Creo que a la gente se le está yendo la olla con esta película. No es para tanto.

Lo más interesante, a priori, es el sangrante retrato que efectúa del ser humano (o de la sociedad humana), racista, xenófobo y miserable. Pero situar la acción en el sitio donde hasta hace bien poco tuvo lugar el "apartheid" es para decirle a los espectadores: "sabemos que eres idiota, pero te lo ponemos fácil para que sepas de que va ésto".

Es muy irregular. Empieza a modo de reportaje, pero luego se olvida de esto y pasa a un formato narrativo convencional. En su primera mitad está plagado de sentido del humor, explícito o implícito, pero después desaparece casi por entero todo eso y se convierte en un relato de pura acción, donde lo importante son los efectos especiales, y el humor da paso a la típica e inimaginativa historia de amistad viril entre dos personajes, en este caso de diferente planeta.

"Alien nación", "Enemigo mío", "Monstruoso" ó "El día de los muertos" son algunas de las pelis que se me viene a la cabeza, vaya a saber usted por qué.

Y ojo, la cinta, en conjunto, no está mal, pero cuando las críticas sobre una película vienen tan infladas, lo más habitual es que te lleves una decepción.

Me parece una de las películas más sobrevaloradas del año. No digo que sea mala, pero tampoco es buena. Me parece incomprensible tanto premio y tanto aplauso.

Danny Boyle, con ese estilo modernillo suyo, lo único que hace es narrar la trama de modo superficial, incapaz de penetrar en el corazón de la historia, una historia realmente emotiva que en manos de este hombre no lo es.

Y, además, está repleta de detalles argumentales que la despojan de verosimilitud, como esa pregunta final (¿como puede ser tan fácil la pregunta que otorga 20 millones de rupias?), o el hecho de que se emita el programa en directo, cuando todos sabemos que estos programas están pregrabados.

En fin, repito que la película no es buena, pero tampoco mala, aunque tanta buena crítica acaba por hacer que muchos terminen odiándola, lo cual no deja de ser algo injusto.

Esta película es un monumento a la vanidad y la autocompasión. Es cursi hasta ponerse colorado. Va de una familia adinerada que sufre mucho, pero mucho, tras la muerte de su hija pequeña, que es todo un primor. Pero sufren en silencio, todo muy para el interior, como queriendo decirnos que hay algo dentro bajo unas vidas tan superficiales. El papá (Duchovny), siempre fue incomunicativo, y lo seguirá siendo, pero como es un tipo chupi-guay en lo profundo de su corazón, y además es arquitecto (hace casas para ricachones como él, pero eso es lo de menos) va a montar un hospital infantil para que los niños de todo el mundo (bueno, tal vez sólo para los papis que lo puedan pagar) se curen de sus enfermedades. Y, diantres, parece que las autoridades no están por la labor, y será él el que tenga que batallar para conseguir los milloncejos necesarios. Ah, pero el hospital tiene que llamarse como su niñita, para que todos sepan y nunca olviden a quién tienen que agradecer tanta generosidad. Si, señores, estas son los bellísimas personas que hacen que este mundo sea cada vez más hermoso, son los que forjan el espíritu de un pueblo que sólo desea amor, salud y felicidad para todos.

Me decidí a ver ésto no porque venga avalada por grandes críticos, sino porque era una de las películas españolas más taquilleras del año.
Lo que me encuentro no lo puedo describir con las palabras adecuadas. La verdad es que me dió vergüenza ajena. Vergüenza ajena al ver a seudoactorcillos catódicos haciendo el más espantoso de los ridículos a la hora de recitar el más sencillo de los diálogos, el tal Mario Casas a la cabeza. Vergüenza ajena al ver a actores consagrados, tal cual Antonio Resines o Fernando Guillén vendiendo su dignidad profesional por un puñado de euros (vergüenza aún mayor al dar por hecho que serían muy poquitos euros, dado sus breves intervenciones). Vergüenza ajena al comprobar que haya gente dispuesta no ya a participar, sino a invertir dinero en tamaño engendro, si bien al final parece que han tenido beneficios económicos.

Pero lo que más vergüenza me dió es comprobar que, ante el éxito de taquilla de este excremento en celuloide, el nivel intelectual de la mayor parte de la juventud española (que es la que acudió a verla al cine) es inferior al de la idiocia profunda.

Primero fue "La barbería", que era una peli simpática. Luego vino "La barbería 2", que dejaba claro que era una secuela inimaginativa cuyo único propósito era aprovecharse del inesperado éxito de la anterior. No creyendo suficiente con una secuela, los productores decideron rodar este "spin-off", o sea, una secuela que pasa el protagonismo a un personaje secundario, en este caso el que la oronda Queen Latifah interpretaba en la segunda entrega (de hecho, ese personaje era totalmente inútil en esa secuela, y el único motivo de su inclusión debió ser para allanar el camino a este engendro, además de que esta Gina no parece tener nada que ver con aquella).

Yo suelo reirme bastante con las películas afroamericanas de hombres, como los de la serie "Friday", por ejemplo. Sin embargo, cuando se trata de films afroamericanos de mujeres, o de mujeres y hombres juntos, todo se vuelve cursi y estúpido. Uno no deja de sorprenderse del machismo que impera en el mundo afroamericano a estas alturas de la vida. Lo que ya no me sorprende es el racismo totalmente consentido (de negros hacia blancos) en estos films. Debe ser eso que llaman "discriminación positiva".
La película es un cúmulo de tópicos que echa para atrás, y la falta de imaginación respecto a la primera entrega es harto evidente. Pero eso es algo que podíamos preveer. Lo que nunca me pude imaginar es ver a Kevin Bacon y a Andie MacDowell hacer el ridículo de esta manera, no puede creer que aceptaran dos papeles tan patéticos, por no decir degradantes; me dió hasta dolor ajeno (si eso existe).

Bueno, creo que ya he dicho demasiado, la película no merece la pena (las hay peores, evidentemente) y demasiadas palabras he gastado ya para hablar de ella. Evitadla.