En cuanto a los cuatro primeros capítulos, ya que no he visto el resto.

La evidencia del bajo presupuesto no justifica la incompetencia técnica y artística de este engendro, feo e infame, que ofrece un pobre (cuando no deficiente) trabajo de cámara, de sonido, de puesta en escena, de edición, y de todo en general. Tampoco ofrece nada más o menos nuevo, o meramente curioso, en cuanto al subgénero. Al contrario, se mueve dentro de los clichés más manidos y sobreexplotados del cine de zombis, resultando ser el sucedáneo del sucedáneo de un sucedáneo, que ni siquiera provoca la sonrisa cómplice, ya que, para colmo, parece tomarse en serio a sí mismo.

Lo peor: todo.
Lo mejor: lo próximo no puede ser peor.

Rodado en español (¿?) y estrenado a través de pago «on-line», se trata de un thriller en clave de wéstern que alberga los clichés más trillados de ambos géneros en una exhibición de indigencia creativa.
Tan pretencioso y enfático como ausente de talento y personalidad, por momentos provoca sonrojo dado su guión cargado de acciones y frases vergonzantes, dificultando que cualquier situación pueda generar interés.
Aunque a priori se aprecia cierta suficiencia en el trabajo de cámara, en ocasiones hay planos que parecen rodados a menor resolución (o quizá algo desenfocados) que la mayoría de la película; no como un recurso expresivo, sino involuntaria y erróneamente, lo que supone algunos remiendos en posproducción que dotan de cierta cutrez e incompetencia técnica al conjunto de la obra. La sangre digital tampoco ayuda.
De entre los personajes, arquetípicos hasta decir «basta», especialmente paródico resulta el Sheriff Hoffman, interpretado por el actor protagonista (también productor-director-guionista), que está lejos del tipo duro que intenta parecer en un ejercicio de narcisismo que, más allá de su falta de aptitudes, resulta imposible dado su timbre de voz y su cara imberbe.
En cualquier caso ni siquiera un protagonista adecuado salvaría de la quema este producto anodino y prescindible.