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España España · Gijón
Críticas de Loberto
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
10
8 de noviembre de 2006
193 de 219 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es prácticamente imposible describir las sensaciones que causa ver "Lawrence de Arabia". Es uno de esos raros filmes que si te atrapa, te hipnotiza, y te lleva por donde quiere sin que puedas resistirte a ello.

No es fácil enfrentarse por primera vez a esta magna obra de David Lean: sólo contemplar la duración, cercana a las cuatro horas, acongoja al más predispuesto. Pero una vez dentro de ella, no se puede salir. Desde la secuencia inicial, con la muerte del protagonista (podríamos decir que la película entera es un gigantesco flashback), hasta el final, todo destila épica, grandiosidad, y a la vez, intimismo. No sólo es un lienzo de unos hechos históricos, sino que es el viaje del alma de T. E. Lawrence.

Las actuaciones están a un nivel pocas veces visto, porque no es fácil que una película con un reparto tan coral y heterogéneo acabe resultando en un todo sin fisuras, y cada personaje es capaz de dominar el plano, sea cual sea su cuota de aparición en pantalla. Como ejemplo, baste contemplar el trabajo de José Ferrer como el Bey turco. Y es que, lo único que diferencia en "Lawrence de Arabia" a los protagonistas de los secundarios es el número de minutos que aparecen. Sería temerario considerar "actor secundario" a un Alec Guiness que transmite un señorío y una majestuosidad sólo con salir en plano; a un Anthony Quinn que destila garra y fuerza, además de ser responsable de la mayoría de momentos divertidos de la película a base de encarnizados e ingeniosos enfrentamientos dialécticos; a un Omar Sharif descomunal, con una mirada tan intensa que podría derretir la arena del desierto... o a un Peter O'Toole que se funde con su personaje de forma que es imposible saber hasta dónde llega la interpretación y comienza la transformación.

A pesar de esto, el auténtico protagonista de la función es el desierto: dudo que se pueda transmitir su inmensidad, su grandiosidad y su dureza de forma más nítida que en "Lawrence de Arabia". Su presentación no puede ser más impactante, con el corte brusco que nos transporta desde la cerilla de Lawrence al abrasador sol y las infinitas dunas de Arabia. El desierto está omnipresente en cada plano: de día, de noche, en los momentos de gloria y en los de decaimiento, en la exaltación de Lawrence y en sus humillaciones. Además, le permite a Lean deleitarnos con secuencias tan gloriosas como la aparición de Omar Sharif confundiéndose en la lejanía con un espejismo, o la carga sobre Aqaba.

Si hubiese que encontrar algún fallo, sería lo difuso que resulta el personaje de T. E. Lawrence: poco sabemos de sus motivaciones, y de por qué se comporta de la manera en que lo hace. Pero "Lawrence de Arabia" es pretendidamente imprecisa sobre un personaje que desata pasiones tan encontradas. Lean no pretendía hacer un biopic sobre Lawrence, ni un mero retrato histórico, sino hacernos sentir que estamos de viaje por el desierto. Un viaje sin retorno al corazón del cine puro.
Loberto
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7
13 de febrero de 2007
64 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde ya, me declaro fan incondicional de Jack Black. Hoy por hoy, en lo que respecta al humor físico, con la posible excepción de Jim Carrey, me parece el tipo mejor dotado para este tipo de comedias. Y encima, el tipo canta fenomenalmente, y si no me creen, ahí tienen a su grupo “Tenacious D”.

“Tenacious D: The Pick of Destiny” (algo así como la “Púa del Destino”, miedo me da imaginar cómo se traducirá aquí el título) trata sobre la génesis de “la mejor banda de rock de la historia”. JB (Jack Black), tras una visión, se va a Hollywood a labrarse una carrera como rockero, y allí conoce a Kyle Gass (la otra mitad de “Tenacious D”), un guitarrista talentoso, pero fracasado. Entre los dos, descubren que la auténtica responsable de la fama de grandes rockeros como Eddie Van Halen o Angus Young (de AC/DC) es la Púa del Destino, una púa de guitarra hecha a partir de un diente del mismísimo Satanás (Dave Grohl, de Foo Fighters), y que está expuesta en un museo del Rock’n’Roll. Así que deciden robarla para catapultarse al éxito.

Todo el humor que rodea a la trama es el clásico que puede esperarse: muchas drogas, muchas referencias sexuales, y sobre todo, mucho rock, que es lo mejor de la película. El prólogo que cuenta la historia de JB es sensacional, con las apariciones de Meat Loaf o Ronnie James Dio (de Black Sabbath) y, en general, cualquier momento en el que hay canciones de por medio es disfrutable, no sólo por lo divertido de las mismas, sino porque ayudan a que la historia avance.

Black es la auténtica estrella de la peli, y se nota que, como en “Escuela de Rock” (masacrada con un doblaje terrible), en las comedias musicales se maneja como pez en el agua. El resto de actores no es que estén mal, al contrario, pero no pueden eclipsar al californiano, que devora a todo el que comparte plano con él. Además, hay otros cameos divertidos, como el de Ben Stiller, John C. Reilly o Tim Robbins.

En suma, una película que disfrutarán los fans de Black y del rock’n’roll, aunque sea exclusivamente por descubrir cada referencia que aparece sobre grandes monstruos del rock, y que a los demás posiblemente les resultará una del montón. Sólo me resta rogar porque esta vez doblen únicamente los diálogos, y que se esmeren en el subtitulado de las canciones. No más Dani Martín, por favor.
Loberto
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4
22 de octubre de 2006
56 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se acaba la proyección y aún sigo buscando el famoso plano-secuencia clásico de De Palma. Me imagino que, de existir, estará entre la cantidad de metraje desechado a la hora de realizar el montaje definitivo. Este puede ser el motivo de la extraña confusión que parece reinar en la cinta del veterano director. Cómo será la cosa, que el propio James Ellroy ha reconocido que encuentra la versión cinematográfica de su novela casi incomprensible.

