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España España · Cines Astoria Alicante
Críticas de Bloomsday
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Críticas 367
Críticas ordenadas por utilidad
6
29 de mayo de 2006
1189 de 1318 usuarios han encontrado esta crítica útil
He disfrutado más tratando de esclarecer la peli que viéndola. El motivo es que su atmósfera no encaja del todo bien con la perturbación que la mente del protagonista y el bucle exigen. No me parece una película lo suficientemente hipnótica y por tanto no hay embriaguez ni arrebato. Se excede en caricaturas y en un tono de misterio adolescente que tiene en la confusión su mayor arma. Confunde, no cautiva. La confusión es atractiva un rato, pero al final pasa factura y el espectador pide cuentas. Con la fascinación no pasa esto.

Por tanto la película no explica todas sus paradojas de forma comprensible y por ahí es deliberadamente ambigua. Estoy con la opinión de que se dirige descaradamente a un público adolescente (quizás por ello tenga buenas críticas) y ambas cosas acaban por no encajar. La ambigüedad, por tanto, parece más un recurso para ocultar fallos que para generar emociones o para estimular al espectador. En todo caso, como digo, interesa.

Ahora viene una interpretación tan confusa como la propia película (el escaso espacio obliga) fruto de mis propias reflexiones, la lectura de otras opiniones (imprescindible si no quieres ver la peli más de una vez y completar impresiones) y del libro “filosofía de los viajes en el tiempo” (creo que era su título, no es un libro realmente, es algo muy cortito). Voy a evitar en la medida de lo posible emplear términos como “artefacto”, “universo tangente” o “receptor vivo”.

Soy consciente de que en la explicación del spoiler hay un montón de puntos oscuros. Por ello espero opiniones que aporten nuevas ideas y rectifiquen lo aquí expuesto. Yo, por mi parte, voy a ver si me olvido de esta película lo antes posible. Y del puto universo tangente.

Además he tenido que reducir considerablemente la extensión (la explicación original eran las 6000 palabras, crítica+spoiler) para meterlo exclusivamente en el spoiler. Hay muchos detalles que ya no cabían y que ahora, directamente, ni menciono. Pero bueno, está lo esencial. O eso creo.

Cabe la posibilidad de que Donnie sea un esquizofrénico, por supuesto. En este caso lo que ve sería fruto de una mente enferma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Bloomsday
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La tumba de las luciérnagas
Japón1988
8,0
41.342
Animación
7
28 de agosto de 2007
757 de 843 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi lucha no tiene que ver con mi país o mis vecinos. Nada que ver con filias ni fobias, con pactos ni alianzas interesadas en extender fronteras. Mi lucha no es por odio o por honor, no es por venganza.

Mi lucha consiste en procurarle a mi hermana una vida normal, una infancia. Que coma algo, que sueñe y ría… Esas cosas. Que vea luciérnagas ahora que los hombres han destruido las estrellas.

No se ha librado, que yo sepa, guerra más devastadora que la mía.
Bloomsday
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7
28 de septiembre de 2007
665 de 741 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi abuelo le hicieron una enorme herida en la cara interna del muslo que le llegaba a la rodilla y que casi le cuesta la pierna. Con una bayoneta. Eso me contó de niño.

Recuerdo un baño, sus enormes calzones blancos, una camiseta interior de tirantes y su cuerpo exangüe y delgado. Levantó la pierna y ahí estaba, sin borrarse cuarenta años después, una profunda grieta que parecía succionar la piel arrugada que la recubría como un agujero negro. Una herida que se marcó en mi cerebro de ocho años con el esplendor de los recuerdos infantiles.

Años más tarde, ya adolescente, volví a preguntarle a propósito de aquella lesión que tanto me había fascinado y aterrorizado de pequeño. Él me respondió que no, que contaba aquellas historias porque era lo que un niño quiere oír. Que la cicatriz se la hizo de otro modo.

Hoy por hoy no recuerdo ese otro motivo que me explicó mi abuelo —tampoco está ya él para refrescarme la memoria—. Ni siquiera recuerdo si hablamos mucho o poco sobre el tema, ni dónde. Tendría yo unos quince años; él, sesenta más.

