Como era de preveer, me ha encantado. Era esperable porque hace ya el suficiente tiempo que de Woody Allen me gusta todo, y cuando uno hace una peli religiosamente cada año y le salen tan bien, pues lo normal es que siga así. Pero para eso hay que ser un genio claro, y Allen me lo parece.

De Vicky Cristina Barcelona lo primero que me enamoró fue el título, cuando sólo se sabía eso me sedujo inmediatamente. Y al verla por fin, la historia de los amores y desamores de estas dos chicas tan distintas bajo la atenta mirada de una de las ciudades más mágicas del planeta me embruja. Quiero decir que no sé argumentar muy bien por que me gusta la peli, es que es tan visceral, tan caliente, tan española, que te llega al corazón o te pega una patada en el hígado, no hay término medio. Todo el mundo hablaba de las peleas entre Pe y Bardem, pues sí, son magníficas, realistas. Y ese chapurreo que se traen con el español y el inglés (un crimen verla doblada) es divertidísimo. Por supuesto no falta la habilidad de sobra conocida de Allen para dirigir las conversaciones de más de dos personas en torno a una mesa; son ya marca de la casa y aquí también le quedaron realistas y bien regadas por los vinos de la tierra. Cuanto beben por dios, je. La banda sonora es lo único que no me convenció porque no me sonó nada cercana a Barcelona ni a los personajes.
Por cierto, la foto esa me gusta porque Cristina iba por Barcelona haciendo fotos con "mi" camara ;)

Puertas que se te cierran en las narices, llaves que se guardan como un tesoro, aprendizaje, y al final llaves que se tiran para que puedan abrirse otras puertas.

Al chino Wong Kar Wai desde que disfrutara tantísimo con sus Deseando Amar y 2046 le tengo respeto. Su trayectoria es inmejorable, y este título no viene sino a confirmarlo. Rodada con la delicadeza y la fuerza contenida que sólo los orientales saben hacer tan bien, tras la visión de My Blueberry Nights uno sale con una sensación de intimidad, de que ha visto algo pequeño pero importante. Hace tiempo que no veía un romanticismo tan bien entendido.
Las tres historias vitales tejidas por el sabio guión del propio director se entrelazan bajo el hilo conductor de la búsqueda de sí misma por América de la incansable y desamparada Norah Jones. La primera incursión en el cine de esta famosísima cantante, que yo ni conocía, me ha convencido del todo. De Jude Law, Rachel Weisz y Natalie Portman ya estaba convencida y también están a la altura. Les han regalado unos papeles geniales y los han aprovechado. Resultan creíbles, sinceros y dulcemente vulnerables. Y no sólo a la altura interpretando… Hay que ver que pandilla de bonitos ha reunido Kar Wai, y hay que ver que guapísimos los retrata él. El preciosismo marca de la casa está patente a lo largo de todo el metraje. Llama mucho la atención eso en la peli. Los largos -primerísimos- planos de los cuatro actores desarreglados o no, tristes o contentos, diurnos o nocturnos son siempre maravillosos. Es que te los quieres comer, je. Esto le ha ganado detractores. ¿Demasiada frivolidad el abuso de la estética? En Kar Wai no, rotundamente no. Yo no entendería igual sus historias sin ese regalo para la vista que es su fotografía, sus estirados tiempos, sus cámaras lentas. Atención al uso que hace de la noche y el día para presentarnos aspectos de la personalidad de los personajes. Uno de ellos sólo tiene noches, otros dos inseguros se transforman cuando anochece y el último aprende a ser igual todo el rato, ¿quién es quién?