La película trata de la investigación que llevan a cabo dos agentes de policía, Lee Blanchard (Aaron Eckhart) y Bucky Bleichert (Josh Hartnett), sobre el horrible descuartizamiento de una joven aspirante a actriz, Elizabet Short (Mia Kirshner), conocida como la Dalia Negra.

Sin embargo, a pesar de llamarse "La Dalia negra", da la impresión de que la investigación del sádico asesinato es lo menos importante del film, ya que la cantidad de personajes, nombres, giros, tramas y subtramas (muchas de las cuales desaparecen y aparecen por arte de magia) parece metida a propósito para despistar al espectador. Eso sí, al final, al más puro estilo de las películas de Hercule Poirot, se da una explicación rápida de todo lo que pasa, con el consabido truco de haber ocultado información esencial hasta ese momento.

Así, las escenas van concatenándose sin que una parezca llevar a otra, sino como episodios esporádicos en los que la acción no avanza, hasta llegar a un final excesivamente apresurado hecho para atar todos los cabos sueltos. A pesar de no haber leído la novela de Ellroy, dudo que el autor de obras como "L.A. Confidential" fuera tan chapucero a la hora de presentar sus conclusiones.

En cuanto a las interpretaciones, quizá la más destacable sea la de la propia Mia Kirshner, cuyo personaje está mejor perfilado en unas pocas breves intervenciones que el resto de personal que desfila por la pantalla, a pesar de contar con bastante más metraje. La peor parada de todas es Scarlett Johansson, que no consigue dar con el tono de su personaje en ningún momento, aunque tampoco es que brillen demasiado Harnett o Eckhart.

En fin, que toda la película da la impresión de no saber muy bien hacia dónde va, o qué es lo que quiere narrar, quizás por lo confuso del guión de Josh Friedman, o bien por los tijeretazos que ha recibido el metraje. Con todo, lo peor es la sensación de sopor y de anti-climax continuo que transpira la cinta, y al final, ese es el peor de los crímenes cinematográficos: aburrir al espectador.
Loberto
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10
22 de septiembre de 2006
50 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si iré al infierno por esto, pero si en las iglesias católicas pusiesen este "Jesucristo Superstar" en vez del "Santo, santo, santo" o el "Kumbaya" iría más gente, aunque sólo fuese por el espectáculo.

Una frase tremendamente acertada, en mi opinión, es que "cuanto más serio sea un tema, más dosis de humor se requieren para tratarlo". Y aquí no sólo hay mucho humor en sus formas (no hay más que ver el traje que se gasta Judas), sino en su fondo, que tiene bastante mala leche: Judas (Carl Anderson) es negro, la Magdalena (Yvonne Elliman) es de piel cobriza y ojos almendrados, los soldados romanos llevan casco militar y ametralladoras... ¿Hace falta seguir?

Las letras de las canciones no se quedan atrás. Aunque buena parte de ellas se basan escrupulosamente en frases de los Evangelios, los apóstoles cantan cosas como: "siempre he deseado ser apóstol. Sabía que si lo intentaba lo conseguiría. Así, cuando nos retiremos, escribiremos los Evangelios, para que todos hablen de nosotros cuando ya hayamos muerto". Simplemente genial.

Las canciones son espectaculares, las voces alcanzan registros sobrehumanos, y tanto la Obertura (con la llegada y preparación de los actores), como el tema final "John 19:41" (con la marcha de todos, excepto el crucificado) ponen los pelos de punta, aunque sin lugar a dudas, el tema épico y que brilla con luz propia es el archiconocido "Getsemaní".

Si no el mejor, el más singular de todos los musicales jamás rodados. A ver en qué otra película los cuarenta latigazos sirven para hacer música.
Loberto
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4
15 de septiembre de 2006
34 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquellos que les tengan alergia a las películas en las que les pasan tragedias insólitas a adolescentes estúpidos, no se preocupen: también les pasan cosas a los adultos estúpidos. "A la deriva", subtitulada como "Open Water 2" sigue más o menos la premisa de la primera parte. A saber, la gente se mete en el agua sin tener el viaje de vuelta asegurado, y acaban arrugándosele los dedos, aparte de otras muchas cosas peores.

Como es de suponer, llenar 95 minutos de metraje con gente en el agua aburriría hasta al mismísimo Costeau, así que van pasando cosas que hacen pensar que La Parca les tenía más ganas a estos que a los de "Destino Final". No falta ninguno de los estereotipos: alguien con miedo al agua (que se aprovechará de nuevo en algún momento de la peli), el millonario triunfador, la rubia tonta e histérica, etc. Eso sí, todos se las arreglarán para que la cosa salga lo peor posible. Ante ese panorama, es complicado "sumergirse" (permítanme el pequeño chiste) en la acción.

La dirección tiene algunos momentos muy conseguidos, como uno de los intentos de subir al barco, y algunos planos originales, pero en general, la cosa es de primeros planos y cámara movida por la marea. Lo peor viene en el clímax final, que entre la noche, la tormenta y el montaje de videoclip hace imposible entender nada. Pero debe estar hecho a propósito, viendo el extraño final de la cinta.

Así que aprendamos la lección, y no nos tiremos de un yate sin haber bajado la escalerilla: los océanos se han vuelto muy inseguros desde que no están Mitch Buchannon ni Flipper.
Loberto
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