Desconozco hasta qué punto esa historia que me contaron de niño es real. Tengo dudas —en realidad— de qué es la realidad (lo que experimentas, lo que intuyes o lo que sueñas). Pero hay una cosa de la que no tengo duda alguna: que a mi abuelo le clavaron una bayoneta en la guerra.

Y que ni siquiera él fue capaz de convencerme de lo contrario.
Bloomsday
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10
17 de octubre de 2007
565 de 606 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Ford tenía algo más de 65 años cuando rodó esta película. En aquella época el cine clásico se desangraba ya sin remisión, el trasvase de directores iniciados en la TV era imparable y los viejos artesanos tenían cada vez menos predicamento y debían adaptarse.

Tom Doniphon (John Wayne) quemó su casa protestando por un amor perdido rindiéndose ante lo que sabía inevitable. John Ford agotó un género desde una película que es una reflexión meticulosa y crepuscular del mismo.

Tom dejó su sitio a las compilaciones de legislación y a las asambleas de gentilhombres. Ford apuró posibilidades para que fueran otros −era el turno de esos otros− los que estiraran desde la sobreexcitación lo que él había detallado ya desde el brío y la ternura de un cine con ansias de mito y armazón de orfebrería en estado puro.

Doniphon disparó el último tiro para así convertir en leyenda el inevitable futuro en el que ya no tenía sitio. John grabó en un anticuado blanco y negro la perfección de una forma de hacer cine y dejó paso a la necesaria renovación, a la inexcusable evolución.

Y es que, por mucho que se insista en otorgar el calificativo de "crepuscular" a películas como «Grupo Salvaje», es esta película una de las que mejor refleja aquello que esos héroes mitificados por el western clásico perdieron con la llegada del ferrocarril y los “attorney at law”. Quizás porque el propio Ford se estaba disipando también ante el ineludible empuje de los Lumet, los Frankenheimer y toda esa imparable locomotora cuyo innovador trayecto culminaría en los 70's.

Así que condensó toda la nostalgia que fue capaz de rescatar en un cactus, un sombrero vaquero a 1'93 del suelo y una vieja cabaña en llamas. Así lo hizo y luego se marchó. Y se marchó sí, ya lo creo. Aunque aún le quedaran tres o cuatro pelis más.

Se puso el parche, nos dio la espalda y se alejó después de descerrajarle un tiro a la historia del western, del cine clásico, del cine en general, del western crepuscular y a la madre que nos parió. ¡John Ford, coño! John Ford es el cine.
Bloomsday
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9
2 de agosto de 2007
410 de 479 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atticus lleva un sombrero de fieltro que enhebra entre sus fibras partículas de humedad sureña, un traje de lino blanco y el calor pegajoso en las muñecas y tobillos.

Lee un libro en su porche; cabeza gacha, gafas grandes, sueltas, que resbalan por su nariz como una araña. Atticus se balancea dulcemente, y a cada sacudida le responde un crujido de madera y metal como un estertor cansado de los cimientos de la casa quejándose de su edad, del tiempo.

Oye los grillos, reverberando su grito entre las cuatro enormes paredes azabache que la noche le brinda. Y piensa en sus hijos soñando una madre perdida, viviendo una infancia soñada.

Atticus reflexiona y se siente dichoso: ¡una noche como esa, un pueblo como ese! Pero la vida no es simple ni siquiera allí; microcosmos de oligofrenias, odios y envidias a pequeña escala. Piensa un rato y obtiene conclusiones. Sean las que sean a algo llega, algo que nunca podrá expresar con palabras, solo con la mirada y el tacto. Pero llega a entender, por un momento, algo de lo que respira y jadea entre esas estrellas que alumbran su techo y el polvo adherido a sus zapatos.

A Atticus le escupirán después. En plena cara. Él sacará un pañuelo enorme y arrugado y se secará con una mirada de odio, odio humano, comprensible reacción, mientras le pide autocontrol a cada fibra de su cuerpo. Luego se marchará triunfante, en su coche, de vuelta a casa.

Y yo me pregunto si por un momento todos fuéramos como Atticus. Cómo sería el mundo.

Y entonces, tras ordenar pensamientos que estorban mi sueño, pienso que quiero ser como Atticus.

O mejor aún, que voy a ser como Atticus.

Qué coño.
Bloomsday
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