Los aún invisibles hoy en día, los homosexuales. Desgraciadamente aún hacen falta pelis que digan cosas tan obvias como que los que van contra las minorías que no molestan a nadie lo hacen por un motivo imaginario, en realidad por un temor propio, atávico y estúpido. Lo dice el profesor George Falconer al que da vida un Colin Firth correcto sin pasarse en la interpretación, pero que nunca ha estado tan guapo e interesante. Han sacado lo mejor de él y no me extraña que se llevara premio en Venecia. No en vano me recuerda la estética elegante, cuidada y decadente al cine de Mastroiani. El famoso por otras artes Tom Ford debuta en la dirección con un drama sólido y muy reconocido por la crítica que a mí como espejo de mi propia vida me ha servido para reflexionar y aprender. No sé si tendrá el mismo encanto para todo el mundo (el mundo no crítico de cine), seguramente no, pero es lo que tienen las historias hechas por un representante de una minoría, él entiende el quid de la cuestión muy bien, los demás...

Retítulo poco acertado una vez más. Yo más bien la hubiera llamado El infierno de la envidia. El cielo y el infierno o Alto y bajo sería una traducción más fiel del título original.
Tenemos aquí al Akira Kurosawa no de las grandes recreaciones de la historia de Japón, si no al de la descripción socio-cultural. Por lo visto es la película más occidental, más deudora del gran cine negro americano de este director.
Increíble primera parte, en la que se presenta el inicio del drama, se desarrolla íntegramente en la casa del empresario y es casi teatro filmado. Deliciosa la coreografía de movimiento de los personajes por el amplio salón, como entran unos y salen otros, como se sientan, hablan, se enfurecen y hasta lloran. Todo el arte en la composición y el encuadre del espacio de Kurosawa puede verse en ese salón. Con la boca abierta observamos la vida por un agujerito.
Segunda parte centrada en la investigación policial. Minuciosa y detallista reproducción de la misma, que convierte la película en un policiaco completo, además del análisis de las luchas de poder empresariales. De nuevo en las escenas en comisaría y a pie de calle aparece la coreografía admirable; posibilitada en gran parte por un guión milimétrico que siguen unos actores perfectos.
Larga, densa y rápida. Quien dice que el cine japonés es lento? Ni un minuto desperdiciado hay aquí. Y además arriesgada y moderna, ¿drogadictos en el 63 en el cine? La secuencia de los yonkis es magistral, transmitiendo toda la ansiedad y decrepitud de ese ambiente. En fin, cine negro japonés con toques muy personales de denuncia social y retrato de la naturaleza humana, que hacen de este título una película universal e recomendable para todo amante del cine.
Una curiosidad: Kurosawa fue el primero en insertar una nota de color en una obra en blanco y negro. Les dejo que lo encuentren, será fácil, ya que es un momento importante en la trama.
Es un soberbio 8.

Siempre es un placer este buen cine francés de historias sencillas de la gente corriente como tú y como yo, de diálogos profundos que se te quedan en la memoria, de conceptos que te hacen crecer como ser humano. Son de agradecer caramba estas historias de la vida, simplemente la vida, con sus alegrías y también sus perrerías. Me temo que esta película va más de las segundas y por eso se hace tan conmovedora.
Estamos ante una adaptación de la novela Deux Jours a Tuer, la cual plantea unos comportamientos en el personaje central por los que sentimos desprecio y curiosidad a partes iguales, y los cuales se van explicando a lo largo del metraje. La increíble sensación de realidad de personajes nos llega en esta ocasión sobretodo de la mano del actor protagonista, Albert Dupontel, esta suerte de “Dr. Sachs” que interpreta al esforzado Antoine memorablemente. Os cautivará este tío si no lo conocíais ya. Por supuesto, como nos tiene acostumbrados el cine francés, está muy bien arropado por el resto del reparto.
Le achaco una sola cosa a este inmenso film, y es que para ser redondo en mi opinión Becker podría habernos ahorrado algún lloro gratuito siendo menos explícito cuando se trata de mostrar las razones del prota. Los resortes de la lágrima fácil están todos, sobretodo al final, y alguno me sobra. Con todo, la sensación tan optimista de reconciliación con el mundo se nos queda en la boca a la salida del cine, y eso no es moco de pavo en estos tiempos.
Me dispongo a buscar otros trabajos de este director, ya que es este mi primer acercamiento a él e intuyo que merece la pena seguirle la pista.