. Las batallas son escasas, y la emoción de la aventura carece de fuerza en buena parte del metraje. Harina de otro costal es el fabuloso clímax, con ese vórtice que hace prolongar el gran enfrentamiento final, en varios espacios equidistantes de nuestro planeta.
El villano no me convence, y se ve completamente eclipsado en cada una de las apariciones de Tom Hiddleston, que de manera inteligente, es rescatado tras su derrota, dando un giro al personaje de Loki, sencillamente genial. Lo mejor de la cinta.
Pero lo que no tolero, y me resulta insultante, es que se humille de tal manera al que es sin duda, uno de los mejores actores europeos. Me refiero a Stellan Skarsgard, cuyas apariciones se tornan en ridículas desde los primeros minutos en pantalla.
Cuando vea el conjunto de esta fase 2 de Marvel, ya os diré lo que me parece, pero de momento el listón está mucho más bajo que la anterior vez. Espero que el Capitán América se presente este próximo invierno, en el salvador que todos estamos esperando.
Francisco Javier Millan
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9
18 de noviembre de 2015
43 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi actual vida laboral es un auténtico desastre. Lo digo claro y alto. Un desastre provocado principalmente por la gente “tóxica” que me he ido encontrando por el camino. Algunos me dirán que son las dificultades del día a día, pero no estoy de acuerdo.
Tengo que tratar habitualmente con CEOs, con Executive Directors de no sé qué, y con un sinfín de personajes variopintos que han preferido machacar nuestro lenguaje, refugiándose en siglas anglosajonas que ni ellos mismos saben que significan. Y ya ni os cuento cuando hablo con los “coworkings” y “startups” y otras sandeces.
Llamadme clásico, carca, lo que queráis, pero aún creo que hay esperanza para los que pensamos en clave tradicional. Unas formas donde lo más importante es el saber hacer, las buenas intenciones y el trabajo que influye en positivo para los demás y en ti mismo.
Una utopía en la que se introduce la nueva película de Nancy Meyers. Una cinta aparentemente simple y comercial, que encierra un mensaje amable muy necesario en un mundo, donde los “grises” se han adueñado del mercado laboral.
Meyers tiene una imagen muy agradable y sencilla de nuestro entorno. Su cine parte de la discreción, pero se introduce de una manera asombrosa en el alma del espectador.
Es también un canto de esperanza para la gente mayor. La simple idea de un jubilado trabajando como un becario en una empresa de venta por internet, podría a priori resultar ligera e intrascendente. Pero en manos de esta directora, es todo lo contrario.
La relación que se crea entre los dos protagonistas va creciendo en la pantalla, de la misma manera que lo hace en tu interior. Estamos ante uno de los desarrollos personales más humanos de todo el año. Una amistad que nace de la duda y del abismo generacional, que termina volviéndose inseparable.
No es descabellado anunciar, estar presentes ante una de las mejores interpretaciones de Robert DeNiro de los últimos años. Un actor condenado a la comedia innecesaria, que al fin logra un papel a la altura del símbolo que representa para muchos espectadores.
Su personaje denota bondad, reflexión, y una constante necesidad de ayudar a los demás en todos los niveles. En definitiva, seguir sintiéndose útil.
Cuando una película logra mover algo dentro y te hace salir del cine con una inyección de positivismo, es que sin duda hay detrás de ella una gran maestría en su creación.
Mientras tanto los tóxicos nos seguirán diciendo, que esta clase de historias son para débiles e ilusos. Pues prefiero ser así, y no vender mi corazón a una vida gris y sin pasión.
Francisco Javier Millan
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8
1 de septiembre de 2015
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
En este año de revival ochentero y, con cierta sensación de déjà vú, pocas películas contienen realmente el alma de aquellos títulos tan añorados. Esta nueva adaptación de una novela de John Green, el autor de “Bajo la misma estrella”, tiene el espíritu de “Los Goonies” y “Cuenta Conmigo”. Muy probablemente no llegue a calar como aquellas, pero se basa en sus mismos atributos.
Hay una gran sensación de confort viéndola. Algo que te resulta familiar y cálido. Y lo que es más importante, vuelve a mostrarnos a los adolescentes desde un punto de vista positivo y blanco. En definitiva, igual que en el cine de los 80.
La historia gira en torno a Margo, una chica que es en sí misma un enigma para su joven vecino. El chico es arrastrado por ella a vivir una noche enloquecida, donde se irán vengando de todas aquellas personas que en algún momento les han hecho daño. Una práctica que no descarto realizar con algunos y algunas que conozco.
Esta especie de “Jo que noche” adolescente, da paso al viaje iniciático. Al último recorrido que harán los amigos juntos, antes de ser separados por la universidad.
La estructura misteriosa se mantiene en este segundo tramo, en un juego de pistas que será el impulsor de este viaje. Metáfora del periodo de vida que les está tocando asumir.
La cinta discurre plácidamente, sin excesivos contratiempos y sorpresas. Es un producto muy agradable, veraniego e ideal para ver antes (o durante) las vacaciones.
Te ayuda a cerrar los ojos, a pensar en las Margo de tu vida, y en esa adolescencia que ya se fue, pero que en el fondo cimentó una parte importantísima de la personalidad de cada uno. No te extrañe si empatizas con su protagonista, ya que todos hemos hecho ese viaje de búsqueda.
Es de esa clase de películas que no solo te hacen amar el cine, sino la vida y sus misterios. Si se hubiera estrenado en los 80, estaríamos ante un clásico de aquella década.
Francisco Javier Millan
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6
28 de octubre de 2015
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace tres años llegaba a las pantallas españolas, casi de tapadillo, la película “No”, del director chileno Pablo Larraín. Una nostálgica cinta resuelta con absoluta eficacia, que venía a contar un suceso histórico clave de los últimos años de la dictadura de su país.
Con la misma fuerza y sencillez nos llega ahora su nueva propuesta. Un relato que bien se puede enmarcar dentro de los límites del drama intimista y de autor, y que viene a mostrar con mucha dureza, diferentes aspectos mentales del ser humano.
En ocasiones no es necesario enseñar la violencia filmando escenas escabrosas. El discurso cinematográfico tiene la capacidad de recrearla desde diferentes puntos de vista y, en este caso, se decanta por una actitud reprimida que pende de un hilo durante todo el metraje.
Los paisajes de una playa desolada y perdida, y el ambiente de la casa de acogida donde vive un pequeño grupo de religiosos, son las piezas de un juego peligroso, en el que los diferentes personajes se ven obligados a convivir.
Sacerdotes acusados por toda clase de actos impúdicos, difíciles de entender y clasificar, pero que a su vez dentro de su mente, resultan ser fruto de su trabajo y de sus buenas intenciones.
Larraín utiliza largas conversaciones y primeros planos para mostrar dicha violencia. Momentos realmente escalofriantes, de un grupo de personas que creen actuar correctamente, bajo una institución que los coarta y los reprime.
Nunca una película ha mostrado el tema de la represión sexual del celibato de una manera tan clara. Hombres y mujeres condenados por su fe, que terminan cruzando la línea en más de una ocasión, y que no dejaran que nada ni nadie se salga con la suya en su pequeño microcosmos.
Lástima que sea una cinta resuelta de una manera excesivamente parca, ya que con una fórmula técnica más estándar, hubiera llegado a más gente. Es un tipo de cine que no sale de las salas minoritarias y de los festivales.
Francisco Javier Millan
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